Matrimonios exprés con niñas sirias
Ethel Bonet
Zahle (Líbano) | Julio 2015
Basma juega entre sus dedos con un anillo invisible; Aquel que llevó en su dedo anular durante tres meses y ahora guarda en una cajita para no recordar su matrimonio. Cuando no tenía más de 14 años, su padre, Abu Khalil, la forzó a casarse con un hombre de buena posición económica que se la llevó lejos del campo de refugiados en Zahle, una localidad en el valle de la Bekaa, en el este de Líbano. Una boca menos que alimentar en esta familia numerosa de siete hijos, oriunda de Homs.
La vida de esta niña refugiada se convirtió en un infierno. Basma llamaba por teléfono cada día a sus padres, pidiéndoles volver con ellos al campamento. Incluso llegó a amenazar a su padre con suicidarse si no regresaba con ellos.
La pesadilla de Basma acabó hace siete meses. De vuelta a casa, la adolescente descubrió que estaba embarazada pero ha perdido el bebé. En muchos casos sería una tragedia pero para Basma es un gran alivio.
«La casé por dinero. Pensé que era una buena idea y que iba a poder ayudar económicamente a mi familia”
“Abusaba de mi física y psíquicamente”, rememora la niña. Cuando no quería tener sexo con él, la castigaba psicológicamente, ignorándola y dejándola encerrada en la casa. “A veces no aparecía en dos días, y tenía que dormir con sus hermanas. Yo prefería estar con ellas que tener que estar con mi esposo”, explica Basma. Ahora, la adolescente intenta recuperarse de aquel trauma, con la ayuda de las especialistas de la ONG libanesa Beyond Association. Basma quiere volver a estudiar y tener un trabajo el día de mañana.
Abu Khalil se arrepiente de haber obligado a su hija a casarse. “Lo hice por dinero. Su pretendiente tenía tierras y negocios. Pensé que era una buena idea y que iba a poder ayudar económicamente a mi familia”, lamenta el padre de la niña. “No volveré a casar a ninguna de mis hijas si ellas no están de acuerdo”, se reafirma.
El marido de Basma no le concedió el divorcio y ahora exige al padre una indemnización económica de 750 dólares para dejarla libre. “No se qué vamos a hacer. No tenemos ese dinero y nos está presionando”, advierte Abu Khalil.
Historias como la de Basma se repiten en todas las comunidades de refugiados en Líbano, Jordania, Turquía e Iraq. Según un estudio de UNICEF, uno de cada cinco matrimonios en los campamentos de refugiados son forzados y con menores de edad.
“Algunas niñas han sufrido abusos sexuales durante unas semana y después fueron devueltas a sus padres»
Algunos padres creen que el matrimonio protege a sus hijas del abuso físico o sexual, o que el matrimonio servirá para garantizar la seguridad económica de las niñas y disminuir los gastos de la familia. Pero “el matrimonio infantil no es una alternativa segura para las niñas”, insiste Houda, una psicoterapeuta libanesa que trabaja para Beyond Association.
“Nos han llegado casos de todo tipo”, explica. Pasa a enumerar ejemplos: “Algunas niñas, una vez casadas, han sufrido abusos sexuales durante unas semana y después fueron devueltas a sus padres; otras llegan embarazadas. Es terrible”, denuncia Houda.
Los matrimonios con menores sirias se ha convertido en el lucrativo negocio en el que están implicados incluso clérigos musulmanes. Un negocio que permite a los “rectos” musulmanes salafistas, que vienen al Líbano por viaje de negocios, abusar sexualmente de una menor durante unas semanas y después regresar a sus paises sin ataduras ni problemas legales.
La sharia (ley islámica) no establece un claro límite de edad para casarse, algo que según algunas interpretaciones se permite incluso antes de alcanzar la adolescencia. En los sectores tradicionales de varios países musulmanes es bastante común encontrar a niñas casadas a partir de 15 años o incluso antes. Cuando la edad mínima oficial es superior, estos enlaces son llevados a cabo por autoridades religiosas y no civiles.
En Siria, la edad mínima para el consentimiento sexual se establece en los 15 años, mientras que la mínima para casarse está en los 17 años para chicas y los 18 para chicos, pero un juez puede autorizar un matrimonio a partir de los 13 años para chicas y los 15 para chicos.
