Opinión

Una quinta columna para Siria

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 14 minutos
Opinion mgf

Estambul | Julio 2025

Más de mil muertos, quizás 1.200, en apenas ocho días. Decenas de miles de desplazados. Las cifras son estimaciones en medio de una marea de acusaciones mutuas. Lo que está claro es que el conflicto entre beduinos y drusos en Sueida, en el sur de Siria, tiene toda la pinta de convertirse en el foco más grave de inestabilidad para la Siria posterior a Asad. Sobre todo porque esta vez anda por medio Israel.

Israel anda por medio en todo lo que ocurre en Oriente Próximo, creen muchos, pero aquí no hablamos de intereses ocultos, apoyos soterrados ni conspiraciones, sino de bombardeos y declaraciones a la luz del día. De un intento público de convertir a los drusos en su quinta columna en Siria y proclamarlos como tal. Esto no puede acabar bien.

Vamos rápidamente a los hechos, porque me pierdo hasta yo. El 13 de julio empiezan los enfrentamientos armados en Sueida, una ciudad de unos 70.000 habitantes en el sur de Siria, cerca de la frontera de Jordania y a unos 100 kilómetros por carretera al sur de Damasco. El pretexto inmediato es un robo. Pronto combaten milicias drusas contra grupos de beduinos que viven en los alrededores, pero reciben refuerzos de Deraa, al suroeste, e incluso otras regiones de Siria. Desde Damasco se envían tropas regulares para poner fin a la pelea. Los drusos consideran que estas tropas, bajo mando del gobierno encabezado por el islamista Ahmed Sharaa, vienen para apoyar a los beduinos y masacrar a los drusos. O en todo caso para aprovechar los enfrentamientos con el fin de poner fuera de juego a las milicias drusas, hasta ahora dominantes en Sueida, e imponer definitivamente la autoridad gubernamental en esta zona, más o menos autónoma en aspectos de seguridad, es decir control armado, desde la caída de Asad.

A río revuelto, ganancia de Israel; sus cazas empiezan a lanzar bombas contra las fuerzas regulares sirias camino de Sueida

Esto último será hasta cierto; de lo anterior, todo debe tomarse con cautela, porque la cantidad de informaciones falsas que circulan en redes es enorme. Hay vídeos con muertos que unos atribuyen a un bando y otros a otro, caravanas que para unos son de saqueadores, para otros de familias huyendo con sus enseres. Las pasiones se desbordan en las redes.

A río revuelto, ganancia de Israel. Al segundo día, sus cazas empiezan a surcar el cielo y lanzar bombas contra las fuerzas regulares sirias camino de Sueida. «Esto es un mensaje y una clara advertencia al régimen sirio: no permitimos que hagan daño a los drusos de Siria», advierte un comunicado del ministro de Defensa israelí, Israel Katz. Es decir: los drusos, dice Israel, son de los nuestros. Que es más o menos lo peor que pueden decir de ti en cualquier parte de Oriente Medio.

En realidad es todo un da capo: una copia casi milimétrica de lo que ocurrió el 28 de abril pasado. Entonces estallaron tiroteos en dos barrios de mayoría drusa en la periferia sur de Damasco, Sahnaya y Jaramana, con el pretexto —falso, por supuesto— de que un druso había insultado al profeta Mahoma, un argumento antiguo y recurrente para crear guerras. Al día siguiente, Israel envió drones, mató a un militar sirio y emitió un comunicado con una frase igual a la citada arriba. Al mismo tiempo, algunos drusos en Israel montaron barricadas para exigir al Gobierno israelí intervenir en Siria para ayudar a sus correligionarios.

Inciso. ¿De qué religión hablamos? se pregunta usted. No hay respuesta fácil. Los drusos son una de esas comunidades religiosas de Oriente Próximo que por no admitir ni conversiones ni matrimonio mixto —iguales en eso a mandeos y yazidíes— son casi etnia a la par que religión, aunque hablan el mismo árabe que el resto del país. Una comunidad con lazos familiares, en todo caso. Son monoteístas, y en el laberinto de confesiones de Oriente Próximo es frecuente categorizarlos como «una rama del islam»; su propia cúpula en Sueida se presenta como «Liderazgo espiritual de los musulmanes monoteístas drusos». Por lo demás, su práctica religiosa no se parece en nada a la islámica; tienen templos propios y sus dogmas y creencias están rodeados de un espeso misterio, porque solo los conoce un círculo de iniciados; quien ingresa en él jura no divulgarlos jamás. Cosa fielmente cumplida hasta hoy. Lo único público es que creen en la reencarnación. Por supuesto, para el sector islamista fanático son unos abominables herejes (pero para el sector islamista fanático es hereje cualquier musulmán de vida normal, o lo que era normal antes de la expansión de la secta wahabí).

Desde 1948, los drusos de Palestina, hoy unos 120.000, optaron por considerarse ciudadanos de Israel leales al Estado.

