Entrevista

Norman Finkelstein

«Israel usa el holocausto como arma»

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 11 minutos
Norman Finkelstein (Suffolk, 2005) | Miguel de Icaza / Creative Commons
Norman Finkelstein (Suffolk, 2005) | Miguel de Icaza / Creative Commons

“Como siga usted por este camino, se meterá en problemas: está a punto de exponer la comunidad intelectual norteamericana como una pandilla de estafadores y no les gustará nada, de manera que le destruirán”. Estas palabras del prestigioso lingüista Noam Chomsky inauguraron la carrera académica de Norman Finkelstein, entonces un simple estudiante de Sociología en la Universidad de Princeton.

Pese a la advertencia, Finkelstein decidió arriesgarse: despedazó en su tesis doctoral un aclamado libro sobre la historia de Palestina (From Time Immemorial) Se ganó más enemigos aun, pero también grandes admiradores, cuando publicó La industria del holocausto. Era difícil descalificar su durísima denuncia de las esferas del poder en Israel y la comunidad judía norteamericana, no sólo por su concienzudo trabajo científico sino también por su procedencia: los padres de Norman Finkelstein eran supervivientes del gueto de Varsovia y de los campos de concentración nazi.

Usted denuncia la explotación de las masacres nazis por parte de Israel.

«Israel utilizaba ya antes de 1967 el holocausto para desacreditar a sus enemigos, pero a escala reducida»

Hasta los años sesenta, el holocausto no era un tema presente en las mentes de las comunidades judías en Estados Unidos. Eso sí, los israelíes lo consideraron siempre un arma contra los árabes: ya en 1948, el primer ministro David Ben Gurión compara a los árabes con los nazis y dice que buscan una ‘solución final’. Israel utilizaba entonces el holocausto para desacreditar a sus enemigos, pero a una escala muy reducida: hasta la guerra de 1967 era un país pobre. Después, los judíos norteamericanos se convierten en hinchas de Israel. A partir de este momento, la comunidad judía norteamericana, que dispone de inmensos recursos, transforma esta actitud de Israel en una gigantesca industria, la industria del holocausto.

Usted critica la forma en la que se recuperó el dinero judío de los bancos suizos.

Esto empezó a mediados de los años noventa: la extorsión de los países europeos para hacer llegar dinero a las víctimas necesitadas del holocausto. Todo un fraude. No tenía nada que ver con las víctimas del holocausto ni con quienes realmente robaron propiedades judías. Era una estafa. Los suizos quizás poseían unos 30 ó 40 millones de dólares de judíos que después de la guerra no pudieron recuperar su dinero. Pero los bancos israelíes tienen bastante más, eso ha quedado claro. Y nunca sabremos cuánto tienen los bancos norteamericanos.

¿Más todavía?

Los judíos que huyeron de Europa al observar la llegada al poder de los nazis, no enviaban su dinero a Suiza, porque en esta época parecía que Suiza iba a ser arrasada. Lo enviaban a Norteamérica, donde muchos tenían conexiones familiares. Tampoco es que hubiera mucho dinero, los judíos no tenían tanto, pero el que tenían lo mandarían ahí. Aun así, nunca se les pidieron cuentas a los bancos norteamericanos porque Estados Unidos es intocable.

Usted recibe críticas muy duras en la prensa norteamericana por denunciar la ocupación de Palestina.

«Nunca he salido en televisión en Estados Unidas y sólo me han entrevistado en radios comunitarios»

Más bien diría que los medios me ignoran completamente. Nunca he salido en televisión en Estados Unidas y sólo me han entrevistado en radios comunitarios. En cambio diría que la comunidad universitaria es bastante abierta y se pueden tener debates fructíferos sobre la temática de Palestina. El ‘lobby’ israelí también ha intentado sofocar los debates en el ámbito universitario, pero sin mucho éxito.

Pero se le impidió ser profesor titular en la Universidad DePaul, en la que enseñaba los últimos seis años. 

