La juventud que busca un futuro
Javier Pérez de la Cruz
Túnez | Marzo 2014
«¿A Cité Ettadhamen?» «No». El taxista se niega a ir hasta esta ciudad situada a las afueras de Túnez, famosa por su pobreza y marginalidad. El pasado enero se produjeron allí fuertes disturbios. Los manifestantes quemaron neumáticos para bloquear el acceso a sus calles y la policía tuvo que recurrir al gas lacrimógeno para dispersarlos.
Mientras un segundo taxi conduce hacia el lugar, las carreteras se convierten en caminos polvorientos y llenos de barro y las carnicerías cuelgan en su entrada la piel y el resto de las partes de los animales que venden. Cientos de personas van de arriba abajo o se sientan en los numerosos Cafés y Salons de Thé. Hafedh Oueled Saad espera en un cruce. Tiene 23 años y está desempleado desde que volvió a Túnez. Después de conseguir café y refrescos para sus invitados, se sienta en una habitación llena de sofás blancos y dorados y comienza a relatar por qué decidió emigrar ilegalmente a Italia en abril de 2011.
La economía, el desempleo y la falta de futuro de los jóvenes son las mayores amenazas del Túnez en transición
La economía renqueante, el desempleo y la falta de futuro de los jóvenes tunecinos son las mayores amenazas que tiene por delante la transición del país hacia una plena democracia. Tres años han pasado desde que el dictador Zin el Abidine Ben Ali huyera a Arabia Saudí, y los nuevos políticos no han sido capaces de encontrar una solución. Sobre todo porque son demasiado viejos y por su desconexión con los problemas de la juventud.
Al menos esto es lo que opinan en YouthCan, una nueva organización no partidista que ya había recogido más de 25.000 firmas en poco más de un mes. Su objetivo es claro: apoyar a jóvenes tunecinos, entre 20 y 35 años, para que alcancen puestos de decisión en las instituciones, sin que importe qué partido o ideología defiendan.
Descubrir el potencial
«No ven futuro alguno. Estudiaré, estudiaré. ¿Y entonces qué? Eso les lleva a los extremos, a alguien que pueda manipular sus mentes. El espíritu de YouthCan es hacerles conscientes de su propio potencial y de que deben hacer algo». Mehdi Guebzili es miembro fundador de la organización. Él y Besma Mhamdi, la presidenta, hablan desde l’Étoile Du Nord, una moderna cafetería-bar-librería, que también cuenta con una sala de teatro, situada en el centro de Túnez. Jóvenes hipsters tunecinos llenan el lugar con sus portátiles. Aquí mismo fue donde YouthCan organizó su primera reunión. Entonces fueron 70, hoy son más de 4.500 miembros en su grupo cerrado de Facebook, donde también hay gente de Italia, Francia, Alemania y Reino Unido.
«El momento en el que apareció YouthCan -explica Besma- fue perfecto. Lo hizo durante el Dialogo Nacional [el exprimer ministro, Ali Laarayedh, había dimitido y los políticos no se ponían de acuerdo para nombrar un nuevo jefe de gobierno], cuando la gente estaba muy frustrada. Nosotros levantamos esperanza y optimismo en un momento en el que todo estaba fallando por completo».
La organización YouthCan pretende formar nuevos políticos y reconciliar a los jóvenes con la política, más allá de ideologías
La organización apenas acaba de nacer. YouthCan no tiene oficina y la mayor parte del trabajo se hace online, donde el movimiento se originó. A pesar de las dudas propias de los inicios, la idea está ahora muy clara: formar nuevos políticos y reconciliar a los jóvenes con la política.
En diciembre de 2013, dos jóvenes tunecinos, Bassem Bouguerra y Tarek Cheniti, enviaron su currículum espontáneamente con el objetivo de «servir gratuitamente» al gobierno que el primer ministro, Medhi Jomaa, estaba formando. Durante el proceso, cientos de jóvenes expusieron sus motivaciones en la redes sociales y se convirtieron, en menos de 24 horas, en el principal escaparate para Youthcan.
«Vi en Facebook el currículum de Bassem Bouguerra y me puse en contacto con él, igual que hicieron otros», recuerda. «Lo que sabíamos era que no queríamos ser un partido político tradicional», añade Besma. El suyo es un objetivo a largo plazo, pero no hay tiempo que perder.
El primer proyecto será para las próximas elecciones, previstas para finales de 2014. 200 candidatos serán entrenados por ellos. «Gente joven potenciada por gente joven sobre cómo hablar en público, cómo presentarse a los demás, cómo encontrar financiación…»
No obstante, no todos los tunecinos están convencidos de los objetivos de esta asociación y de su independencia ideológica. «Hay muchas dudas alrededor de ellos. Aparecieron de repente con una gran cantidad de medios y herramientas. Es decir que tienen dinero», asegura Lotfi Zarai, profesor de secundaria en un instituto de Sidi Bouzid, la misma ciudad donde Mohamed Bouazizi se prendió fuego a sí mismo y a toda la Primavera Árabe.
«Hay quien dice que entre ellos hay servicios de inteligencia extranjeros», afirma un escéptico
Este treintañero dice compartir la idea de que la juventud ha de tener un papel más protagonista en la vida política, aunque para él la tecnología no es el camino para lograrlo. Pero su escepticismo hacia YouthCan va mucho más allá y apunta a que su verdadera meta pueda estar en los intereses de países extranjeros: «Incluso hay gente que dice que entre ellos hay servicios de inteligencia extranjeros».
