Mohamed Azeddine Tazi
«La corrupción es una enfermedad que contagia la vida de los ciudadanos»
Alejandro Luque
Mohamed Azeddine Tazi (Fez, 1948), llega puntual a la cita en la Fundación Tres Culturas, donde tiene previsto conversar con los lectores sobre uno de sus libros publicados en España, Seres de ficción (Alcalá Grupo Editorial). Doctor en Literatura Moderna, este escritor y crítico literario –disciplina que, asegura, está ahora “muy avanzada en Marruecos, hemos incorporado todos los métodos europeos”– es actualmente profesor en la Escuela Superior de Profesores de Tetuán y autor de una extensa obra que incluye novela, cuento, ensayo, teatro y cuentos infantiles.
Traducido al francés, inglés, español, alemán, esloveno e italiano, su obra Rahil el-bahr (La huida del mar) fue adaptada a la pantalla grande. Pero el título que le dio celebridad internacional fue Ayyam ar-ramad (Días de ceniza), elegido por el periódico egipcio Al-Ahram como una de las mejores novelas árabes del siglo XX. Ha recibido en dos ocasiones (1977 y 2008) el Premio Nacional del Libro de Marruecos, y en España tiene también publicado el volumen Las grutas de Tánger.
Conversador tranquilo, pausado, hace gestos de sorpresa y sonríe ante algunas de las preguntas que se le plantean, pero no rehúye ninguna cuestión hasta que, sin tiempo para más, se despide para entrar a la sala donde el público le espera.
Los personajes de sus libros siempre parecen huir, ¿de qué lo hacen?
En efecto, todos mis personajes son inquietos, y eso depende de factores muy diversos: políticos, sociales, culturales, algunos relativos a la cuestión de la identidad… Yo no escribo de la felicidad, la felicidad se vive, no se escribe. Escribimos sobre cosas que nos duelen. La escritura en sí misma es una inquietud, porque ahonda en los problemas de la vida cotidiana. Por eso mis personajes huyen de su realidad en busca de una realidad mejor.
Uno de esos problemas es la corrupción, que últimamente se manifiesta en España con enorme gravedad. ¿Qué podemos aprender de Marruecos en ese sentido?
La corrupción es una enfermedad que contagia la vida de los ciudadanos, sobre todo cuando llega a convertirse en una cosa normal. Está relacionada con una situación anómala, que hay que reconocer y corregir. Por un lado pide la reconstrucción de la personalidad del ciudadano, y al mismo tiempo el Estado tiene un papel fundamental en este tema: si un policía cobra 400 euros al mes, tiene una casa alquilada a 200 euros y tres hijos en la escuela, por supuesto va a buscar sobornos. Para que eso no ocurra, debe tener un sueldo respetable, y lo mismo el juez, o el funcionario…
El poder nunca me ha pedido nada, y yo no cedería. Conservo mi conciencia crítica
Usted figura entre los escritores marroquíes más traducidos, pero parece que a las letras de su país les cuesta mucho darse a conocer en España. ¿A qué cree que se debe?
La verdad es que el escritor no busca que sus obras sean traducidas, debe haber una institución que se ocupe de eso, de abrir el horizonte para los autores. Yo no me esforcé en ese sentido, pero naturalmente sentí una gran alegría cuando me lo propusieron. El problema principal es que no hay un dinamismo demasiado fuerte en la traducción. Por otra parte, no todas las obras marroquíes se dejan traducir fácilmente. Y quizás las editoriales españolas no se atrevan a publicar autores marroquíes, puede que no estén seguras de vender bien nuestros libros…
Tengo entendido que el Ministerio de Cultura de su país apoyó en 2005 la publicación de sus obras completas. ¿Eso es un halago, o un motivo para preocuparse?
Es un proyecto interesante a nivel nacional. El Ministerio publicó las obras completas de docenas de escritores marroquíes, de distintas generaciones y de distintos modos de expresión. El poder nunca me ha pedido nada a cambio, en absoluto; y si lo hicieran, no pienso ceder. Conservo mi conciencia crítica, sé que puedo afrontar las cosas que vengan. Siempre estuve en la izquierda, y nada me va a hacer cambiar de bando.
La literatura marroquí, ¿engloba hoy muchas literaturas? Lo digo porque se está escribiendo en dariya, en bereber…
Sin duda, hay una gran diversidad, sobre todo lingüística. También se escribe en árabe, en francés, en español… Incluso un poco en inglés. ¡Ah, y en hassanía, la lengua del Sahara. También hay diversidad de conciencia, hay muchos modos de expresar cómo se afrontan las complicaciones de la vida. Y, al mismo tiempo, podríamos hablar de una unidad dentro de esa gran diversidad. La suma de todo es lo que llamamos literatura marroquí.
Pienso, por ejemplo, en Tahar Ben Jelloun, el más conocido en España. ¿Para ustedes es un gran escritor francés, un marroquí que escribe en francés…?
Es un gran escritor marroquí que escribe en francés, pero lo sentimos como propio. Creemos, eso sí, que tiene derecho a expresarse en la lengua que le permita plasmar mejor sus ideas y sus emociones.
Para mí los lugares no son nunca sagrados. Me gusta profanarlos con la literatura
Usted escribe en árabe. ¿Alguna vez dudó entre esta y otra lengua?
Nunca. Mi escritura, mi lengua literaria, siempre ha estado ligada al árabe, con algo de árabe dialectal.
En España ha sorprendido mucho la condena a los dos chicos marroquíes que se fotografiaron besándose y subieron al imagen a internet. ¿Los besos literarios también están en peligro?
Estoy desde luego en contra de la detención de esos adolescentes, dos chicos alegres que solo querían expresar su alegría. Todos hemos hecho alguna vez algo parecido, incluso la gente que los ha condenado. Ése es el problema principal en este asunto, es una cuestión de hipocresía…
¿Cree que la sociedad de su país es mayoritariamente hipócrita, o que los censores hacen mucho ruido?
No puedo responder con seguridad, tendría que basarme en algún estudio y no dispongo de datos… Sí puedo decir que es la tendencia islamista la que se opone a ese beso.
Usted nació en Fez. Cuando oye aquello de ‘Fez, ciudad santa’, ¿qué piensa?
Fez se conoce así porque allí está el mausoleo del fundador del imperio, mulay Idrís. He escrito mucho sobre Fez, y creo que en esta ciudad lo sagrado convive mucho con lo profano. Yo he intentado, en cierto sentido, profanar Fez con mis novelas, por ejemplo convirtiéndola en la ficción en una ciudad donde hay una epidemia… Para mí los lugares no son nunca sagrados, quiero vivir su historia, ahondar en lo que se ha olvidado de ella, leer su desolación.
¿Es lo que intentó con su libro sobre Tánger?
Como casi todas nuestras ciudades con historia, Tánger vive un momento de desolación, apenas queda su memoria como ciudad internacional, y el sueño de recuperar esa situación sobre el presente. Pero todavía tiene mucho de ciudad abierta, sus habitantes respetan la multiculturalidad, la identidad del otro, la religión del otro, por más que veamos aparecer algunos brotes de fanatismo. Sea como fuere, quisiera que mi especialidad fuera ver una misma ciudad desde muchos enfoques.