Hay drusos en Siria, Líbano e Israel, aparte de grupos menores en el norte de Jordania. En Líbano forman, se cree, el 7 por ciento de la población, pero desde siempre han representado un importante bloque político, asociado al Partido Socialista, dirigido por la familia Jumblatt. Y no, no eran en absoluto un peón de Israel durante la guerra civil libanesa en la década de 1980: eran los mejores aliados de los refugiados palestinos y sus principales adversarios eran los falangistas cristianos, ellos sí aliados con Tel Aviv.

Walid Jumblatt, el patriarca, mantenía buenas relaciones con Damasco, pero se fue alejando de Bashar Asad durante la guerra civil siria, tomando partido por la rebelión. En diciembre pasado, a los pocos días de caer Asad, se reunió con Ahmed Sharaa. Ya en marzo acusó a Israel de «implementar un plan que ha tenido siempre: repartir la región entre entidades confesionales y extender el caos». Lo veía venir: ya en enero, el líder de la comunidad drusa de Israel, Mowafaq Tarif, nieto y bisnieto de una muy influyente familia desde épocas otomanas —entre los drusos, el liderazgo se hereda— viajó a Washington y se reunió con el influyente senador republicano Ted Cruz, entre otros. En mayo, durante los disturbios en Damasco, que dejaron decenas de muertos, Tarif insistió: «Pido a Israel, a la comunidad internacional y al pueblo judío a actuar de inmediato para prevenir una masacre». (No, sobre Gaza no he visto declaraciones de Tarif).

La cercanía de Tarif al Gobierno de Netanyahu es parte de una tradición: desde el establecimiento de Israel en 1948, los drusos de Palestina, hoy unos 120.000, optaron por considerarse ciudadanos de Israel leales al Estado. Acuden al servicio militar obligatorio, del que están exentos los palestinos cristianos y musulmanes. Hay drusos en partidos judíos (los diputados ‘árabes’ del Parlamento tienen formaciones propias). Por otra parte, de los 24.000 drusos de los Altos del Golán, el territorio sirio ocupado por Israel desde 1967, menos de la mitad ha aceptado un pasaporte israelí y se les consideraba neutrales en el conflicto sirio-israelí. Ya no, parece.

Está claro que a Hukmat Hijri no le importa que le consideren quintacolumnista de un imperialismo israelí

Al otro lado de la frontera, las opiniones divergen. Hay tres ancianos en Sueida considerados guías espirituales. El más arrojado es Hikmat Hijri, al que obedece la milicia alzada en armas contra los beduinos y, de paso, contra Damasco. Él ha elegido bando: el 16 de julio difundió en Facebook un llamamiento a «los líderes del mundo libre» para salvar Sueida, nombrando específicamente no solo a Trump, al regente saudí Mohamed bin Salman y al rey jordano Abdalá II, sino también a Benjamin Netanyahu. Está claro que a Hijri no le importa que le consideren quintacolumnista de un imperialismo israelí.

Sí les importa a los otros dos, Hammoud Hinnawi, que se ha pronunciado claramente a favor de construir una Siria común junto a los nuevos dirigentes de Damasco, y a Youssef Jarbou, que a diferencia de sus dos colegas tiene fama de haberse llevado bien con Asad, mientras Hinnawi y especialmente Hijri eran más neutrales, tirando a críticos. De hecho, las milicias drusas fueron parte de la ofensiva rebelde que entró en Damasco, forzando la caída de Asad, antes aún de la llegada de los exyihadistas liderados por Ahmed Sharaa, entonces Jolani, desde el norte.

A Hijri lo describen como defensor de una «descentralización» de Siria, pero el término suscita dudas. En un país que lleva década y media sujeto al control de los fusiles, dejar la «seguridad», es decir el monopolio de la violencia, en manos de una milicia local es ceder toda la autoridad. Autonomía es una palabra endeble para esto, y especialmente si esta región «descentralizada» se coloca bajo el paraguas militar de una potencia vecina, en estado de guerra con el Gobierno central. En otras palabras: lo que propone Hijri es una secesión.

Sueida podría constituir una especie de región autónoma drusa, pero Turquía ya ha dicho que no lo permitirá

Lo de potencia vecina es un decir. En la prensa hemos leído que la intervención de Israel busca la desmilitarización de Sueida por ser una región cercana a su frontera. En realidad, Damasco está más cerca: solo 40 kilómetros desde el límite del Golan frente a los 70 de Sueida, ciudad que está separada de Israel, en línea recta, por Jordania. Desde el punto de vista militar no tiene ningún sentido obsesionarse con esta zona.

Desde el punto de vista político, sí. El distrito administrativo de Sueida alberga, se estima, casi la mitad de los quizás 700.000 drusos de Siria. La mayor parte del resto vive en Damasco y en la falda oriental del Monte Hermon, vértice entre Líbano, Siria y el Golan, una zona adyacente al territorio druso de Israel y fácil de controlar, desde que Israel tomó, al caer Asad, el control de las cumbres de ese monte. Solo una minoría de quizás 25.000 almas habita en el norte del país, en Idlib, entre Alepo y la frontera turca.

