Entrevista

Rosa María Calaf

«Casi era más fácil hacer información con la dictadura que ahora»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 23 minutos
Rosa María Calaf (Formentor, 2019) | © Alejandro Luque

Formentor | Septiembre 2019

En el comedor vacío del Hotel Formentor, la voz de Rosa María Calaf (Barcelona, 1945) se expande en el aire con una suave reverberación. A sus 50 años de trayectoria profesional, que se dice pronto, la periodista no solo exhibe una buena memoria y las ideas tan claras como siempre: también demuestra tener muchas ganas de hablar, de entrar a todos los trapos. Es la voz de una mujer que ha cubierto durante años para TVE informaciones en Nueva York (1984-1987), Moscú (1987-1989 y 1996-1999), Buenos Aires (1989-1993), Roma (1993-1995), Viena (1996), Hong Kong (1998-2007) ​y Pekín (2007-2008). Lo único que no parece haber cambiado en todo este tiempo es su característica sonrisa y el mechón que le diseñó el peluquero Llongueras.  Tampoco sus ganas de compartir su experiencia: la semana que viene será una de las estrellas invitadas a las Trobades Camus de Menorca.

Cumple usted 50 años como periodista. ¿Qué es lo que más ha cambiado de la profesión en este medio siglo?

Ha cambiado muchísimo, pero no todo antes era estupendo. Yo empecé con la dictadura, ya casi dictablanda, era bastante al final. Desde el punto de vista de la libertad personal y profesional se ha cambiado muchísimo. Y el tema de la igualdad, que yo siempre he tenido de cabecera cuando todavía nadie hablaba de perspectiva de género en la información en los 70, ha cambiado infinitamente. Cuando empecé en la televisión, en Internacional éramos tres mujeres: dos en Madrid y una en Barcelona. Me fui a Madrid porque en Barcelona no se hacía Internacional…

Los cambios tecnológicos también habrán sido enormes, ¿verdad?

He tenido la suerte de trabajar con gente joven maravillosa, preparadísima, que se sorprendían, «¿Cómo hacías sin móvil?» «¿Cómo que sin móvil? ¡Sin teléfono!» Yo me he pasado en el Sáhara un día entero intentando hablar con España. En la centralita te comunicabas por télex. Preparar un tema era bibliotecas, hemerotecas, hablar con personas que te situaran, buscar por todas partes eso que ahora en media hora lo tienes. Y eso es maravilloso, si lo pones al servicio de un buen contenido. La tecnología es un avance que te ahorra mucho trabajo. Cuidado: ahorra trabajo, pero no debe sustituir el trabajo, y eso es lo que está pasando. Ha cambiado la velocidad.

Pero siempre ha existido cierta competitividad por llegar antes, por dar la noticia el primero, ¿no?

«El ciudadano tiene que pagar por buena información igual que paga por un buen par de zapatos»

Había que ser el primero, por supuesto, el scoop siempre ha sido importante, pero contrastado, confirmado; la tendencia general era que la calidad del contenido estaba en primer lugar. Ahora no importa. Ojo, yo siempre hablo de televisión. En los últimos diez años me han contado lo de: “Oye, esto no lo tengo contrastado, no sé… Oye, pues da igual, luego ya lo desmentiremos”. ¿Cómo que da igual? Y eso que TVE ha sido mucho más cuidadosa que otras. Eso de que el contenido se supedite a la tecnología, eso es terrible. Hay que hacerlo al revés, tengo una tecnología maravillosa y la voy a poner al servicio del contenido.

¿Contrastar se va dejando, pues, de lado?

Cuando Gorbachov anunció que ya se podía uno mover por la URRS y que se iban a abrir las fronteras para que la gente pudiera ir en coche desde Europa, todo eso de la perestroika —que era mucho menos, dicho sea de paso; no era la apertura total como se interpretó desde Europa—, un compañero de EFE y yo queríamos comprobar si era verdad y propusimos irnos a Alemania, comprarnos un coche e ir a Moscú. Imagínate que haces eso ahora: desapareces diez días para comprobarlo. Eso es hacer periodismo, no el que te digan algo y nadie compruebe si es verdad.

