Vicente Verdú
«Los políticos están acabados»
Alejandro Luque
De natural tranquilo, Vicente Verdú (Elche, 1942) participa de la indignación que ha inundado las plazas de medio mundo durante el último año. Cree periclitada toda una era y, sin miedo a parecer demasiado tajante, está convencido de que vienen cambios radicales en todos los órdenes políticos, sociales y económicos.
Este agudo observador de la realidad, columnista habitual de El País y autor de títulos como El estilo del mundo: La vida en el capitalismo de ficción o El planeta americano, acaba de publicar La ausencia (La Esfera de los Libros), un ensayo sobre la pérdida de referentes que es uno de los signos de nuestro tiempo.
En otros periodos de crisis, hubo líderes como Roosevelt o Churchill que, además de tomar las riendas de una nación, ilusionaron al pueblo. Desinflado Obama, ¿vivimos un vacío de liderazgo mundial?
Verás, yo creo que la Historia no pasa en vano, y nos ha hecho saber que los líderes, a la vez que desatan entusiasmos, conducen a situaciones muy comprometidas, cuando no nos abocan a grandes catástrofes. Por otro lado, esta es una época muy reticular, hay un saber distribuido entre muchos y ninguna mente maravillosa. El mundo se ha vuelto muy complejo, y el conocimiento se produce a través de distintos puntos de vista…
¿Está conectado eso con el éxito que están teniendo ahora, por ejemplo los “perfiles bajos” en política?
Para mí los políticos están acabados. En efecto, como se corea en las manifestaciones: “No nos representan”. El sistema de representación parlamentaria es un producto caduco, del siglo XVIII-XIX, que hacía al pueblo sentir que las leyes se las daba a sí mismo, y no que venían dictadas por un monarca absoluto inspirado por Dios. Ahora, por más que los políticos sacralicen el voto, el sistema es un cuerpo muerto que sólo crea gusanos, supuraciones, corrupción. Votamos a uno u otro sin habernos leído el programa, incluso dejando que nos oculten el programa, como hemos visto últimamente con Rajoy. Que te creas demócrata porque votes cada cuatro o años, o que un señor se mantenga ese tiempo en el poder a pesar de que los sondeos de opinión lo suspendan una y otra vez, es inconcebible. Un presidente de un consejo de administración o un entrenador de fútbol irían a la calle inmediatamente. ¿Por qué estos señores se apalancan de esa manera? Es hora de prescindir de intermediarios, sea para comprar fruta, pedir dinero o elegir representantes. Todo debe cambiar si queremos acercarnos a la verdad de las cosas. Estamos hartos de esta farsa.
Los tecnócratas que han ocupado el poder en Grecia e Italia, ¿son acaso una alternativa válida al sistema que conocemos?
Ése es el futuro. No votaremos a partidos que no significan nada, votaremos a personas capacitadas. Habrá un señor especialista en Sanidad que proponga una cosa, a otro que proponga otra, y formarás un gobierno con las personas que te hayan convencido de sus programas, en Sanidad, Educación, Defensa… Votarás personas que sepan de qué tratan. Los políticos que no tienen ni puta idea de qué tratan, y que no hablan inglés, se han terminado.
¿Eso no entraña el riesgo de que nuevos totalitarismos se abran paso?
No, ¿por qué? La ministra de Trabajo italiana lloraba cuando tenía que anunciar las medidas. No son robots, son seres humanos, como los otros ministros o más. Mira que hemos tenido a ministros sin ninguna calidad humana, ¿por qué no van a tenerla estos profesionales de la Medicina, de la Ciencia? Lo que no tiene sentido es que tengan que tener adscripción a una ideología política que no existe, que es una farsa.
Por eso, en su libro habla de los indignados como un movimiento que no aspiran a cambiar toda la sociedad, “sino a ahuyentar una parte indeseable de ella”.