Sueida podría constituir, por lo tanto, una especie de región autónoma drusa. Turquía ya ha dicho que no lo permitirá en ningún caso: se puede negociar todo lo que se quiera, pero no una partición del territorio, dijo el ministro de Exteriores turco, Hakan Fidan, esta misma semana, en alusión al conflicto druso. Evidentemente, una intervención turca solo tendría lugar de mutuo acuerdo con Damasco, vista la distancia que separa Turquía de Sueida, pero la advertencia deja claro que si vienen mal dadas, Sharaa puede contar con Ankara.

¿Quizás Sharaa no sea un todopoderoso autócrata sino un taimado táctico dedicado a dividir para poder reinar?

El problema para Israel ante una secesión de Sueida es que es imposible conectar esa zona con el Golan, porque en medio está Deraa, zona de beduinos fieles al nuevo régimen. Sueida es fronteriza con Jordania, sí, pero Ammán no se querrá meter en líos con Damasco. Intentarlo sería un fracaso anunciado. Una trampa israelí, dijo Walid Jumblatt la semana pasada, en la que nadie debería caer. Únicamente serviría para sumir Siria en una nueva guerra fratricida y mantener a Sharaa en la cuerda floja. Lo cual también significa: mantenerlo en el poder como jefe militar autócrata, evitar que las dinámicas del país lleven hacia una democratización consensuada con drusos, alawíes, cristianos y kurdos.

¿Está Sharaa dispuesto a esa democratización? Hay quien no se fía de las intenciones del exyihadista, por mucho que parece recortarse la barba cada día un poco más. Hay gestos: la ministra de Trabajo y Asuntos Sociales, Hind Kabawat, cristiana, nunca lleva pañuelo y aleja visualmente el fantasma de un proyecto islamista monolítico. Pero ¿es más que un gesto? ¿No perseguirá Sharaa una visión de convertir Siria en una nación únicamente islámica? Las masacres de muchos cientos de alawíes en la zona de Lataqía en marzo pasado, ¿fueron realmente venganzas de milicias locales, no del todo bajo control de Damasco, contra quienes hasta el año pasado fueron sus opresores? ¿O quizás la revuelta lanzada por grupos armados alawíes en un aparente intento de provocar una nueva guerra civil se instigó precisamente para debilitar y desangrar la población alawí y alejarla del escenario político? ¿Los choques en Sueida, ¿son realmente fruto de tensiones de larga data entre drusos y beduinos, o corresponden a un plan para no solo desarmar las milicias sino también acorralar la población drusa? Y si es así, ¿quiénes serán los próximos? ¿Los cristianos?

A primera vista parece difícil eliminar de la ecuación de Siria la cuarta parte de su población, compuesta por alawíes, cristianos y drusos. Pero hacerlos sentirse marginados, amenazados, malmirados, tendrá efectos: irán emigrando. En 1987 había 1,4 millones de cristianos en Iraq, hoy no se sabe si queda la tercera parte o la décima. Siria, con dos millones ¿irá por el mismo camino?

Al pedir la intervención de Netanyahu, Hikmat Hijri vuelve a arrastrar Siria al césped de la geopolítica internacional

¿O quizás Sharaa no sea un todopoderoso autócrata sino un taimado táctico dedicado por ahora a dividir para poder reinar entre la multitud de milicias islamistas que lo auparon al poder? ¿Quizás calcule que los tiroteos con cientos de muertos en ambos bandos —mueren muchos civiles, pero también mueren muchos milicianos— no solo debilitan a drusos y alawíes sino también a los extremistas de su propio bando? ¿Cree que una sangría controlada es necesaria para reducir el volumen de armas, balas y rencor acumulado? ¿Quizás piense —o quizás haya comprobado— que es la única manera de proceder a un desarme general que aún no ha tenido lugar ni entre sus aliados, ni entre sus posibles adversarios? Los choques con los drusos de mayo pasado en Damasco terminaron con un acuerdo de entrega del armamento pesado —solo el pesado—en los barrios drusos. En Sueida aún los mantienen.

También los mantienen los kurdos, aún al control de Rojava, ese inmenso tercio del noreste de Siria. En marzo, las SDF, el mando que agrupa las YPG kurdas con fuerzas locales menores, firmaron un acuerdo con Sharaa para integrarse en las Fuerzas Armadas y dejar de existir como milicias independientes. Desde entonces, este frente está tranquilo. Pero no consta que se haya llegado a implementar este acuerdo. Quizás los kurdos prefieran ver cómo Sharaa se las arregla con los demás y si es capaz de forjar una Siria plural, no islamista, antes de entregar ellos sus bazas. Y mientras tanto, Sharaa está jugando las cartas que puede.

Son dinámicas internas tan lógicas como imprevisibles, intransparentes incluso para todos los implicados, quizás para el propio Sharaa. O eran internas hasta hace dos semanas. Con su llamamiento público a la intervención de Netanyahu, Hikmat Hijri vuelve a arrastrar Siria al césped de la geopolítica internacional, pero para que sea el balón. Caerán puntapiés. Muchos no se lo perdonarán nunca. Empezando por gran parte de los drusos.

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© Ilya U. Topper | Primero publicado en El Confidencial · 26 Julio 2025