“Los jeques reciben en la mezquita a pretendientes del Golfo preguntando por novias menores de edad y son ellos mismos quienes que hacen de mediadores para convencer a los padres a ofrecer a sus hijas en matrimonio”, denuncia la doctora Houda. “Los clérigos van a visitar a los padres a los campamentos y les dicen que todo es legal y que es mejor que sus hijas estén casadas para evitar que otros hombres puedan abusar de ellas”, explica.
A veces son los padres quienes reciben directamente un mensaje telefónico de un desconocido “ofreciendo entre 1.500 y 2.000 euros por casarse con su hija”, revela la psicoterapeuta.
“Se las llevan a los hoteles por unos días y después se marchan pagando sólo una parte de lo acordado”
Algunos de estos pretendientes ni siquiera cumplen con el trato y pagan sólo una parte del dinero. “Se las llevan a los hoteles por unos días y después se marchan habiendo pagado a los padres sólo una parte de la cantidad acordada,”, denuncia la doctora. La situación de los refugiados sirios es tan vulnerable que los padres se ven obligados a hacer cualquier cosa para poder mejorar un poco sus condiciones de vida.
En ocasiones, también ocurre que cuando una mujer siria llega con sus hijos pero sin su esposo, -bien porque está detenido, luchando, o ha muerto-, los propietarios libaneses que les alquilan una habitación “les hacen una oferta de quedarse con una de sus hijas a cambio de vivir gratis”, denuncia Houda. “Es un fuerte impacto psicológico para las niñas”, advierte.
“Las chicas que se casan antes de los 18 años son más propensas a recibir palizas de sus maridos y se ven obligadas a tener relaciones sexuales cuando todavía no están desarrolladas como mujer”, explica la doctora. «Pierden su infancia, se olvidan de sus amigos, tienen muchas responsabilidades que nadie les ha enseñado. Es difícil cuando sigues siendo un niño tener que cuidar de otro niño”, lamenta Houda. “También deben ser maduras para vivir con otra persona y para desarrollar con él una relación de igualdad. El matrimonio precoz priva a las niñas de la oportunidad de ser iguales y crecer de manera sana», insiste la psicoterapeuta.
«En muchos casos lo único que se busca es tener sexo y no una esposa y después de un tiempo, las abandonan»
El principal problema es que cuando regresan están traumatizadas y les es muy difícil reintegrarse con los otros niños o volver a la escuela. “En las sesiones les enseñamos a volver a confiar en si mismas, que crean que ellas no han hecho nada malo”, explica Polin, la terapista de Beyond Association, también libanesa.
“Es muy difícil poder controlarlo. Que una niña adolescente se case es normal en la sociedad musulmana. Pero en muchos casos lo único que se busca es tener sexo y no una esposa y después de un tiempo, las abandonan”, advierte Polin. “Como no podemos detener este fenómeno, tratamos de hacerlo de una manera muy sutil, ya que las familias pueden pensar que estamos llegando con ideas occidentales y queremos romper con las tradiciones”, manifiesta.
“Las madres, que fueron forzadas a casarse a edades tempranas, por lo general te dicen que no estaban contentas de haberlo hecho. Pero después algunas de ellas hacen lo mismo con sus hijas, porque es la tradición. Incluso sabiendo que no es su derecho y es injusto», exclama Polin, resignada.
Cada vez más niñas casadas
El fenómeno de chicas sirias refugiadas casadas a la fuerza con hombres mayores no se limita a Líbano. Se da igualmente en Turquía, donde muchas de ellas incluso se convierten en segundas esposas de hombres turcos, pese a que la ley turca prohíbe estrictamente la poligamia. Pero dado que los matrimonios se celebran únicamente por imames, sin intervención del registro civil, quedan fuera de la ley.
Según un informe de la ONG Save the Children, realizado en 2014, el problema se ha detectado también entre refugiadas sirias en Egipto y en el Kurdistán iraquí autónomo pero sobre todo en Jordania.
En la propia Siria en 2011, es decir antes de generalizarse la guerra, un 13 por ciento de las chicas menores de 18 años ya estaban casadas. El mismo año, en la comunidad de refugiados sirios en Jordania, era del 12 por ciento, pero al año siguiente, la proporción subió al 18 por ciento y en 2013, al 25 por ciento. Teóricamente, también en Jordania el matrimonio sólo se puede celebrar a partir de los 18 años, pero los jueces pueden autorizarlo a partir de los 15. Algo que parece ser una práctica habitual, concluye Save the Children.
I. U. T.
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