Golpe de sátira contra el machismo
Lara Villalón
Estambul | Marzo 2019 |
Un hombre acuchilla a una mujer en medio de la calle. “¡La está matando!, ¡No lo hagas! ¡Llama a la policía”, gritan los transeúntes mientras corren para ayudar a la víctima. “¡No te divorciarás de mí!”, grita el atacante, que sigue apuñalando a la mujer. “Uiii, no es asunto nuestro. Son asuntos familiares”, concluyen los viandantes y se alejan del lugar de la agresión.
Esta es una de las viñetas de la revista satírica turca Bayan Yani, una publicación mensual que llena los quioscos de humor y crítica política. Una decena de ilustradoras están detrás del proyecto, que da rienda suelta a la sátira sobre la situación del país, destapa los tabúes que aún arrastra la sociedad turca y, en especial, habla de la violencia machista contra las mujeres.
El nombre de Bayan Yani, que podría traducirse como “Al lado de una mujer”, hace alusión a la segregación por sexos en los autobuses, una práctica aún presente en los trayectos de largo recorrido en Turquía: aunque ninguna ley lo marque, empresa o chófer evitan asignar asientos contiguos a mujeres y hombres que no vengan ya juntos. Hoy 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, y con una tirada mensual de 10.000 ejemplares, la revista cumple ocho años repensando la sociedad turca a golpe de carcajada.
“El primer paso para lidiar con los tabúes es dejar de tomarlos en serio»
Una de sus autoras es Ezgi Aksoy, ilustradora y comunicadora audiovisual. Explica que Bayan Yani es producto de unos cincuenta años de tradición de revistas de humor en Turquía. Algunas de sus autoras trabajaban para la revista Leman, una de las publicaciones satíricas más importantes del país. El 8 de marzo de 2011 algunas plumas de Leman prepararon una edición especial sobre la mujer bajo el nombre de Bayan Yani y tuvo tanto éxito que se animaron a seguir como publicación propia.
En esta ocasión la sátira se entrelaza con la lucha feminista, movimiento que también goza de una larga historia en el país, y alterna viñetas con algunas columnas de opinión, perfiles o artículos informativos sobre grandes figuras del feminismo. “El objetivo de la revista es empoderar a las mujeres a través del humor. El humor libera a las personas”, señala Aksoy. “El primer paso para lidiar con los tabúes es dejar de tomarlos en serio. No veo un método mejor que el humor para combatirlos”.
La revista refleja situaciones cotidianas que experimentan las mujeres del país y mete el dedo en la llaga de algunos tabúes de los que apenas se habla en el interior de muchas familias, como el aborto, los problemas dentro del matrimonio o la presión de las autoridades religiosas sobre las mujeres. “El público de la revista son mayoritariamente mujeres, pero luego seguro que la comparten con sus novios, con sus colegas o sus hijos”, comenta por su parte, Günay Batur, otra de las autoras.
En las páginas podemos encontrar muchos guiños a noticias nacionales, como por ejemplo un matrimonio que acude a una consulta con el imam del barrio. La mujer tiene heridas en la cara, parece que se las ha hecho el marido. El imam los espera con un cartelito que pone “experto en mediación de divorcios”, en alusión a una propuesta del partido gubernamental en Turquía, el islamista AKP, que hace poco más de un año propuso asignar mediadores religiosos para frenar el índice de divorcios.
Las viñetas dedicadas al AKP son una constante en la revista, a causa de las declaraciones y acciones del gobierno que apelan directamente a la vida de las mujeres. Numerosos diputados del partido, que gobierna Turquía desde el año 2002, han expresado en más de una ocasión qué se espera de la mujer en la sociedad, cómo debe actuar en público, cuál es su papel en la familia y en el matrimonio. “Pretender que mujeres y hombres sean iguales es ir contra la naturaleza. Darles el mismo trabajo es lo que hacen los regímenes comunistas. ¡Toma una pala y ponte a cavar! Eso no puede ser” declaró en 2010 el actual presidente, Recep Tayyip Erdogan, entonces primer ministro. En otra ocasión aclaró cuál es la misión vital del sexo femenino: “Una mujer que rechaza ser madre es una mujer incompleta”.
“Ahora el Gobierno intenta poco a poco sacar a las mujeres de la vida laboral. Les dice que tengan tres o cinco hijos.. y de esta manera reduce su independencia económica. Están intentando reducir cada vez más sus límites de movimiento”, opina Batur.
La publicación también pone el foco en noticias internacionales que afectan a las mujeres, dedicando, por ejemplo, una viñeta a la activista hondureña Berta Cáceres, asesinada por defender sus tierras frente a intereses de las multinacionales. “El tema de la revista es la igualdad entre mujeres y hombres. Eso implica crítica política, hablamos de los problemas de las mujeres y de las causas que lo provocan. Hacemos reír, sí, pero lo fundamental aquí es hacer pensar”, comenta Batur.
«Viva la laicidad», dice la abuela que posa como ‘La libertad’ de Delacroix, con unas enaguas por bandera
Otra de sus autoras, Ipek Özsüslü, explica con cariño que le gustaría que muchas mujeres que no pueden decir ciertas cosas en público por miedo a que las juzguen puedan sentirse arropadas con las historietas que cuenta la revista: “Queremos que las mujeres rían más, que aquellas que no tengan voz se sientan más cómodas, más fuertes”.