¿Es un factor la inexperiencia? Vemos que a periodistas que llevan muchos años en la profesión se los sustituye por gente que recién sale de la facultad.

Decir eso parece decir que los jóvenes no saben, son tontos… Tiene que haber una sustitución. La pregunta es: ¿El objetivo es la excelencia informativa? Evidentemente no. Es la rentabilidad económica, más docilidad, menos memoria. No es nuevo el que el periodismo sea difícil y que haya que pelear contra una serie de intereses. Las imposiciones publicitarias alguien las tiene que pagar. O el ciudadano es consciente de que tiene que pagar por buena información igual que paga por un buen par de zapatos, o te metes en la red y ves cinco imágenes de no sé qué.

O debe haber un servicio público…

Los políticos deben garantizarle al ciudadano sus derechos, y uno de esos derechos es la información. La política está para garantizar que el ciudadano tiene una buena información. Pero no solo no hace eso, en general, sino que al revés la desacredita, la mina, y la destruye para que no le moleste. Jefferson decía que entre un país con gobierno y sin periódicos y un país con periódicos y sin gobierno, prefería un país con periódicos y sin gobierno. Se entiende con periódicos responsables, que informaran.

¿Hoy informan menos que antes? ¿Hay más opinión y menos información?

Toda esa presión de cómo financiamos la información siempre ha sido relevante. Los medios han tenido que vivir, pero el objetivo no era hacerse millonarios, era ejercer un periodismo conservador o progresista, pero no hacer dinero. La información no puede ser un valor que cotice en bolsa, hay bienes que son sociales. Es evidente que siempre ha habido una voluntad de manipulación política, de llevar el agua al molino para que los medios informen de lo que tú quieres que informen, pero no estaba tan interferido como ahora.

Hay mucha gente que se informa de lo que pasa en el mundo en Twitter. ¿Puede llamarse eso información?

«El lenguaje mediático hay que enseñarlo desde pequeño, igual que se aprende a hablar y a escribir»

Eso me parece preocupante. La gente cree que está informada cuando está entretenida y el entretenimiento significa muchas veces una voluntad mercantilista de que consumas. Que esto tenga clics y una repercusión económica, eso es legítimo. Pero también hay el que utiliza eso no con un fin mercantilista, sino con un fin manipulador, un fin de simplificación de las realidades y entonces, ¿qué ocurre? Que la ciudadanía cree que está bien informada, pero decide en base a una información errónea y muchas veces muy intencionada. Al final, las sociedades están tomando decisiones sobre emociones y no sobre opiniones. No es una opinión publica sustentada en una buena información.

¿Cree que nos ciega el acceso fácil a lo que creemos información?

La tecnología es magnífica como herramienta y debería facilitar la mejor información del mundo, pero eso hay que enseñarlo porque nadie nace enseñado. El lenguaje mediático es un lenguaje, igual que hemos tenido que aprender a hablar y a escribir. El lenguaje mediático hay que enseñarlo desde pequeño. Tiene tantas interferencias, comerciales, de manipulación política, y hay una fagocitación de la política por la economía. Igual que tenemos una sociedad de emoción y no de opinión tenemos sociedades donde la economía se ha comido la cosa pública y son sociedades de mercado. No economías de mercado sino sociedades de mercado donde todo se valora en función de un precio. Eso es muy grave, porque hay muchas cosas que tienen valor, pero no un precio.

Con estos elementos, ¿cómo ve el futuro de la profesión?

Yo siempre soy optimista, siempre lo he sido, la historia de la humanidad es cíclica. Estamos mejor ahora que hace 150 años, pero siempre ha habido parones y momentos de cambio. Y cuando cambian los modelos hay un momento de incertidumbre donde no sabemos adónde se va. No sabemos bien lo que tenemos en la mano, cómo gestionarlo. La mentira ha existido siempre, pero la difusión de la mentira con la eficacia, amplitud y rapidez que tiene ahora no había existido nunca. Llega mucho más rápido, a mucha más gente y está mejor construida. La consecuencia es un riesgo mayor.

