La revolucionaria lucha por la igualdad
Javier Pérez de la Cruz
Viernes, 14:00 de la tarde. Un nutrido grupo de hombres sale de la mezquita de la Kasba hacia los periodistas que esperan en la puerta. Cantan consignas y portan carteles en contra de la ocupación policial de sus templos religiosos ocurrida jornadas atrás. Uno de ellos se encara a una cámara alemana y comienza un discurso que rápidamente sube de tono. En cierto momento su argumentación deriva hacia la actuación de la prensa y clama que con los periodistas “no haya piedad”.
En ese momento, una joven menuda, con una acreditación colgada al cuello, se le encara y le recrimina sus palabras. El hombre le dobla en tamaño y en gestos agresivos, pero ella no se amilana y le recrimina que juzgue a todos los periodistas por igual. Ella es Hajer Mtiri, tiene veinte años y acaba de terminar su primer año de periodismo. Es una más de las cerca de cinco millones de ciudadanas del país norteafricano, pero su carácter, aplomo y seguridad frente a los hombres retratan fielmente las características de la moderna mujer tunecina.
Durante la dictadura, un 15 % de los diputados eran mujeres, así como un 23% de los senadores
En 1959, Túnez se convirtió en el cuarto país árabe que permitía a sus mujeres votar y presentarse como candidatas electorales, por detrás de Siria, Líbano y Egipto. Según datos de 2008 de la Fundación Dubai Women, un 37% de las tunecinas estaban matriculadas en la universidad, frente a un 26% de los hombres. Además, durante el largo gobierno de Ben Alí, las mujeres siempre dispusieron de una relativa presencia en el Parlamento. El mismo informe concreta que la representación femenina era de un 22,8% en el Senado y de un 15,2% en el Congreso, una de las tasas más altas dentro del mundo árabe.
De ello presumía Leila Trabelsi, la mujer de Ben Alí, desde la presidencia de la Organización de la Mujer Árabe. La ex primera dama quería ser la personificación de la mujer tunecina, moderna y activa en la vida política, a la vez que enterraba su pasado como peluquera.
El problema vino cuando el mundo quiso ver que las elecciones de las que emanaba ese Parlamento no eran más que una pantomima presidencial. “El obstáculo en Túnez no era el sexismo, sino el enchufismo”, afirma Fatheya Bakouch Bahri, abogada y miembro de la Unión Nacional de la Mujer Tunecina (UNMT).
Esta organización lleva prestando sus servicios a la sociedad desde 1956. Su objetivo es ayudar a mujeres —pero también a hombres, según explican— a encontrar trabajo o facilitándoles consejo legal en diversos ámbitos, desde despidos hasta divorcios. Con la caída de Ben Alí han notado un cambio notable. “Ahora podemos trabajar de forma más libre porque antes desde el RCD, el antiguo partido de Ben Alí, nos imponían miembros que limitaban nuestra actividad”, continúa Bahri.
Despidos de mujeres
Sin embargo, desde la revolución de enero no todo son alegrías para las mujeres trabajadoras. Según la abogada, han documentado casos en los que la UGTT (Unión General de Trabajadores Tunecinos, el sindicato más importante del país) ha aprovechado la revolución para despedir a mujeres y colocar a hombres en sus lugares. Bahri apunta con el dedo sin miedo: “En concreto en la ciudad de Nabeul”.
Su compañera de organización, la profesora universitaria Mahssouma Salami, cambia el campo de batalla al ámbito político. “En la transición las mujeres están teniendo muy poca presencia en los órganos importantes”.
Salami se refiere a la Alta Instancia para la Realización de los Objetivos de la Revolución, una organización creada después del derrocamiento de Ben Alí, formada por los grandes actores sociales opositores al viejo régimen, desde partidos políticos a sindicatos y asociaciones civiles. Ahí se han tomado decisiones tan importantes para la transición tunecina como la convocatoria de elecciones para una Asamblea Constituyente o la imposibilidad para los partidos políticos de financiarse con dinero procedente del extranjero.
Muchas de estas medidas han causado gran polémica por la falta de legitimidad popular de la Instancia. También la que obliga a los partidos a presentar en sus listas un 50% de mujeres y de hombres, la famosa paridad política. “Es un paso importante, aunque habrá que ver qué es lo que realmente pasa después”, confiesa Bakouch Bahri, la abogada.
