Entrevista

Ramón Buenaventura

«El Tánger antiguo está tal cual, pero prácticamente en ruinas»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 11 minutos
Ramón Buenaventura
Ramón Buenaventura @ Cortesía del escritor

Han pasado casi 15 de años de la publicación de El año que viene, en Tánger, para muchos su mejor novela, pero a Ramón Buenaventura todavía se le enciende la mirada cuando habla de la ciudad en la que vino a nacer un 25 de junio de 1940. Para algunos autor de diversas prosas y poemarios, para otros traductor de Rimbaud, Lautremont, Philip Roth o Don DeLillo, es posible sin embargo que su nombre quede fijado en la Historia de las letras españolas como autor de Las Diosas Blancas, la antología de mujeres poetas que supuso un revulsivo en su aparición en 1985.

Cuando piensa en Tánger, ¿está viendo España, Marruecos, o ese territorio que llamamos infancia?
Evidentemente, mi idea de Tanger no se corresponde con nada que exista en este momento. Ya lo digo en unos versos, “Nací en una ciudad que ya no existe / en un país que entonces no existía…”. He vuelto alguna que otra vez, la última en 2008, cuando el Festival de Cine de Málaga, que tiene una rama en Tánger, me hizo un homenaje allí. Más o menos me he ido reconciliando con la imagen actual, pero es casi insuperable el concepto del Tánger internacional. No puedo pensar en un Tánger totalmente marroquí. Me gustaría, incluso me gustaria haber colaborado con el desarrollo de la ciudad, pero ya es demasiado tarde para eso.

Usted suele hablar, más que de la ciudad, del “ser tangerino”, algo que comparte con León, el protagonista de su novela. Pero, ¿cómo se define esa esencia?

«Cuando echaron a mi padre de Tánger y nos tuvimos que venir a Madrid, mi impresión era caer en un agujero gris»

Era un criollismo incipiente. Nosotros apenas nos considerábamos españoles. Lo éramos sólo en contraposición a los que eran ingleses, franceses o italianos, o judíos. Mira que no cito a los marroquíes, que nosotros llamábamos los moros sin ningún ánimo peyorativo, que eran los de allí. Nosotros teníamos una idea de tangerinidad, pensábamos quedarnos en Tánger, vivir de algunos de los chollos que había allí, compañías de agua, de electricidad, la administración… Incluso habíamos desarrollado cierta animadversión a los turistas españoles que representaban un modo de vida y una mentalidad ajena, casi hostil, a la nuestra. Estamos hablando de la España del año 54, 55, 56, esto era una cosa espantosa. Cuando echaron a mi padre de Tánger y nos tuvimos que venir a Madrid, mi impresión era caer en un agujero gris.

Eso es algo que quienes no vivimos aquel tiempo tal vez no podamos imaginar el cambio en su justa dimensión…
Se palpaba cada día. Te quitabas la chaqueta en medio de la calle, y venía un municipal a exigirte que te la pusieras, por decoro. Por otra parte, había una feroz censura, cinematográfica, literaria, de todo tipo. Nosotros estábamos acostumbrados a una libertad cultural absoluta, teníamos acceso a todas las películas y libros que se publicaban en el mundo, no en castellano, pero sí en francés y en inglés.

Ha insistido en que volver a ese Tánger es imposible. Pero, ¿la ciudad hoy ni siquiera tiene un aire de familia con la que usted conoció?
Es difícil describirlo, porque Tánger se ha desarrollado enormemente. Por una parte, lo que nosotros llamábamos los Arenales, más allá de la Plaza de las Naciones, no existía. El Tánger antiguo está tal cual, pero prácticamente en ruinas. De hecho, tengo la impresión de que están dejando que se caiga, a ver si pueden construir algo encima. Todo el Tánger modernista, el de arquitectura de los años veintitantos, treinta, está muy descuidado. A partir de la plaza de Francia, donde está el café París, la calle Bélgica que sube hasta el Instituto Español de Tánger, que ahora se llama Severo Ochoa, y luego el bulevar que baja, el ahora bulevar Mohamed V….. Esa era la parte que nosotros vivíamos.