Hoy, todo el mundo lleva una cámara en el móvil. ¿Todo el mundo ya puede ser periodista?

«En el ámbito masculino te van a contar la vida oficial, pero con las mujeres ves la vida diaria»

Eso es un problema enorme. Lo comparo con la medicina. Si tienes que operarte de corazón te vas a un cirujano y a ser posible que tenga 30 años de experiencia, que no acabe de salir de la facultad hace cinco días. Con la información es lo mismo. La importancia de informar y educar bien es esencial

Usted fue pionera como corresponsal mujer. ¿Había una forma distinta de informar entre mujer y hombre?

El que se informe de una forma u otra depende de la persona, no hay una forma diferente per se, pero partes de una educación diferente, prestas atención a veces a una parte de la noticia distinta, y lo que empezamos a introducir más las mujeres fue el interés por lo que les pasa a las mujeres. Irse la importancia de la vida diaria: las comunidades funcionan si funcionan las mujeres, si no, no. Antes se había dejado de lado y ahora mucho menos. No es lo mismo trabajar aquí que en Pakistán o Afganistán: según la represión, la discriminación, que sufran las mujeres donde estás trabajando vas a tener más dificultades, pero vas a tener una ventaja enorme: poder entrar en el mundo de las mujeres donde los compañeros hombres no van a poder entrar o les va a ser muy difícil. Y ahí vas a ver la vida real, porque en el ámbito masculino te van a contar la oficial, pero con las mujeres ves la vida diaria.

¿Cómo se defendía del machismo en la profesión?

En televisión había de todo, pero nunca me encontré una barrera insalvable. Sí me encontré inercia de exclusión, que de entrada esto no se te proponía, ¿esto como lo va a hacer una mujer? ¡Ir a la guerra! Esto tenías que pelearlo, te crea una necesidad permanente de demostrar tu capacidad, no podías bajar la guardia, era la pelea por luchar por el espacio. Nunca me encontré, o solo una vez, con un «Esto no puedes hacerlo porque eres una mujer».

Una vez… ¿en qué situación?

Fue con el golpe de Estado de Guinea Ecuatorial con Obiang contra Macías [en 1979]. Dije que quería ir. La situación era mala. No había hoteles y se había decidido enviar un barco para que vivieran en el barco, los periodistas y observadores, y me dicen: Al final se va a hacer esto y no puedes ir porque todos van a ser hombres menos tú y te podría pasar algo. A los tres días fui, pusieron unos containers en tierra y allí nos quedábamos. Mandé una carta diciendo que el argumento era absurdo: yo puedo ir, si los que no se van a comportar son ellos, que no vayan. Fue la única vez que me lo dijeron de frente. Luego había que ir venciendo la condescendencia injusta, y luego esa inercia que no es mala voluntad de valoración distinta de tu trabajo.

¿Un ejemplo?

«Cuando me preguntaban: ¿Qué te ha parecido mi pieza? respondía: Ah, la corbata te quedaba genial»

Cuando llegué a Madrid, los reporteros de calle eran todos chicos porque no había reporteras, y cuando volvía de hacer mi pieza me decían: He visto tu pieza, qué guapa estás. O: Esa blusa azul qué bien te queda… No lo hacían con mala intención, creían que era lo que a mí me iba a gustar. Empecé a hacer lo mismo. Cuando me preguntaban: ¿Qué te ha parecido mi pieza? Ah, la corbata te quedaba genial. Cuando pones a las personas ante una actitud absurda, se dan cuenta de lo ridículo que suena, y se daban cuenta. Luego, cuando avanzabas, siempre había que sexualizarlo de alguna manera: te habías acostado con alguien… Pero vamos, eso les pasaba a todos, a los hombres también se les intenta desacreditar por otras vías y de una forma individual.

¿Cómo trataría ahora el tema de la inmigración en Europa?

