Tú a Siria y yo a Líbano
Ethel Bonet
Jafar tiene 21 años y utiliza un nombre falso. Milita en las filas de Hizbulá, el partido libanés chií, desde que tiene 16. Ahora tiene destino: Siria.
No le preocupan las condenas internacionales por la participación de Hizbulá en la guerra en el país vecino ni le intimidan las amenazas del Ejército Libre de Siria (ELS), que ha amenazado con tomar represalias contra Hizbulá en territorio libanés.
“Nuestra misión es ayudar al régimen sirio a recuperar Al Qusair”, insiste el guerrillero, nativo de Hermel, un pueblo situado en el Valle de la Bekaa, que dista apenas 14 kilómetros de la frontera siria. Es el instinto de supervivencia de la milicia libanesa: “Si cae Bashar Asad, los siguientes seremos nosotros”, advierte. Seguirá luchando hasta el final porque así “lo ha ordenado Hasan Nasrala”, el líder de Hizbulá. “No hay otra salida que la victoria” espeta.
“Nuestra misión es ayudar al régimen sirio a recuperar Al Qusair”, dice un guerrillero de Hizbulá
El Gobierno sirio, aunque formado por familias alawíes, una rama islámica de orientación laica, que no cumple los mandamientos coránicos, es el mejor aliado del régimen teocrático chií de Irán, mentor de Hizbulá.
A pesar de los intensos bombardeos del régimen sirio, los combatientes rebeldes resisten ferozmente en la ciudad porque saben que si la pierden se cortaría la ruta más importante de suministros y municiones que provienen del Líbano.
La mayoría de mercancías y armas para Siria llegan a través de la localidad fronteriza de Arsal, la única de mayoría suní en el valle de la Bekaa, un territorio controlado por el movimiento de resistencia chií.
La mayoría de mercancías y armas para Siria llegan a través de la localidad de Arsal, en Líbano
Por eso, al mismo tiempo que combatientes libaneses como Jafar acuden a Siria para ayudar al régimen sirio, los combatientes suníes del ELS han llevado la guerra a territorio libanés, donde ahora se registran los primeros combates con armamento pesado.
Los vecinos de Hermel viven bajo una sensación de peligro constante. Desde que el líder de Hizbulá, el jeque Hasan Nasrala, reconoció públicamente la participación de su grupo en la guerra siria, en el asalto a Al Qusair, se han intensificado los ataques con proyectiles de mortero desde Siria a esta localidad rural de 45.000 habitantes, feudo del ‘Partido de Dios’ en el valle de la Bekaa.
Más de un centenar de cohetes han caído en la localidad en los últimos 20 días, causando graves daños materiales en decenas de viviendas, y la muerte de una chica de 17 años, así como varios heridos. Loul Awad murió en el acto a causa de las esquirlas del proyectil que cayó en su vivienda.
“Al principio los cohetes venían de Siria pero ahora los están disparando desde Arsal”, denuncia un hombre de mediana edad. “Los insurgentes sirios cruzan la frontera en vehículos cargados con proyectiles, suben a la montaña para lanzar desde allí los obuses contra Hermel y después regresan a Siria”, asegura.
“El Ejército Libre de Siria (ELS) cuenta con el apoyo y la protección de las autoridades locales de Arsal”, afirma Hasan, otro vecino. El odio entre las dos localidades vecinas, una chií y otra suní, se respira en el ambiente.
“Arabia Saudí y Qatar están poniendo mucho dinero en Arsal para construir mezquitas salafistas y enviar a yihadistas a Siria para luchar contra las tropas del régimen y Hizbulá”, asegura Jafar.
El odio entre las dos localidades vecinas, una chií y otra suní, se respira en el ambiente
No sólo Arsal está apoyando a los rebeldes sirios desde el Líbano. Desde que el jeque radical Salem Rafai, de la mezquita al Taqua en el conflictivo barrio suní de Bab el Tabaneh en Trípoli llamó a la yihad en Al Qusair, cerca de 2.000 salafistas tripolitanos se han inscrito para ir a luchar con los rebeldes sirios.
Pero es la primera vez desde que comenzaron los ataques con cohetes desde Siria contra las localidades chiís de la Bekaa que la milicia Hizbulá ha combatido en suelo propio contra los rebeldes sirios. El domingo pasado, una quincena de insurgentes sirios murió en una emboscada del ‘Partido de Dios’ muy cerca de la ciudad de Baalbek.
Los milicianos atacaron a un grupo de rebeldes sirios que se dirigía a lanzar cohetes dentro de este valle libanés, según fuentes de Hizbulá. En los enfrentamientos también murió un combatiente de la milicia chií.
«Sólo Hizbulá nos protege. Si cae Asad y el régimen sirio, nosotros seremos los siguientes»
A pocas calles de la plaza del Ayuntamiento de Hermel, un grupo de vecinos inspecciona los daños en una vivienda alcanzada por un obús. Afortunadamente, la casa estaba vacía. Sin embargo, el impacto del cohete rompió los cristales de una vivienda contigua e hirió al bebé de Imad. Su esposo, Halil, nos llama para mostrarnos la carcasa del proyectil.
“Tenemos que protegernos. Y Hizbulá es el único que nos protege, ya que si cae Bashar Asad y el régimen sirio, nosotros seremos los siguientes”, sentencia Halil, aunque reconoce que “estamos pagando un precio muy alto”.
