Rusia y Turquía se desafían en el tablero sirio
Daniel Iriarte
Antakya | Marzo 2012
“Rusia ha empezado a enviar tropas a Siria. Los primeros soldados llegaron al puerto de Tartús hace seis días”, dice Omar Kilani, activista de la oposición y ex miembro del Consejo Nacional Sirio, que ahora coordina acciones de apoyo a la oposición desde la ciudad fronteriza de Antakya, en el sur de Turquía. “Todavía no sabemos si están combatiendo, estamos tratando de averiguarlo”, cuenta Kilani.
Esta afirmación, difícil de corroborar, la vienen repitiendo una y otra vez opositores sirios (políticos, refugiados y desertores) en sus conversaciones con M’Sur. La fuente, al parecer, es la agencia rusa Interfax, que la semana pasada publicó una noticia en la que mencionaba la llegada del petrolero ruso “Iman” a la base naval de Tartús, bajo control ruso. La misión de este barco es el suministro de combustible a los barcos militares rusos presentes en el Golfo de Adén, pero, según la agencia, habría llegado a Tartús con una unidad antiterrorista de la marina a bordo.
La misma información fue publicada ese mismo día por la agencia estatal rusa Ria Novosti, citando a “fuentes en la Flota del Mar Negro”, aunque sólo en su versión en árabe, tal y como ha comprobado M’Sur. Anba Moscow, el servicio en árabe de Ria Novosti, aseguró el pasado lunes que “fuerzas especiales antiterroristas” habían llegado a Tartús. “El país se está dirigiendo hacia una verdadera guerra. Lo que estamos viendo son los primeros signos de participación internacional”, asegura Kilani.
Y uno de esos participantes podría ser Turquía, que ha empezado a dar muestras de que prepara algo de cara a la próxima reunión del llamado “Grupo de Amigos de Siria”, que tendrá lugar en Estambul el próximo 1 de abril. El gobierno turco está presionando a las diferentes facciones opositoras para que presenten un frente unido de cara a esta cumbre, donde algunos países —especialmente Turquía y Qatar— podrían tomar importantes medidas a favor de la oposición siria.
«Siria se dirige hacia una verdadera guerra internacional», asegura un activista
Además, Turquía cerró esta semana su embajada en Damasco y ordenó el regreso del embajador, Ömer Önhon, y de todo el personal diplomático de la capital. No obstante, el consulado en Aleppo —la ciudad que registra una mayor actividad comercial turca— permanecerá abierto por ahora. Las razones esgrimidas por las autoridades turcas son de “seguridad”, puesto que la postura progresivamente crítica del gobierno turco hacia el régimen sirio ha expuesto a sus ciudadanos a represalias.
Asaltos a sedes diplomáticas turcas
Las legaciones diplomáticas turcas en Siria ya fueron asaltadas por una multitud de exaltados el pasado 13 de noviembre, y ciudadanos turcos han comenzado a ser atacados. El lunes, el camionero Suphi Ezer murió a consecuencia de heridas de bala recibidas durante un tiroteo el pasado 16 de marzo, el tercer transportista turco muerto en Siria en los últimos diez días.
En Turquía se ha especulado mucho sobre la posibilidad de crear una “zona colchón” en territorio sirio, que sirviese de santuario para los desplazados, evitando así que éstos crucen la frontera. Hace dos semanas, el primer ministro Erdogan indicó por primera vez que dicha opción estaba sobre la mesa. Pero para ello sería necesario el envío de tropas que asegurasen el área, lo que con toda probabilidad se traduciría en enfrentamientos armados con el ejército sirio. La enorme potencia militar de las fuerzas armadas turcas —las segundas más potentes de la OTAN— asegura una amplia superioridad frente a las tropas sirias. Pero ahora, la gran inquietud de los estrategas turcos, como en los viejos tiempos de la Guerra Fría, es terminar enfrentándose a combatientes rusos.
Rusia reivindica abiertamente la venta de armamento al régimen sirio, que ha firmado recientemente contratos por valor de casi 4.000 millones de dólares (unos 3.130 millones de euros), convirtiéndose en el quinto importador de armas del estado ruso. Por ello, éste se ha opuesto siempre a la imposición de un bloqueo en el marco del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que estaría obligado a acatar. Ahora, lo que pesa sobre Siria son sanciones aplicadas por Estados Unidos y la Unión Europea, que no afectan a las exportaciones rusas, dado que Rusia no es un estado de la UE.