En el tema de las migraciones hay unas pautas muy claras. Las ha dado la Red Ética del Periodismo: ser muy rigurosos con el lenguaje, no utilizar un lenguaje que estigmatiza. Dar datos: asaltan la valla de Melilla; a ver ¿eso qué significa en porcentaje con los que han llegado por aeropuertos, etc.? No solo dar cifras, sino historias: son personas, no números. Humanizar y poner en el mismo plano de derechos: no estamos haciendo caridad por dejarlos venir. ¿Por qué vienen? ¿Qué responsabilidad tenemos en que vengan? Esta persona tiene el mismo derecho a la seguridad, a la vida digna; si nosotros somos en gran parte los responsables —no los únicos— de que en sus lugares de origen no tengan esos derechos, tenemos que reconducir nuestra conducta. Tienes que hacer que la gente se haga preguntas que conduzcan a buscar responsabilidades.

¿Cómo haría un reportaje sobre la ultraderecha?

Hay que darle el espacio que le corresponde, no podemos hablar más de ellos que de los otros partidos. En Grecia contaban que Amanecer Dorado no ha salido [en las últimas elecciones] porque en la prensa los ignoraron: ¿Por qué les vamos a hacer más acaso a ellos que a los animalistas? Pero, ¿cómo controlas eso en las redes? Te crean un pequeño grupo que salta con una noticia absurda, el algoritmo hace que salte a uno más grande y luego a los medios. Si le das pábulo a toda esta información inventada, ya no tienen que hacer nada, ya circula sola por la red. Las informaciones hay que medirlas. Si dices esto, te dirán: Pero la libertad de expresión…. ¿Y tú quién eres para decidir? Pues claro que eres quién… ¿Quién va a ser? ¿Facebook?

¿Puede haber demasiada libertad de expresión?

Hemos perdido el concepto de la repercusión. Casi era más fácil hacer una información con la dictadura que ahora. Cuando haces una información en una situación en la que el ciudadano sabe en qué condiciones se está haciendo, se establece una complicidad: estáis en la misma onda, se busca entre líneas, hay un sentido de conexión de confianza entre el emisor y el receptor de la noticia, es tan escéptico el periodista como el receptor. Pero con un escepticismo positivo: está tratando de contarme lo que me tiene que contar. Ahora el receptor cree que es absolutamente libre y que lo que le llega es también libre, y eso es mentira. Ese nivel de comprensión se ha roto.

Usted estuvo en el comienzo de TV3, fue parte del equipo fundador. ¿Cómo han evolucionado sus informativos?

«TV3 me hace sufrir mucho: esa voluntad de televisión pública que tenía al principio la ha perdido»

Pues me hace sufrir mucho. Esa voluntad de televisión pública que tenía al principio la ha perdido y se ha alineado con esa práctica no solo española de que cuando uno llega al gobierno, se cree que la televisión pública es su televisión. Cuando se gestó el proyecto, no sé las motivaciones que podía tener la Generalitat, Pujol, y sobre todo [Lluis] Prenafeta, que estaba muy metido en el proyecto. A lo mejor eran esas: que fuera su televisión, pero los del equipo llegamos con una voluntad de hacer algo que fuera muy moderno, que se alineara con la televisión francesa, trabajamos con la CNN en cuanto a tecnología, compramos series a la BBC, había una clara voluntad de que no fuera como TVE, queríamos que fuese independiente y tremendamente plural.

¿Ya no lo es, entonces?

Ha ido derivando en los últimos años. Me preocupa porque se ha sesgado la información de una manera tremenda, y no lo digo yo, lo dicen quienes están dentro, que tienen una serie de presiones… Da una pena horrible, yo la monté y la puse en marcha y luego me volví a TVE. Luego me ofrecieron volver al Consejo de Administración, pero a mí los despachos no me gustan, a mí me gusta hacer tele, no mandar que la hagan los demás.

¿Cree que una televisión autonómica tiene sentido siempre?

Soy muy fan del periodismo local, es la base de un buen periodismo. Lo de TV3 me duele porque creo en la televisión pública y en la televisión cercana que trate los temas… No las fiestas de sardanas o las jotas en la televisión de Aragón. La cultura es esencial, igual que hay que reforzar la propia cultura hay que interrelacionarla con las demás culturas: tienes que estar abierto a incorporar todo lo que se pueda, y que no todo es tan distinto. Yo soy internacionalista pura y creo que la globalización sería estupenda si no fuese en beneficio de unos pocos.