Otra de las tradicionales reivindicaciones femeninas en Túnez es la eliminación del actual derecho de herencia, por el que la mujer sólo puede heredar la mitad de lo que le corresponde al hombre. Ésta es una de las pocas reminiscencias religiosas que han sobrevivido en el código legislativo tunecino tras el gobierno del socialista Bourguiba y del laico Ben Alí.
“Mientras las mujeres no dispongamos de una herencia igualitaria no se podrá hablar de igualdad y democracia”, exponía la manifestante Noura Chief a la agencia AFP durante la concentración que reunió a principios de agosto a decenas de mujeres para protestar por esta ley.
¿Victoria electoral islamista?
El rechazo a esta ley de inspiración religiosa se suma al miedo a una posible victoria de los islamistas, palpable en un amplio sector de la sociedad tunecina. También en las mujeres. Sobre todo, cuando en todas las encuestas, el partido islamista EnNahda aparece como candidato favorito. Desde la UNMT argumentan el porqué. “EnNahda y el resto de partidos islamistas rechazan la igualdad entre hombres y mujeres porque consideran que el hombre es de por sí más responsable”.
Bakouch Bahri, tan pasional como desde el principio, remata: “Nosotras somos las hijas de Bourguiba (padre de la República de Túnez y presidente hasta el golpe de estado no violento de Ben Alí propiciado por la debilidad senil del primero), quien trajo la modernidad a las mujeres tunecinas. Eso en Túnez ni puede ni va a cambiar”.
Sin embargo, no todos creen que esa sea la verdadera intención de EnNahda.Ben Alí legitimaba su poder total en la defensa del Estado frente a los islamistas radicales. Hoy, hay personas que ven en el actual discurso contra el partido favorito un calco de las viejas argumentaciones del expresidente.
Antes de la revolución, el velo islamista estaba mal visto en la calle y prohibido en la universidad
Hajer Mtiri, la misma que le plantaba cara a los musulmanes exaltados, es una de ellas. “Yo he estado en muchos mítines de EnNahda y no he visto nada de lo que muchos predican. Allí había hombres, mujeres con velo, sin velo, doctoras, abogadas, etcétera. Para mí esa actitud política tan anti-EnNahda no es más una estrategia para ganar votos”, explica Mtiri que luce sin rastro alguno de velo su negro cabello recogido en una coleta.
Su interpretación del cambio del rol femenino tras la revolución difiere del apuntado por la Unión Nacional de la Mujer Tunecina. También el de Sarrah, una joven de 25 años licenciada en Sociología y que este verano suple a su hermana trabajando en un hostal juvenil en el mismo corazón de la medina de Túnez. “Para mí el cambio ha sido fundamental, ahora puedo pasear con el hiyab por la calle con mayor tranquilidad. Antes estaba prohibido en la universidad y muchas estudiantes acababan arrestadas o insultadas por negarse a quitárselo”.
A pesar de los más de 500 kilómetros que separan Túnez capital de la pequeña población de Tataouine, en el sur del país, el punto de vista de Sarrah tiene continuación en Besma, otra joven que trabaja para la Media Luna Roja tunecina. “Aquí la religión está mucho más insertada en las familias que en otras zonas del país, por eso muchas jóvenes tenían problemas cuando iban a otras ciudades a estudiar”, aclara Besma.
La revolución de la mujer se libra en diferentes frentes y con diferentes sensibilidades, donde se mezclan ideología, religión, modernidad y tradición. Una tarea que va más allá de la huida de un presidente. Aquel viernes el corpulento hombre terminó pidiendo perdón a la joven Hajer Mriti, quien aceptó sus disculpas a regañadientes.
Ahora resta por ver cómo acabará la lucha para el resto de mujeres tunecinas. Lo que parece claro es que dependerá de lo que pase el próximo 23 de octubre, día en el que se celebrarán las elecciones constituyentes. Las mismas encuestas que dan a EnNahda como favorito, también muestran que dos tercios de los más de siete millones y medio de tunecinos llamados a las urnas no tienen decidido aún a quién votarán. Habrá que esperar hasta entonces para ver si la igualdad tiene hueco dentro de la revolución tunecina.
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