El nuevo islamismo busca inspiración en Turquía
Daniel Iriarte
Con toda seguridad, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, recibirá una bienvenida de héroe en la gira por los países de la «Primavera Árabe» iniciada este lunes. La firme actitud de enfrentamiento con Israel mantenida por el ejecutivo de Erdogan ha convertido a este en una figura extremadamente popular en el mundo árabe. Y de entre sus admiradores, destaca un grupo: los islamistas.
Cuando el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogán ganó las elecciones en 2002, la Hermandad Musulmana egipcia hizo poco por ocultar su entusiasmo, aunque esta euforia se fue diluyendo poco a poco, cuando quedó claro que las políticas de los islamistas turcos eran más que moderadas. La simpatía, no obstante, ha renacido en los últimos meses.
«La Hermandad Musulmana saluda la decisión de Turquía de expulsar al embajador israelí y de cortar todos los lazos militares con Israel, dada la negativa de este país a disculparse [por el abordaje al Mavi Marmara, en el que murieron nueve civiles turcos]», declaró la organización el pasado 4 de septiembre. «Este paso demuestra que el gobierno turco electo se pliega a las demandas y deseos de su pueblo. Las autoridades egipcias deberían tomar medidas similares contra Israel, que ha lanzado una ofensiva en las fronteras de Egipto, matando a policías y soldados», aseguró. Una demanda que ha vuelto a repetir este domingo, tras el asalto a la embajada israelí en El Cairo.
Los islamistas norteafricanos ven que una postura democrática atrae más seguidores que el radicalismo
No obstante, esta renovada admiración por el islamismo turco se debe, ante todo, al cambio de estrategia de los islamistas norteafricanos, que han comprendido que una postura democrática rinde mejores resultados que el radicalismo a la hora de atraer seguidores. Y Turquía aparece como el ejemplo del éxito, donde al AKP acaba de iniciar su tercer mandato con mayoría absoluta.
Modelo turco
«El llamado «modelo turco» ha adquirido una nueva importancia en las conversaciones en curso entre islamistas y no islamistas en las nuevas sociedades árabes libres, especialmente en aquellos contextos donde el tono predominante de la discusión política ha acentuado la importancia de construir un orden civil, democrático y no sectario», explica el profesor Hassan Mneimneh, especialista en islamismo del Instituto Hudson.
La admiración por el «modelo turco» es tal que tres de los cuatro partidos islamistas recientemente creados en Egipto han adoptado íntegramente el programa político del AKP. Dos de ellos (Libertad y Justicia y Al Wasat) se limitan a eso. El tercero ha llegado al extremo de copiar el nombre, Justicia y Desarrollo.
«Seguí el proceso de la llegada al poder del AKP y su éxito me impresionó», explica su fundador, el ex miembro de la Hermandad Musulmana Jalik Zafarani. «Hemos estado luchando con el régimen de Mubarak para formar este partido desde 2005. Nuestra solicitud fue finalmente aceptada tras las protestas del 25 de enero [que derrocaron al presidente Hosni Mubarak]», relata.
Pero las expectativas de Zafarani —encarcelado en cinco ocasiones por el régimen de Mubarak— van más allá: «Los turcos son nuestra esperanza. Nuestros ideales sois vosotros», asegura, en una entrevista con un periodista del diario turco Today’s Zaman. «Desde la época otomana, habéis sido los líderes del mundo musulmana, y, con la ayuda de Dios, continuará siendo así», dice.
Algo similar cabe decir de los islamistas de Túnez, donde el partido Nahda fue legalizado poco después de la caída de Zine el Abidine Ben Alí, y su líder Rashid Ghannoushi pudo regresar tras veintidós años en el exilio. Aunque la sociedad tunecina es mayoritariamente secular, la influencia del Nahda crece cada día.
«Nuestra relación con el AKP es muy cercana. Mis libros han sido traducidos al turco, y se me considera una referencia en el movimiento islamista turco. Este modelo es el más cercano a nuestro movimiento», explicaba Ghannoushi en una entrevista realizada poco después de su regreso. «Davutoglu [el ministro de Exteriores de Turquía] es amigo mío desde los años noventa», asegura el anciano político, al tiempo que cuenta cómo el embajador y otros diplomáticos turcos le visitan frecuentemente desde su retorno.
Ghannoushi es invitado con frecuencia a Turquía, tanto a «explicar sus experiencias» como a reforzar los contactos entre el AKP y el partido Ennahda. También lo han sido otros líderes islamistas de África del Norte y Oriente Medio. Las relaciones que se tejen sirven, sin duda, para extender la influencia turca en el abanico político de aquellos países. La gran incógnita, ahora, es si el ejemplo turco servirá para moderar a los radicales, o si la fachada democrática será el gran Caballo de Troya para que los islamistas se hagan con el poder en las resacas que deja la ‘Primavera Árabe’.
«Nuestra relación con el AKP turco es muy cercana», dice el tunecino Ghannoushi
Preocupa, por otra parte, una potencial deriva hacia un islamismo cada vez más pronunciado en la propia Turquía. «El AKP define su doctrina política como «conservadurismo democrático». La palabra «conservadurismo» en el contexto turco significa religión», opina el politólogo Hakan Yilmaz, profesor en la Universidad del Bósforo. «Hasta hace poco, había otros elementos que hacían del islam del AKP algo muy moderado. Pero, después del referéndum de la reforma constitucional [que tuvo lugar el pasado junio], esos elementos se han disipado, y el corazón de su pensamiento, los valores islámicos, han vuelto a salir a la superficie. Y estos valores no son particularmente democráticos», asegura.
¿Islamismo anacrónico?
Pero para otros expertos, las revueltas árabes ponen de manifiesto lo anacrónico de la ideología islamista. «Por primera vez en muchas décadas, el islamismo ya no es la forma principal de expresión política de oposición. En su lugar, de Marruecos a Omán y de Siria a Yemen, el lenguaje político de los que protestan está imbuido de principios más universales que religiosos, y los eslóganes de los movimientos de protesta piden mayor libertad de expresión, capacidad de decisión y dignidad, no una «solución islámica»», explica el profesor Mneimneh. «Las transformaciones han expuesto lo inadecuado de la realidad subyacente del islamismo, incluyendo la falta de representatividad de las sociedades árabes y sus aspiraciones», asegura.
No obstante, aunque «las posibilidades de un resurgimiento islamista y una toma del poder revolucionaria son insignificantes», el propio investigador del Instituto Hudson admite que el islamismo está cambiando de cara. «La corriente acomodaticia del islamismo, representada por la constelación regional de grupos afiliados con la Hermandad Musulmana, es la escuela dominante en el mundo árabe y asimismo la rama islamista mejor situada para influir en la transformación política en curso en la región. Este movimiento posee cierto número de herramientas políticas y estrategias en su arsenal para adquirir poder e influencia, aunque pocas tan valiosas y potentes como el «modelo turco»», asegura.
Las elecciones se acercan, por primera vez, para egipcios y tunecinos. En octubre tendrán lugar las generales en Túnez. En Egipto, el proceso político parece lastrado por el nuevo gobierno militar, pero se barajan noviembre y diciembre para las elecciones legislativas y presidenciales. Entonces se verá si estos pueblos están dispuestos a otorgarles su confianza a unos islamistas reconvertidos en demócratas.