Tal y como se globaliza hoy, ¿se siente defraudada?

El problema de nuestra civilización es la fragmentación, por un lado, estamos hablando de globalización y lo que estamos haciendo es todo lo contrario: cada vez individualizamos más. Es una paradoja: hemos eliminado las distancias porque con un clic sabemos lo que está pasando en China, pero ¿hemos eliminado las diferencias? No: las estamos reforzando con el miedo al otro, el rechazo, todo lo que viene de fuera es una amenaza, ese miedo a lo distinto, cuando no se convierte en odio… Pero vamos a ver: ¿de qué vamos a aprender si no es de lo diferente?

En TVE, ¿los corresponsales van rotando? ¿Por qué?

Eso es ahora, fui la primera que hizo eso. Antes eran casi vitalicios, en el mismo sitio, yo siempre fui muy partidaria de hacer como con los diplomáticos, de estar cono máximo unos cinco años. El corresponsal lo que aprende en un sitio lo utiliza en otro, mejoras tu calidad base de corresponsal. No me parece mal que en las corresponsalías de Internacional haya una especialización, pero que no se esté mucho tiempo, porque cuando llevas mucho tiempo en un mismo sitio, te mimetizas. O te gusta y te integras, y esa visión de la distancia y perspectiva la pierdes, o no te gusta y tienes que pelear contigo mismo para que no se note.

Usted fue corresponsal, pero también ‘paracaidista’, es decir enviada a conflictos en regiones donde nunca había estado. Últimamente parece que los paracaidistas sustituyen a los corresponsales. ¿Se pierde algo?

«Hemos convertido la información del corresponsal solo en titulares con ribetes de espectáculo»

Yo creo que se ha perdido mucho porque están salvando la información internacional los freelance. El cambio ha sido radical, porque al corresponsal le tenías que dar unos recursos, una formación y un tiempo para que pudiera entender y seguir lo que pasaba en su zona y poder transmitirlo con la óptica de tu entorno: no informa igual un sueco que un español, cada uno va con su propio marco cultural. Ahora el corresponsal no se mueve de la oficina. Hemos convertido la información del corresponsal solo en titulares con ribetes de espectáculo, potenciando la inmediatez sin contenido, en algo efímero, no se desarrollan los temas, informamos de acontecimientos, no de procesos. La información son procesos: las cosas no suceden porque sí.

¿No hay tiempo para explicar cosas?

Los corresponsales no hacen lo que tienen que hacer porque no les dan los recursos. Fui jurado del festival de información de Montecarlo. Premiamos un reportaje de la televisión sueca sobre la disidencia iraní, realizada con los que se había logrado salvar de Irán en los años 80. A algunos yo los había conocido, porque yo estaba cuando llegó Jomeini. A muchos de los que habían apoyado a Jomeini los encarcelaron. Y muchos de los que fueron responsables directos de las matanzas y la cárcel de Irán del Sha ejercían de lo mismo con Jomeini y están en el gobierno ahora. Total, un equipo haciendo durante tres años el reportaje, una maravilla. Y otro premio fue para los noruegos sobre los drones que matan a gente en Afganistán y que se dirigen desde Nevada. Cuando tú ves en la foto todo borroso, ellos ven perfectamente todo, pueden identificar a las personas, ver a los niños… Tres años haciendo ese reportaje, pero luego no lo ves en ninguna parte.

¿Conoció Iran antes de que hubiera obligación de cubrirse?

No, yo ya fui disfrazada. No suelo disfrazarme si no es necesario, y siempre lo digo en mis charlas, lo del velo me pone de los nervios, porque ya no es solo que a mí me moleste porque se cede a lo banal y a la dictadura de la imagen, es que estás mintiendo. Si te estás poniendo un chaleco [antibalas] cuando no es necesario, estás introduciendo un elemento de tensión y peligro inexistente. Hacíamos una broma siempre: mira, ya vienen aquí los reporteros intrépidos de la quinta planta de el Corte Ingles, porque era como un uniforme de reportero intrépido, eso introduce matices en la información. Yo hice una crónica en Timor donde salen tanques, helicópteros, soldados armados, y salgo normal, sin chaleco ni nada, ahora todo el mundo saldría con todo puesto, ¿para qué? Se ponen el chaleco para hacer la entradilla.