Estas sospechas surgen de que no pocos de los fundadores y principales impulsores del movimiento son personas formadas académicamente en el extranjero. A esto hay que añadirle el hecho de que Bassem Bouguerra presida la iniciativa «Reform», creada en mayo de 2012 con el objetivo de «presionar a favor de la transparencia institucional y la responsabilidad en el sector de la seguridad en Túnez». Y este es un proyecto financiado por los programas federales «US-Middle East Partnership Initiative» y «United States Institute of Peace» y la iniciativa privada «Open Society Foundations», fundada en 1993 por el multimillonario norteamericano George Soros, todas ellas acusadas de estar más preocupadas en promover los intereses propios de Estados Unidos que el ideal de lo democracia que dicen defender.
Tiempos inciertos
Los jóvenes tunecinos atraviesan tiempos inciertos. Ellos comenzaron la Primavera Árabe y se mantuvieron en primera línea cuando Ben Ali envió los francotiradores. Según la ONU, los tunecinos menores de 24 años representan el 40% de la población. Hoy afrontan un paro del 30%. Y no ayuda en nada tener formación universitaria. De hecho, es contraproducente: «El 40% de los graduados universitarios está desempleado frente al 24% de los no graduados», asegura un informe del World Economic Forum. Además, están completamente excluidos de las instituciones. Mehdi sostiene: «Sobre todo para los jóvenes, para nosotros, la Asamblea Nacional Constituyente fue una decepción porque ellos no hablaban sobre nada. No saben cuáles son nuestros problemas».
Los tunecinos menores de 24 años representan el 40 % de la población. Entre ellos, el paro alcanza el 30 %
La sensación de no tener futuro no es exclusiva de esta generación de jóvenes. El crecimiento sostenido que experimentó la economía tunecina durante la era de Ben Ali nunca se llegó a traducir en las condiciones de vida de la población más empobrecida.
El caso de Abdessatar es uno entre muchos. Hace 15 años, en 1999, el entonces joven intentó escapar de Túnez como polizón en un barco con rumbo a Francia, escondido en un contenedor de cargamento, para «tener una vida mejor». Dos amigos le acompañaban, pero la guardia costera tunecina los descubrió. «Nos encerraron durante un mes y nos maltrataron. Después tuve que pagar una multa de 200 dinares».
Abdessatar tiene hoy 40 años y un empleo como guardia de seguridad en un gran centro comercial en las afueras de la capital. No obstante, esto tampoco mejora mucho las cosas. Según explica, llega a realizar jornadas de hasta 12 horas al día, seis veces por semana. «Cobro 350 dinares al mes [unos 175 euros]. No es suficiente. No lo es para un padre de familia, para una persona que tiene que mantener una familia».
No es su única queja. «Aquí no se cumple ningún derecho laboral. Tampoco tenemos acceso a cobertura sanitaria. Y los sindicatos no hacen nada para defendernos». Todo eso le lleva a seguir pensando que la solución está fuera del país. La idea de volver a emigrar todavía le sigue rondando la cabeza.
La situación no hace más que empeorar en cuanto más nos alejamos de la capital y de la costa del país, tradicionalmente zonas más desarrolladas. Yazidi Boulbeba vive en Siliana, una pequeña ciudad rural del interior de Túnez. Un diploma en Física y Química no le ha bastado a este joven de 28 años para encontrar trabajo. En 2012 se unió al Partido de Alianza Democrática, y cuando vio la oportunidad de sumarse a YouthCan, no lo dudó.
«La revolución la hizo la juventud por tres motivos: dignidad, libertad y trabajo. La libertad es mejor, pero no puede haber dignidad sin trabajo». Le gusta el concepto de YouthCan de entrenar a nuevos políticos y cree que esta plataforma puede unir a los jóvenes con el mundo de la política. «Lo espero, porque hoy vivimos un boicot político por parte de la juventud», admite Yazidi.
«La revolución se hizo por dignidad, libertad y trabajo. La libertad es mejor, pero no puede haber dignidad sin trabajo», dice un joven.
En Siliana la pobreza avanza. «Solo hay una fábrica en la provincia y los productos que cultivamos se llevan a otras ciudades para ser procesados». La consecuencia es que mucha gente se marcha a estas áreas más boyantes. «La segunda alternativa es el extremismo y el terrorismo. Como puedes ver, casi todos los terroristas vienen de las zonas más pobres del país».
Mientras el interior de Túnez se vacía, los suburbios de la capital se expanden. Las caóticas y abarrotadas calles de Cité Ettadhamen son buena prueba de ello. Pero ahí la juventud también tiene por delante un futuro oscuro. «En el café de ahí detrás podrás encontrar 20 o 25 personas que también intentaron irse a Italia», explica Hafedh. Después de desembarcar en Lampedusa, consiguió llegar a Suiza, pero su sueño europeo terminó cuando su solicitud de asilo fue rechazada y le deportaron a Túnez. Otros tuvieron más suerte y consiguieron quedarse en el extranjero. Como el hermano de Yassine, su inseparable amigo, quien también emigró durante los meses posteriores a la revolución y hoy vive en Alemania.
La esperanza que la Revolución trajo parece hoy lejos. Hafedh cuenta: «Yo no significo nada para estos políticos, así que ellos no significan nada para mí. Yo no diría que la situación es mejor». Tiene planeado aprender italiano para trabajar en un ‘call center’. «Pero no creo que esté bien pagado», matiza. La primera vez que huyó de Túnez pagó 1.500 dinares (cerca de 725 euros) para ganarse un hueco en la patera. «Si tuviera la oportunidad, lo haría de nuevo».
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