El movimiento inteligente de Samaras
Stelios Kouloglou
«Vamos a aumentar las pensiones bajas y los subsidios de las familias numerosas. ¿Cómo? ¡Con medidas de igualdad! ¿Podemos? ¡Por supuesto podemos! Para preservar la cohesión social. Nos preguntan por las medidas de junio. ¿Cómo vamos a encontrar —preguntan— los once mil millones de recortes, que necesitamos para los dos años siguientes? La respuesta es sencilla. Sobre todo, a través del recorte del derroche. Existe en abundancia. Yo grito ‘¡No queda dinero!’ ¿A quiénes se lo grito? A nuestros acreedores. No queda dinero para nuevos impuestos ni para nuevos recortes de sueldos y de pensiones. Lo único que podemos recortar es el derroche público». Declaraciones preelectorales de Samaras.
La decisión del primer ministro de aparecer sólo dos horas en la Exposición de Salónica fue muy inteligente
La decisión del primer ministro de aparecer sólo dos horas en la Exposición Internacional de Salónica el fin de semana pasado fue muy inteligente. Sin discurso, ni ruedas de prensa peligrosas, como ésa inolvidable de Karamanlis el año 2008, cuando no sabía qué contestar sobre el escándalo del monasterio Vatopedi. Porque los medios de comunicación se parecen cada vez más a la novela 1984 de Orwell y sería extremamente difícil que Samaras justificara el incumplimiento más rápido de promesas prelectorales de la historia de política moderna griega y quizás universal.
No es sólo la negociación, que de todas formas fue incumplida desde esa misma noche de las elecciones del 17 de junio. Tampoco son las nuevas medidas draconianas de recortes de sueldos y de pensiones, que supuestamente, Nea Dimokratia no iba a tocar mientras que iba a asegurar los miles de millones que los acreedores piden a través de la lucha contra el «derroche».
Samaras tuvo suerte porque sus encuentros con Merkel y Hollande coincidieron con las vacaciones
Incluso esa prórroga —la última carta política de Venizelos, antes del gran cambio, la disminución de las rayas del logotipo del PASOK de nueve a siete— fue remitida ad calendas alemanas. Samaras tuvo mucha suerte porque sus encuentros con Merkel y con Hollande coincidieron con las vacaciones del pueblo, o mejor, de esa parte de los indígenas a los que les sobró dinero para ir de vacaciones este verano. Ganó algunas semanas, hasta que los votantes se dieron cuenta de la significación de las nuevas medidas draconianas.
La nueva táctica griega, según su formación este verano, se puede resumir en tres palabras: que nos compadezcan (es por su propio interés). El primer ministro describió con los colores más sombríos la posibilidad de la salida de la zona euro en sus entrevistas: «Una pesadilla para el país: derrumbe económico, turbación social y una crisis de la democrácia sin precedente. El nivel de vida de los griegos se ha hundido los últimos años en un 35%. La vuelta a la dracma llevaría una disminución mayor, hasta un 70%. ¿Cuál economía, cuál país puede sobrevivir así? Al final todo se va a parecer a la República de Weimar».
En sus conversaciones privadas con los líderes extranjeros, solía advertirles de un «tsunami de refugiados griegos» que va a ahogar Europa. Cualquier similitud con líderes de países africanos, que ruegan una ayuda, es pura casualidad histórica.
Merkel no está muy preocupada por una ola de griegos hambrientos supercualificados
Por supuesto, Merkel no está muy preocupada por una ola de hambrientos supercualificados, con másteres europeos y doctorados, que, posiblemente, vaya a explotar mano de obra barata, reforzando las exportaciones alemanas. Su problema real es Obama (que ha prohibido cualquier tipo de movimiento que pudiera acarrear consecuencias incontrolables para la economía estadounidense e internacional antes de las elecciones de noviembre) y la escasa capacidad de los alemanes para prever las consecuencias de la exclusión de Grecia de la zona euro.
La canciller alemana quiere volver a ser elegida en otoño del año que viene. Y para conseguirlo, por un lado, tiene que evitar las consecuencias incontrolables que pudieran poner en peligro la prosperidad alemana y por otro lado cualquier tipo de alivio económico que irritaría a sus votantes, obsesionados con los vagos griegos.
Es muy posible, entonces, que la Troika, cuya conclusión están esperando todos para ver qué van a hacer con el «problema griego», dé un oráculo ambivalente. La Cumbre de octubre actuará de forma igual (pagando, quizás, una parte del plazo deseado) y luego van a exigir nuevos recortes de Grecia. El gobierno sacudido volverá a pedir sacrificios para que evitemos la dracma. Y los indígenas, que habrán empezado a perder su bronceado tropical del verano, tendrán que hacer frente a nuevos impuestos y a recortes y también a la igualación del precio del gasóleo y del petróleo para calefacción. Y para estos, no se prevén subsidios especiales…