Tariq Ali
«Cuando la religión se mete en política es siempre desastroso»
Alejandro Luque
Habla un inglés pulcro y rico en matices, tiene un semblante serio y su voz es más bien solemne. Pero, apenas aborda los temas que le apasionan, esa primera impresión cambia radicalmente y la conversación discurre por cauces cordiales.
Aunque se trata de un periodista muy reconocido, firma de lujo en The Guardian, Tariq Ali se esfuerza por transmitir al entrevistador la sensación de estar frente a un colega, y no una estrella de los medios. Nacido en el seno de una familia comunista en Lahore —ahora Pakistán— en 1943, fue uno de los protagonistas del mayo del 68 en Londres, y siempre se destacó en su lucha contra el imperialismo estadounidense. Pero esta vez no llegó a Sevilla para hablar de política, sino para promocionar Un sultán en Palermo (Alianza), su última novela.
Se trata de una nueva entrega de su pentalogía sobre el Islam, una obra de ficción ambientada en el año 1153, aunque para él las conexiones con la realidad actual parecen inevitables. “Aunque no tengo una intención especial cuando escribo, si estás comprometido con lo que pasa en el mundo, eso afecta a todo lo que haces. Pero no me tomo libertades con los hechos históricos, no juego con ellos. Intento construir una estructura y la pueblo de personajes. Me interesan especialmente las mujeres, de las que se sabe muy poco”, asegura.
«Los reyes normandos resistieron la presión de los Papas que querían aplastar a los musulmanes»
En la novela, los normandos gobiernan una Sicilia impregnada de cultura árabe, con una populosa corte de hombres de letras musulmanes, concubinas y eunucos que controlan la administración del gobierno. Es la Siquilliya que rivaliza en tamaño y esplendor con Córdoba y Bagdad, pero que se precipita velozmente hacia su decadencia entre intrigas palaciegas y secretas ambiciones.
“Todo mi proyecto del quinteto del islam se basa en momentos históricos en los que colisionan lo que hoy llamamos la civilización occidental y el mundo islámico. He hablado de Al-Andalus y de las cruzadas, del Imperio Otomano… Ahora me apetecía situar la acción en Palermo, una ciudad más importante que Roma en aquella época. Los viajeros medievales la llamaban la ciudad de las cien mezquitas, los minaretes se veían desde muy lejos, eran lo primero que divisaban los marinos. Pero a diferencia de España, todo fue destruido; no por los hombres, sino por los terremotos. La nueva Palermo que conocemos hoy es ya una ciudad barroca”, añade Tariq Ali, mientras se admira de la excelente conservación de los edificios árabes sevillanos.
Sicilia sin árabes
El escritor lamenta en cierto modo que la esplendente tradición literaria de Sicilia haya dejado de lado su pasado islámico. “Lampedusa es autor de una gran novela, pero no hay en ella ni una referencia a los árabes. El Gatopardo es maravillosa, pero muy circunscrita a un periodo y una mentalidad concretos. En los relatos de Sciascia, no obstante, sí hay continuas referencias a aquella etapa”, puntualiza, y se entusiasma evocando la trama El archivo de Egipto, una lección magistral sobre el modo en que a veces se tergiversa la historia.
Conocido en España sobre todo por su obra A la sombra del granado, Tariq Ali es uno de los principales dirigentes de Stop the War Coalition (Coalición para Detener la Guerra) en el Reino Unido, y autor de ensayos tan contundentes como El choque de los fundamentalismos y Bush en Babilonia. La recolonización de Irak. En ellos señala como acicates de la violencia iraquí la presencia de tropas extranjeras y el uso de la fuerza contra el pueblo. Y al mismo tiempo, invoca tácitamente a Montesquieu como vacuna para los desmanes del fanatismo.
“Cuando la religión se mete en política, el resultado es siempre desastroso”, opina el escritor, quien mide muy bien en su novela las tensiones entre ambos poderes. “Lo curioso es que los reyes normandos resistieron la presión de los Papas que querían aplastar a los musulmanes. Incluso Roger y su padre se negaron a participar en las cruzadas”.
En Sicilia, Tariq Ali disfrutó contemplando la secular mezcla de sangres, aún reconocible en el rostro de los isleños: “Cuando caminas por las calles, ves en la gente rasgos árabes, griegos, norteuropeos… Genéticamente, la mezcla fue estupenda. Pero después de la limpieza étnica del siglo XIII, mucha gente que no quería dejar la isla se convirtió al cristianismo. Encontraron muchas maneras de cocinar la carne de cerdo. Y cuando llegó la Inquisición, como en España, la represión fue brutal”, apostilla.