Pensemos en la Comuna de París, las revoluciones del XIX: tampoco sabían bien cómo articular su pensamiento, y eso que tenían quien orientara la acción política. Ahora esa acción está desorientada, no por falta de líderes, sino porque tal vez no hay nada que hacer. Las cosas se han vuelto como los edificios de Koolhas, muy facetadas, con muchos puntos de vista. Ya no hay uno solo, a la manera de Newton, o de la Ilustración. Por eso, es muy poco coherente una idea salvadora para todos. Tenemos que tener la esperanza de que viene un nuevo modelo, en el que aún no hemos vivido, que corresponde a un deseo de libertad de la masa al individuo, del individuo al grupo, del grupo a la comunidad. Todos esos pasos están por dar. El invento revolucionario de esta era no es el tren ni el aeroplano, sino los medios de comunicación. Ésa es la gran revolución, una revolución basada en las relaciones interpersonales.
En La ausencia, usted se refiere también a revoluciones como la primavera árabe como un movimiento de rechazo a un poder, más que como una alternativa. ¿Eso les condenará al fracaso?
Los árabes, en primer lugar, están luchando en una situación de miseria insoportable que antes no tenía comparación y ahora sí es comparable, con el mundo desarrollado sin jefes autocráticos que se lleven todo el dinero a Suiza.Esa gente que se ha movilizado no piensa en diputados ni en sesiones del Senado, sino en la enorme injusticia que se está cometiendo con ellos cuando el país tiene recursos que se evaporan.
¿Cree que todo se resume en llenar el estómago? ¿Excluye que haya sed de libertades?
No, claro, pero recuerde que la esclavitud duró hasta mediados del XIX. Si no podían liberarse, ¿qué otros derechos podían reclamar? Su primera lucha es dejar de ser esclavos, dejar de pasar hambre, no ver a tus hijos morir. Cuando tu esperanza de vida no pasa de 40 o 50 años, las circunstancias son tan radicales que suponen el motor de las revueltas.
Acaba de terminar una cumbre europea donde también se echaron de menos contenidos, y otra de Medio Ambiente que también pareció vacía.
La velocidad de estas reuniones es de tal lentitud que nunca alcanzan a dominar, prevenir ni controlar los cambios. No ha habido cumbre europea que no haya provocado un desplome de la Bolsa. Los mercados, como es natural, no confían en la guía política. Y eso del Medio Ambiente no interesa. Con el petróleo a 130 y tantos dólares, la gente lo que quiere es explotar los yacimientos de Alaska. Los países emergentes, si empiezas a quejarte de que echan humo… Es el chocolate del loro. Es una ambición muy religiosa, que todos seamos buenos y hermanos, pero unos porque no prosperan, otros porque bastante han padecido como para que ahora les cortes el desarrollo, nadie quiere hacer nada.
Después de haberlo desempeñado durante muchos años, ¿da por muerto el periodismo?
Yo doy por muerto el periodismo escrito, el papel. Ahora, la crisis, no digo que esté en manos de los medios, pero una proporción muy grande de la crisis está gestionada por ellos. Han jugado a gestionar la tragedia, han llegado incluso a aburrir. Pero llegará un punto en que verán más atractivo descubrir brotes verdes y animar al personal con esas novedades. Hoy por hoy, la prensa está saturada de crisis, ya ni aparece en portada a cuatro columnas. Es como el Katrina, o la desparición de Mary Luz: no hay quien lo aguante.
Me refería a la supervivencia del modelo actual de los medios, en el nuevo contexto tecnológico…
Ése es un problema que, seguro, lo querrán resolver. Tiene que ver con las leyes que estén regulando el derecho de la información y la propiedad intelectual, y sin duda con todo el trasvase de los medios tradicionales a internet. La televisión todavía ocupa el grueso de la publicidad, pero ya las otras pantallas están llevándose un trozo importante. Sin duda, los periódicos en la red recibirán unos ingresos por su presencia en la red, además de los ingresos que obtengan por publicidad. Buscaremos cosas que llamen la atención, para que la gente las pague.