Sí, hubo una campaña nacional para impedir que fuera profesor titular. No es que les importara mi opinión personal sino mi proyección pública: a la mayoría de los académicos apenas se les comprende fuera de su ámbito. Yo utilizo un lenguaje que llega a más personas, de ahí que para los académicos soy más bien un activista. La campaña se desplegó porque la credencial más importante para un profesor es que le contraten como titular. Ahora pueden decir: miren, es un fracasado total, no consiguió ni siquiera un contrato, ¿cómo vamos a creer lo que dice…? Lo consiguieron.

En España acaba de publicarse el libro de dos profesores estadounidenses, Mearsheimer y Walt, sobre el ‘lobby’ israelí. ¿Cree que es cierto lo que denuncia?

No. Algunos aspectos que expone son ciertos, otros muy exagerados. Creo que es cierto que existe un ‘lobby’ israelí que acalla el debate en Estados Unidos. El historial de derechos humanos de Israel en el libro es correcto. Estoy de acuerdo en que EE UU apoya la política de Israel en los territorios ocupados gracias al trabajo del ‘lobby’. Pero el libro se aleja de la realidad cuando dice que Israel determina la política de EEE UU en Irán, Iraq o Siria. En los asuntos esenciales de Estados Unidos es la élite estadounidense la que vigila sus intereses y toma las decisiones. El caso de la guerra de Iraq lo muestra claramente: fueron Donald Rumsfeld y Dick Cheney quienes decidieron todo. Ninguno de ellos es parte del ‘lobby’ israelí.

¿Y cuáles fueron, en su opinión, las razones para invadir Iraq? ¿El petróleo?

«Los que planificaron la guerra de Iraq pensaron que iba a ser rápida, fácil e indolora, como Panamá»

No creo. Seguramente tenían el petróleo en la cabeza, pero el problema es que la gente empieza a preguntarse por las razones después de que Iraq se convirtiera en un inmenso desastre. Los que planificaron la guerra pensaron que iba a ser rápida, fácil e indolora, algo como Afganistán o Panamá: llegas, bombardeas, proclamas a un nuevo presidente y ya está. En parte diseñaron la guerra para demostrar al mundo el poder de Estados Unidos: pensaban que Afganistán era demasiado pequeño. Y en parte creían que una victoria en Iraq garantizaría varias victorias futuras en las elecciones estadounidenses. No era mucho más que eso.

Afganistán tampoco es una guerra fácil…

En aquel momento sí lo parecía. Estuvieron sorprendidos de lo rápido que consiguieron —en su imaginación— ganar. Hoy se ve que no era cierto, claro.

Durante 2007 se habló mucho de una posible guerra contra Irán. ¿Cree que aún es probable que tenga lugar?

Sí hubo serios planes de ir a la guerra y conforme crecía la expectación parecía que Bush no iba a ser capaz de retirar la idea. Tras proferir tantas amenazas se estaba poniendo a sí mismo contra la pared, de forma que tenía que dar el golpe, porque Irán no le hacía caso. Ahora parece muy improbable. Con lo que sucede en Pakistán tienen suficiente en los próximos meses y luego tendrán que dejar el Gobierno.

¿Quién cree que será el sucesor de Bush?

Nadie lo sabe. Las elecciones norteamericanas pueden ser muy volátiles, y éste es un año muy volátil. Un paso en falso, un error en un mitin, puede hundir a un candidato rápidamente.

Iraq es un lastre para los republicanos

«La tortura era habitual en Israel desde la guerra de 1967, pero no se supo hasta los noventa»

Pues no. En Estados Unidos, las noticias sobre Iraq son positivas. Eso también podrá cambiar con un par de grandes atentados suicidas antes de las elecciones, al final de la campaña. Pero lo aquí se muestra en la prensa es que el aumento de tropas ha sido un éxito. La guerra de Iraq no es el tema número uno de las elecciones.

¿Cuál es entonces?

Hay diferencias entre los partidos. En el lado demócrata, el debate se centra en temas como la atención sanitaria. En el lado republicano, más bien en la seguridad nacional y el terrorismo.