Y todo eso es ahora decrepitud…
Es impresionante, están las mismas tiendas de antes, y han puesto carteles nuevos sobre los antiguos, las han convertido en bazares morunos, algún que otro banco… Pero está todo igual, pero en ruinas, cayéndose…

Es curioso que, para muchos, el Tánger internacional clásico está representado por Paul Bowles, mientras que usted rechaza todo aquello, afirma incluso que “llegaron tarde”…

«Tánger era básicamente una ciudad española, y Paul Bowles nunca se incorporó a eso»

Hombre, Bowles llega a Tánger en los años 40, pero toda la pandillita aquella se desarrolla en los 60, y la ciudad ya era una cosa muy distinta. Yo he editado a Bowles y le he visto responder a los periodistas que le preguntaban al respecto que él no tenía nada que ver con Tánger, que le preguntaban cosas que él no sabía. Él tenía un entorno de marroquíes a los que cuidaba, protegía y traducía, pero Tánger era básicamente una ciudad española, y él nunca se incorporó a eso.

¿Qué libros cree que sí reflejaron aquel Tánger?
Se habla mucho de La vida perra de Juanita Narboni, yo creo que refleja una mínima parte de la sociedad tangerina de los 30 y los 40, una sociedad muy identificada con la sociedad hebrea. Es un libro que está bien, pero no representa aquello. No se ha escrito el libro de Tánger, como no se ha escrito el libro sobre el protectorado español en Marruecos. Es fácil descalificar lo que allí se hizo, estoy de acuerdo con la mayor parte de esas calificaciones, pero también es verdad que allí había una vida, unas ilusiones tremendas, una gente ingenua con la esperanza terrible de seguir extendiendo el imperio español —cosa por completo absurda, pero ellos estaban convencidos—, gente que hizo unos sacrificios vitales extraordinarios, que se esforzaron en aprender el árabe, en integrarse, en participar… Eso no lo ha escrito nadie, tampoco yo. Tenía que haberlo escrito la generación anterior, yo era demasiado joven cuando salí. Mi abuelo escribió la Pequeña historia de Tánger, ahora disponible gratuitamente en mi página y anotada por mí, pero esa otra novela de la que hablaba tenía que haberla escrito mi padre.

¿Cree que hay una especie de nostalgia del Marruecos perdido que explica, por ejemplo, el inesperado éxito de una novela como El tiempo entre costuras de María Dueñas?
Estos libros sorpresa, que incluso han sido rechazados por diversos editores antes de llevarse el éxito, no suelen tener explicación clara. La cuestión de Marruecos, además, siempre fue complicada. Aquí operan diversos factores: los sobrevivientes ( que aún somos miles ), los familiares y amigos de los sobrevivientes, la curiosidad histórica de quien ha oído hablar del Protectorado y no imagina siquiera en qué pudo consistir. Luego está que la novela cuenta muy bien una historia de amor interesante, nada menos que entre un gerifalte del franquismo y una espía inglesa (que, por otra parte, creo que vivió hasta muy avanzada edad en un pueblo andaluz), narra con eficacia los ambientes y no desentona más que en algunos detalles erróneos que solo percibimos los viejos. De hecho, me parece que 2011 solamente ha tenido un vendemás de grandes proporciones, pero de una calidad muy por encima de la que suelen tener estos gruesos éxitos… Tampoco cabe excluir lo que tú llamas «nostalgia» de Marruecos, algún posible rescoldo de los sueños castellanos —cristianos— de reconquista del Norte de África para el Imperio Español y para la Cruz, vivos hasta hace muy poco. Pero no creo que ese factor haya empujado mucho las ventas del libro.

Hubo quien habló de “ajuste de cuentas” cuando salió su novela. ¿Había algo de eso en su ánimo?

«La Historia nos echó de casa, pero tenerle rencor a la historia no conduce a ningún lado»

Todos tenemos cuentas que ajustar con nuestra niñez y juventud, entre otras cosas por no haber sido todo lo que queríamos ser. Pero no tengo nada que reclamar en Tánger. Nosotros nos consideramos objeto de un agravio histórico, la Historia nos echó de casa, pero tenerle rencor a la historia es un poco fuerte, y no conduce a ningún lado. A lo mejor yo mismo hablé de ajuste de cuentas cuando salió el libro, no lo recuerdo, pero todo eso se me ha olvidado.