La publicación cuenta con una decena de personajes que se repiten en cada edición y que retratan la diversidad de mujeres que habitan en Turquía. La más conocida es “Kötü kiz” (chica mala), una mujer irreverente, abierta y sin tapujos, que ha ido acompañando a la ilustradora Ramize Erer, creadora de Bayan Yani, en todas las revistas en las que ha publicado. También podemos encontrar a una señora mayor, una persona muy vivida que mira el mundo con mucha ironía. La típica ‘pija’ de un barrio rico de Estambul comparte espacio en la revista con las señoras de algún pueblo perdido de Anatolia. Pero algo que subyace casi todos los perfiles es una marcada posición a favor del laicismo en el país.
Las autoras no critican el islam en sí, sino su influencia en la política y en la esfera pública. En una portada, la abuela antes mencionada posa como “La libertad guiando al pueblo” de Delacroix pero su bandera son sus enaguas y el palo las varillas de tejer. Ella se alza encima de todos los políticos del AKP mientras grita “Viva el laicismo”. En otra, tres hombres mirones observan a dos bañistas en la playa rodeadas por mujeres en burkini, una prenda cada vez más frecuente en las playas turcas: «Puede ser el último verano que veamos un bikini».
La llegada de la religión, o mejor dicho del fundamentalismo religioso, a los colegios es uno de los puntos de debate más encarnizados entre el islamista AKP y la oposición socialdemócrata y de izquierdas en un país formalmente laico, pero donde el islam no deja de ejercer cierta función de religión de Estado o al menos componente de identidad oficial, y donde el velo empieza a expresar la lealtad al ideario del Gobierno. “Señoritaaa, Berkecan está intentando quitarme el velo”, grita una niña en un colegio de primaria, rodeada de otras compañeras con velo, denunciando la trastada del chaval sentado en el pupitre de detrás. Por si no ha quedado claro contra quién se dirige la crítica, la portada con la imagen incorpora una frase de la famosa cantante Sezen Aksu: “Rechazamos el enfoque sexista que propone transformar a una niña, que va aún a la escuela primaria, en una mujer pequeña”.
“Yo pienso que todo el mundo debería sentir el aire en el pelo, el sol, la lluvia. Si alguien no quiere ver mi pelo, que se tape los ojos, yo no tengo que taparme el pelo”, comenta la ilustradora Batur. “Si una mujer decide realmente y libremente llevar el velo, yo no la voy a criticar. El problema son las presiones a favor de llevarlo, señala. “Nosotras hacemos sátira de esta mentalidad. Es ahí donde empieza la desigualdad. Las que eligen llevarlo creen que es una señal de obediencia a Dios, pero en realidad es una obediencia al patriarcado”.
Batur no hace ascos a meter la religión en sus viñetas. “Todo debería poder ser objeto de sátira. Claro que hay temas más delicados, como la religión. Hemos visto lo que pasaba en Europa con caricaturas de religión o profetas… Para mí, debería poder hacerse”, opina. Pero admite: “Sabemos que en Turquía la sociedad es sensible a eso y que hay mucha gente que es religiosa, que no se mete con nadie y que podría sentirse ofendida”.
La ilustradora Ezgi Aksoy explica que la sociedad turca siempre ha estado abierta al humor. “La sátira está muy arraigada en la sociedad turca aunque en los últimos años he notado que la gente se está alejando un poco de esta característica. No se toman las cosas en broma ni se disfruta del humor. Así se mata a la tolerancia”, señala.
Las tres autoras coinciden en que las revistas de sátira son uno de los últimos espacios en Turquía en los que se puede hacer crítica política. Con más de un centenar de periodistas en prisión y cerca del 75% de los medios de comunicación en manos de empresas cercanas al Gobierno, este tipo de publicaciones se han convertido en una forma alternativa de informarse para muchos turcos. “Hemos llegado a un punto en que tenemos problemas para que nos lleguen algunas noticias de lo que está pasando en Turquía. Ahora nos enteramos de muchas cosas a través de las redes sociales o de las revistas satíricas”, comenta Ipek Özsüslü.
“En las revistas satíricas hay más margen para la crítica que en la prensa normal”
Pero tampoco este tipo de publicaciones está exento de presión por parte de las autoridades. Musa Kart, caricaturista del diario opositor Cumhuriyet, fue sentenciado el año pasado a tres años de prisión por unas viñetas sobre Erdogan, algo que aún era impensable hace apenas cinco o seis años. “En las revistas satíricas hay más margen para la crítica que en la prensa normal”, señala Batur. “Aunque todo depende: si vieran este dibujo mío criticando a Erdogan, quizás yo también tendría que ir a juicio. Depende mucho de si alguien lo ve”, comenta mientras muestra la última viñeta que ha hecho para la revista: Aparecen dos amigos de los que uno es incapaz de responder a la pregunta “¿Qué tal estás?” porque solo sabe repetir los eslóganes de Erdogan.
Las autoras comentan que Bayan Yani de momento no ha sufrido presiones por sus viñetas aunque recuerdan el ataque a la oficina de la revista Leman, que pertenece al mismo grupo editorial. Ocurrió tras el fallido golpe de Estado de 2016, tras publicar una portada que mostraba a civiles y militares golpistas como peones de un juego entre poderes mayores. “Es verdad que ahora conviene pensar un poco más cada palabra, si no quieres acabar entre rejas”, dice Günay Batur. Özsüslü tiene la misma experiencia: “Yo hace unos doce años que dibujo y ahora siento que ejerzco un poco más de autocontrol. Cada caricatura la pienso unas cuentas veces”. Pero se lo toma a risa: “Bueno, si me encarcelan puedo seguir dibujando en prisión”.
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