De toda su trayectoria, ¿se quedaría con algún reportaje concreto, alguna cobertura?

Me cuesta muchísimo, porque he sido muy afortunada… Tal vez la etapa de abrir la oficina en la URSS, ver en primera persona el desmoronamiento de la URSS y la gran mentira que era y el personaje de [Mijail] Gorbachov, que creo que es el único político que se ha sacrificado por hacer lo que quería hacer, que no se iba a poder hacer, era evidente… Una etapa a la que desde hace unos tres años le doy muchas vueltas es la etapa [del presidente estadounidense Ronald] Reagan: en la reelección de Reagan a principios de los 80 es cuando se gesta toda la base de lo que está pasando ahora.

¿A qué cambios en concreto se refiere?

«Inventaron lo del empotrado: con la excusa de la seguridad se cercenan las libertades de movimiento»

Se han ido introduciendo unas variaciones que no salen de la nada. Esa voluntad de una sociedad mucho más plana, mucho menos crítica, con menos derechos, todo eso se estaba gestando allí, la mezcla de la política y el espectáculo que luego la vi consolidarse en Italia con Berlusconi, como la información se va espectacularizando, como nacen los ‘spin doctor’: la manipulación informativa que entonces no mentía, pero maximizaba o minimizaba lo que convenía, con personas que se dedicaban solo a eso. También viví las primeras elecciones democráticas en Chile y en Paraguay, [Raúl] Alfonsín [en Argentina] y el primer paso al neoliberalismo furibundo de [Carlos] Menem. ¿Qué eliges de todo esto?

También cubrió bastante mundo árabe, ¿no?

No. Hice al principio de todo la invasión de Israel de Líbano del 82 y la expulsión de los palestinos, luego estuve en Túnez…

¿Qué le impacto en Líbano?

Fue muy duro porque entonces las transmisiones eran muy complicadas, y no teníamos las facilidades de los americanos, que tenían un barco donde tenían montado los transmisores, nosotros teníamos que ir a Israel pasando por la zona drusa, no podíamos transmitir todos los días, era bastante inseguro. A los periodistas se nos consideraba un objetivo. Cada bando quería llevarte a su terreno, luego pasamos a ser una pieza de comercio: secuestraban a periodistas para la repercusión, como moneda de cambio. Luego empezaron a inventar lo del empotrado: con la excusa de la seguridad se cercenan las libertades de movimiento.

Dígame un consejo para alguien que empiece en el periodismo.

Ser muy consciente del tipo de profesión que es: es una profesión de servicio que consiste en trabajar con un bien delicadísimo, vapuleado siempre y seriamente amenazado, que es la información. El compromiso personal, tener claro que no es fácil, es importante. Esto no se explica bien en las facultades donde están deslumbrados por ese falso periodismo, el periodismo de la televisión espectáculo. Un dato alarmante es que ahora haya más periodistas en gabinetes de comunicación creando información que buscando información. ¿Son malos los gabinetes de información? No, pero se pervierte el oficio.

¿También en la guerra?

Empezaron los bandos a hacer su propia información y los medios empezaron a darles espacio, y claro, eso no es información, si tienes al ISIS mandándote vídeos —videos perfectamente hechos, porque los hacía gente de Hollywood— y el medio lo pone, le estas dando espacio gratis. No tienes problemas de seguridad, es más barato, no tienes problemas de secuestros. Creamos esa insensibilidad ante lo intolerable y lo trágico. En Beirut te tenías que mover con cuidado, antes los frentes estaban delimitados, pero empezó a haber muchas facciones, a utilizarse a los civiles, se vició todo muchísimo.

¿En qué aspecto?

Mira el ejemplo de [José] Couso: no solo te matan los enemigos, te mata tu propio bando si le molestas. La información es más difícil de obtener, el ciudadano se acostumbra a que le den un sucedáneo de información, que es propaganda. Y ahí estamos.

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