Yibril vivía en Australia y regresó hace siete meses a su Hermel natal. “Volví porque echaba de menos mi casa y a mi gente. Hermel es un lugar hermoso con un río, rodeado de vegetación y montañas. Pero la situación es muy peligrosa. Tengo miedo de que estalle de nuevo una guerra civil”, declara este libanés de 27 años, que invirtió todos sus ahorros para abrir una granja de pollos.
Hermel es un lugar hermoso con un río, rodeado de vegetación y montañas
Ante la situación de inseguridad, los vecinos de Hermel han creado unos comités populares de protección para velar la seguridad. Todos los integrantes son voluntarios que han abandonado sus trabajos para dedicarse a patrullar día y noche. Se dividen en grupos y controlan las carreteras de entrada y salida a la ciudad, así como las carreteras secundarias que conducen a Arsal, vía principal de comercio de armas ilegales a Siria.
“No somos de Hizbulá. Es una iniciativa ciudadana. Lo hacemos para proteger a nuestras mujeres e hijos porque el Gobierno libanés no nos protege”, asegura un hombre de mediana edad que viste unos desgastados pantalones militares y una camiseta raída. “Nosotros nos coordinamos con el Ejército libanés, porque lo respetamos; no como en Arsal donde (el martes) unos desconocidos mataron a tiros a tres soldados”, indica Rabie, de 35 años.
Pero el afán de combate de milicianos como Jafar va mucho más allá de la protección del Valle de la Bekaa contra los intrusos. Asegura que “miles de partidarios” del movimiento de resistencia chií se han inscrito para ir a luchar contra los “takfiris” (apóstatas) en Siria.
Desde que arrancó hace un mes el asalto a Al Qusair, la carretera que va desde Hermel hasta Al Qasr, a unos kilómetros de distancia de la sitiada localidad siria, se ha convertido en un punto de transito de cientos de vehículos todoterreno repletos de combatientes de Hizbulá para apoyar a las tropas del régimen en la ofensiva.
Jafar desconoce el número exacto de combatientes de Hizbulá, pero asegura que medio millar de ellos han salido desde Hermel.
“Yo admiro al jeque Nasrala porque es el único líder árabe que ha desafiado a Israel. Mi deseo es servir a Hizbulá”, subraya el miliciano chií. “No tengo miedo a morir; el fin último de un chií es encontrarse con Dios”, exclama.
Convertirse en un mártir es un orgullo para la familia y una seguridad de futuro
Convertirse en un mártir es un orgullo para la familia y una seguridad de futuro.
Hizbulá se preocupa en cuidar a las familias de sus soldados caídos. A las familias de los mártires les entrega una ayuda mensual de 1.000 dólares como compensación, según las necesidades familiares, y se encarga de comprarles una vivienda a aquellas que no tengan casa propia. También se hace cargo de los gastos por hospitalización y tratamiento médico.
Al principio la presencia de Hizbulá se limitaba a las aldeas sirias fronterizas, en las que viven alrededor de 40.000 libaneses, y el centro de peregrinación chií de Saida Zeinab, a las afueras de Damasco. Estas localidades son de mayoría cristiana, pero conviven con chiíes del Líbano.
“Cuando llegamos allí, los aldeanos nos recibieron tirándonos arroz y pétalos de rosas en gratitud por nuestra protección”, explica Jafar, antes de agregar que “muchos cristianos se han convertido al chiísmo”.
El asalto a Al Qusair cambió la dirección de Hizbulá y desde hace semanas, según la prensa local, “unos 1.700 milicianos” del grupo chií libanés apoyan a las tropas de élite de la Guardia Republicana en la batalla que ambos bandos consideran decisiva. Los rebeldes, por su parte, han anunciado el envío de 1.000 combatientes adicionales para reforzarla defensa de Al Qusair.
«Unos 1.700 milicianos” de Hizbulá apoyan a las tropas de élite de la Guardia Republicana
La lucha en Al Qusair se está volviendo cada vez más sectaria. Aquí combaten suníes -sirios, libaneses y de otros países árabes- contra combatientes chiíes libaneses de Hizbulá y soldados comandados por oficiales de la confesión minoritaria alauí, a la que pertenece el presidente Asad.
“Hay yihadistas libios, egipcios, iraquíes, incluso europeos -británicos, franceses y chechenios- y también de Afganistán y Pakistán”, afirma Jafar, antes de agregar que él ha visto, incluso, a “cinco mujeres libias combatiendo en Al Qusair”.
Jafar asegura que los combatientes del Frente Nusra están liderando las operaciones rebeldes. “Están bien entrenados en la guerra de guerrillas urbana. Son fieros y sanguinarios. Parece como si no tuvieran miedo a morir”, puntualiza el guerrillero del ‘Partido de Dios’.
“Los civiles no se han marchado porque los yihadistas los utilizan como escudos humanos”, sentencia el combatiente de Hizbulá. Sospecha que los salafistas de Al Qusayr están utilizando armas químicas: algunos compañeros han tenido que ser ingresados en el hospital de Baalbek por problemas respiratorios, asegura.
Jafar reconoce que están encontrado dificultades a la hora de atacarlos porque “los rebeldes han construidos túneles para escabullirse entre los edificios”. “Túneles por lo que puede pasar hasta un vehículo grande”, detalla. Pero según fuentes cercanas a Hizbulá, el régimen sirio ha recuperado ya más del 70 por ciento del territorio.
“Con la ayuda de Dios tomaremos la ciudad en un mes”, afirma optimista el miliciano chií.
¿Te ha interesado este reportaje?
Puedes ayudarnos a seguir trabajando
Donación única | Quiero ser socia |