Su último libro investiga los derechos humanos en Israel. ¿Mejora la situación?

Es difícil generalizar, porque el historial no es muy conocido: el uso de la tortura, por ejemplo, era habitual desde la guerra de 1967, pero no se supo hasta inicios de los noventa. Comparando los últimos 40 años, hay una ligera mejoría desde que se empezó a denunciar en los noventa.

Israel continúa pidiendo dinero a Alemania como compensación por el holocausto… 

Los israelíes no pararán hasta que no los odie todo no judío del planeta. Éste es el objetivo último: que cualquier persona del mundo odie a los judíos. Por eso siguen pidiendo, mendigando… y se parecen cada vez más a las horribles caricaturas del Der Stürmer. Son hoy los que más fomentan el antisemitismo, el odio hacia los judíos en el mundo. Es una situación muy triste.

¿Para que necesitan ser odiados?

«La mayoría de los judíos se cree lo que le dicen, se cree que todos los árabes quieren matar a los judíos»

Para poder decir: el mundo está lleno de antisemitas. No pierden nada: si consiguen el dinero, ganan, y si no, demuestran que todo el mundo les odia sin motivo. Es una historia repugnante. Son gente repugnante. Y es terrible lo que hacen.

Usted es judío.

Claro que lo soy. No hablo de mí. Hablo de los líderes deshonestos que cometen actos terribles contra el pueblo judío.

¿Son los israelíes víctimas de sus líderes?

Muchos ni siquiera saben lo que sucede. Se lo creen. Creen que los bancos suizos robaron su dinero. ¿Quién les dice que no es verdad? Yo también les creía. Mire, yo soy de izquierdas. Y entre una víctima del holocausto y un banquero suizo ¿con quién te quedas? Sólo después de investigar me di cuenta de que era un chantaje, un fraude. La mayoría de los judíos se cree lo que le dicen, se cree que todos los árabes quieren matar a los judíos.

¿Tan difícil es romper los esquemas y conocer el punto de vista del otro?

En Estados Unidos es imposible. Y los israelíes han conseguido apartar todas estas cuestiones de su vida. Ocurría igual antes: si querías saber qué hacía Estados Unidos en Vietnam, te enterabas. Y si no querías saberlo, nunca te enterabas. La mayoría de los israelíes nunca se llega a enterar porque no quiere saber.

Académico y activista

El “intelectual honesto”, como Noam Chomsky llamó a Norman Finkelstein (Nueva York, 1953) está acostumbrado a encontrarse con el silencio como única respuesta a sus tesis que atacan uno de los dogmas más asentados en la clase política y los medios de comunicación de Estados Unidos: la buena imagen de Israel. Su condición de judío y de hijo de supervivientes del gueto de Varsovia le ha protegido, eso sí, contra las acusaciones fáciles de antisemitismo.

Destacó en los años ochenta con su tesis doctoral que denunciaba como fraude un libro sobre el origen de los palestinos. Más tarde, su obra ‘La industria del holocausto’ (2000) provocó enardecidos debates al asegurar que las organizaciones que se proclaman representantes de los supervivientes de las masacres nazis chantajearon a los bancos suizos con una campaña de publicidad negativa. Recibió el respaldo de autoridades en la materia como Raul Hilberg, aunque otros hablaban de una “teoría de la conspiración”. Similar controversia provocó ‘Más allá del descaro’ (2005), que investiga cómo Israel utiliza la condición de víctima de los judíos europeos para defender su política en los territorios ocupados.

La última guerra de Finkelstein, que se ganó la vida durante años como trabajador social en Nueva York, le enfrentó a la universidad estadounidense DePaul en la que enseñaba como profesor asistente entre 2001 y 2007. Pese a las excelentes valoraciones de la comunidad docente se le denegó la plaza de profesor titular, según él debido a una campaña que intentaba restar credibilidad a su labor de investigación. Dimitió de su cargo en septiembre pasado.

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