“Estamos vendiendo armas a Siria para su defensa nacional, para su seguridad nacional. No le estamos proveyendo de armas que puedan ser usadas contra manifestantes, contra ciudadanos pacíficos, ayudando a alimentar el conflicto”, aseguró hace dos semanas el ministro de exteriores ruso, Sergei Lavrov. “Solo estamos ayudando a Siria a protegerse contra amenazas externas”, añadió.
La cuestión del envío de tropas es más sensible. El ministro de defensa ruso, Anatoli Serdiukov, ha negado que miembros de las fuerzas especiales rusas estén operando dentro del país. Sin embargo, sí ha admitido la presencia de consejeros militares y técnicos rusos. “Estamos seguros de que hay unos doscientos militares rusos en suelo Siria. No obstante, no podemos confirmar que se trate de combatientes de elite u otro tipo”, dice Omar M., jefe de relaciones públicas de la Comisión de Ayuda Humanitaria a Siria, que coordina las redes de suministros en el interior del país, y abiertamente alineada con el Ejército Sirio Libre.
Siria, aliado de Rusia
La relación privilegiada del régimen sirio con Rusia viene de antiguo, heredada de la época soviética: durante la Guerra Fría, Siria se convirtió en el mejor aliado de la URSS en Oriente Medio, llegando a copiar ampliamente su modelo político y económico. De aquella época, Moscú retiene la base naval de Tartús, una de las claves de su actual apoyo al régimen de Assad.
La base de Tartús es la clave del apoyo ruso
La base de Tartús fue construida en 1971 en virtud de un acuerdo con la Unión Soviética. Sin embargo, tras la desaparición de la URSS, ha servido ante todo como punto de abastecimiento para la Flota Rusa del Mar Negro. De los tres muelles de los que consta, tan sólo uno está operativo.Pero desde hace años está prevista la habilitación de la instalación para que pueda funcionar como base para una presencia naval rusa permanente en el Mediterráneo. El año pasado, el almirante Vladimir Visotski mencionó 2012 como la fecha más probable para ello, aunque el reciente envío de barcos de guerra podría acelerar la renovación del complejo.
En los últimos años, la base naval ha sido motivo de algunos episodios oscuros. Entre otros, el segundo jefe de la inteligencia militar rusa en el exterior, el general Yuri Ivanov, desapareció en Siria en julio del año pasado, y su cadáver apareció flotando en una playa turca semanas después.
Aunque oficialmente se aseguró que se había ahogado nadando, muchos analistas indicaron la probabilidad de que en realidad se tratase de un asesinato político, y apuntaron a su relación con el proyecto de Tartús: un punto estratégico que resulta fundamental para la nueva estrategia naval de Rusia, y que Moscú teme perder si el régimen de Assad es sustituido por un gobierno prooccidental.
El veto ruso (junto con el de China) es lo que ha impedido la adopción de sanciones contra Siria en el Consejo de Seguridad de la ONU. Por ello, en las manifestaciones progubernamentales que se celebran en Damasco y otras ciudades, no es infrecuente ver banderas rusas mezcladas con las sirias. El enviado especial de la ONU y la Liga Árabe para Siria, Kofi Annan, visitó esta semana Moscú y Pekín para intentar asegurar el apoyo de ambos países a sus esfuerzos mediadores. Ambas capitales han mostrado su acuerdo inicial, aunque las dos parecen tener la misma “línea roja”: se oponen firmemente una intervención occidental, especialmente de la OTAN. Por ello, la idea que baraja Annan es la de una fuerza multinacional de mantenimiento de la paz, compuesta en su mayoría por soldados de los países miembros de la Liga Árabe, un proyecto respecto al que, por ahora, ni Pekín ni Moscú parecen tener nada en contra.
“Hemos estado trabajando a diario con el gobierno sirio para urgirle a que de pasos que calmen la situación. Lamentablemente, no siempre ha seguido nuestro consejo”, declaró Lavrov a la Duma (el Parlamento ruso) el pasado 13 de marzo. “No defendemos al régimen o a personalidades específicas, estamos defendiendo la legislación internacional que pide que los conflictos internos sean resueltos sin interferencia extranjera”, aseguró el ministro de Exteriores ruso.
De ahí lo polémico de una posible presencia militar rusa en Siria más allá de la inherente al mantenimiento de la base de Tartús, que dinamitaría el discurso legalista de Moscú. “Asad ha aprobado leyes útiles, revitalizando el sistema y haciéndolo más pluralista. Pero lo ha hecho tras una larga espera, y las propuestas de lanzar un diálogo [nacional] también han tardado en llegar”, dijo Lavrov. Mientras tanto, la confrontación armada de extiende y su inercia podría envolverlo todo”. Las palabras del ministro ruso podrían convertirse en proféticas.