El hecho de que la novela se presentara como un relato traducido del francés, ¿qué juego le planteaba?
Hombre, al personaje de León —a diferencia de Ramón Buenaventura, que fue a parar a Madrid—, lo exilian a París, su madre es francesa y él bilingüe, entonces lo lógico es que lo escriba en francés. Por otra parte, hay un truco estilístico que viene bien, huir de ese riesgo frecuente de que el personaje y el autor hablen de la misma manera…

¿Y en qué le sirvió, además del conocimiento de idiomas como es lógico, su crianza tangerina? ¿Le prestó alguna otra herramienta, alguna mirada particular?
Lo que me dio es una apertura a los sonidos, la gramática, las inflexiones, ¡hasta los gestos! de los distintos hablantes. Pero para traducir propiamente dicho, no creo. La traducción es un mecanismo completamente distinto, tiene que prevalecer el idioma al que traduces. Cuando adquieres los idiomas de pequeño, tiendes a no dar importancia a uno sobre otro, a usar el que te viene bien en un momento determinado, a mezclarlos, a confundirlos.

¿Por qué no se ha dado nunca la circunstancia de que traduzca a un marroquí?
No, no, mi árabe no da tanto para eso…

¿Ni siquiera del francés?
Pues mira, básicamente creo que se ha traducido a Chukri y a Tahar Ben Jelloun, y en ambos casos lo ha hecho Malika Embarek, que está mucho mejor colocada que yo, ella habla perfectamente castellano, francés y árabe. Yo en algún momento he propuesto alguna traducción de marroquíes y argelinos, pero es que el mundo editorial está muy poco receptivo a los riesgos, y sabes que con estos autores vas a vender 50 ejemplares. El propio Tahar no creo que sea un superventas, creo que incluso ha dejado de publicarse en España. Está todo muy difícil.

Bueno, salió hace poco un librito suyo sobre la primavera árabe, y una novela en Alianza…

«La existencia de arabistas en España está muy disminuida, y se pone muy difícil la traducción»

Es cierto, Alianza también ha publicado a Maalouf, que es libanés pero creo que escribe en francés, y a algún egipcio también. No me preguntes el nombre, tengo un día de alzheimer total… Se traduce, pero muy poco. Por otra parte, la existencia de arabistas en España está muy disminuida, y a pesar de nuestra idea general del árabe, se pone muy difícil la traducción a la hora de meterse con el árabe marroquí, el árabe cairota…

No quiero acabar sin que hablemos de su libro más conocido, la antología Las diosas blancas, que revolucionó el panorama poético español. ¿Recuerda cómo era aquella época?
Este libro surge cuando yo estaba con Mayte Merodio y Jesús Munárriz, los dueños de Hiperión, y pensábamos qué se nos podría ocurrir para vender algo. No sé si fue a mí, que se me ocurrió una antología de mujeres, les pareció bien, se barajaron algunos nombres para hacerla, hasta que Mayte dijo “¿Por qué no la haces tú?”. Era una oferta atractiva, para qué negarlo. Estaba muy bien posicionado, con los enormes fondos de Hiperión. ¿El momento? No es que la poesía femenina española estuviera en pañales, ya existía Torremozas, estaba la antología de Carmen Conde, había muchas mujeres escribiendo. De lo que se trataba era de algo por lo que me denostaron, que había una voz específica, distinta. Lo asombroso sería que una experiencia humana tan distinta como la que viven las mujeres, no se reflejara en una expresión artística.

Luego, esa fórmula fue imitada muchas veces, pero no ha tenido la misma repercusión, ¿por qué?
Francamente, creo que, modestia a parte, buena parte del éxito está en mi prólogo y en lo que decía de cada una. Juan García Hortelano llegó a decir de alguien: “Fíjate si será raro, que de las Diosas blancas ¡ha leído los poemas!”.