Clarisse Nicoïdski
La culor dil tiempu (1978)
Ilya U. Topper
Viajar con la lengua a cuestas
Dicen que la lengua es una patria y doy fe. Lo es aún mucho más para los sefardíes: ellos no tienen otra. Miren, si no, a Clarisse Abinun (Lyon, 1938 – 1996): nace en Francia, vive de adolescente en Marruecos, sus padres se conocieron en la Barcelona republicana, ambos oriundos de Sarajevo, aunque su madre era italiana criada en Trieste.
En casa, recuerda la propia escritora en el prólogo a su poemario La culor dil tiempu, se hablaba italiano, serbocroata, algo de alemán, algo de francés… y la lengua de los adultos, el ladino o judeoespañol. Es decir, el español de toda la vida, el del siglo XV, tal y como se ha conservado en las comunidades sefardíes de todo el mundo: desde Casablanca a Estambul, desde Túnez a Sarajevo.
Para ella, la joven francesa de Lyon y Marruecos, esta lengua ya era agua pasada bajo un puente que se iba rompiendo (incluso su padre, Moïse / Maurice Abinun escribe sus memorias, Les lumières de Sarajevo, en francés). Una lengua que ya sólo es un enlace a anteriores generaciones, a las profundidades familiares, a una historia de muchos siglos que da la vuelta por todo el Mediterráneo desde sus raíces de España.
Pero precisamente como tal, es la más apta para escribir poesía: Clarisse Nicoïdski -publicaba bajo su nombre de casada- es autora de veinte novelas, un drama y un libreto de ópera, todos escritos en francés, pero el único poemario que sacó a la luz, a los 40 años, es Lus ojus las manus la boca (1978), en el spaniol muestro. Podemos sospechar que en estas líneas, la lengua no es sólo el vehículo para expresar emociones, sino que es el propio objeto invocado, el destinatario de los versos. Nos legó otro, inédito: Caminus di palavras, recogido también en esta edición, y cuyo título ya es toda una declaración de intenciones. Si algo ha viajado con los sefardíes, a mar traviesa, son las palabras.
Clarisse Nicoïdski, también crítica de arte (un clásico es su estudio sobre pintura realizada por mujeres en la historia), era una escritora de cierto éxito en Francia: varios de sus novelas se tradujeron al español (Toque de queda, editada en Argentina) o al alemán (El bote de miel, una novela erótica que alguien resumió como “el [posterior] filme Chocolat con más picante”). Además la cantante argentina Dina Rot (madre de los artistas Ariel y Cecilia) musicó poemas de Nicoïdski en su álbum sefardí Una manu tumo l’otra.
La autora se define como “escritora de lingua francesa” en el prólogo. El francés “es el lenguage que me «pertenece» y a quien «pertenesco»”, remacha. Aunque tan suyo es, desde luego, el ladino. Muy suyo: Clarisse Nicoïdski ha utilizado una ortografía propia para escribirlo, que no coincide con la estandarizada durante el último siglo por las comunidades sefardíes de Estambul, Salónica y Sarajevo: modifica enormemente las vocales respecto al castellano de Cervantes – “si avrian lus (ojus) di lus muartus” – pero mantiene los consonantes, mientras que el ladino estándar ha tomado precisamente la vida contraria: mantiene casi todas las vocales tal y como los fijó el de Nebrija, pero emplea la k en lugar de la c, amén de un uso de b, v y h bastante distinto del actual.
Curiosamente, esta manera de distorsionar las vocales, me evoca los kantares sefardíes de Estambul: así se pronuncian, aunque no se escriban así. Al leer los versos de Clarisse, lo que oigo son canciones, palabras hechas para la música.
Este libro, de todas formas, es un kadish, como apunta la propia autora: una oración que se canta por los muertos. Se puede hacer extenso al propio idioma. Porque el ladino, de eso poca duda cabe, está agonizando: ya sólo se habla entre generaciones muy mayores. Hay quien intenta salvar este testimonio, un fósil lingüístico vivo, de la extinción; hay quien aboga por la vía que los sefardíes de Marruecos tomaron ya a principios del siglo XX, con eminente sentido práctico: reemplazar la lingua por el castellano moderno, sin perder por eso su identidad. Clarisse Nicoïdski era una escritora francesa, pero no por eso dejó de ser sefardí.
[Ilya U. Topper]
LUS OJUS LAS MANUS LA BOCA (1978)
| LOS OJOS LAS MANOS LA BOCA (1978)
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Lus ojus
i comu mi sulvidaré
| Los ojos
y cómo olvidaré
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si mi davas tus ojus pudia fazer con unu un barco di l’otru la vela si mi davas tus ojus pudía tumar lus caminus dil mar di la mar qui sta liurandu alrididor di la tiarra di no tiner ojus di no ver di solu liurar | si me dieras tus ojos podría hacer con uno un barco del otro la vela si me dieras tus ojos podría tomar los caminos del mar de la mar que está llorando alrededor de la tierra por no tener ojos por no ver por sólo llorar |
si arasgarun lus ojus para ver il velu curiladu qui mus ciega si arasgarun lus ojus comu tela qui scondi la varda si arasgarun | se rasgaron los ojos para ver el velo colorado que nos ciega se rasgaron los ojos como tela que esconde la verdad se rasgaron |
cóntami la cunseja qui si camina in tus ojus cuandu lus avris la maniana cuandu il sol entra su aguja di luz in tus suenius | cuéntame la historia que camina en tus ojos cuando los abres por la mañana cuando el sol entra con su aguja de luz en tus sueños |
aviartus dos puartas dos vintanas una mar cun dos islas sin qui ningunu adientri si caiga sin qui si veya un cuerpu in estus pozzus sin fondo ondi mi alma si afoga | abiertas dos puertas dos ventanas un mar con dos islas sin que ninguno adentro se caiga sin que se vea un cuerpo en estos pozos sin fondo donde mi alma se ahoga |
biver tus ojus vinu cafe cantar comu il burachu biver tus ojus i sintir il friu di no puder avlar di nunca mas puder dizir | beber tus ojos vino café cantar como el borracho beber tus ojos y sentir el frío de no poder hablar de nunca más poder decir |
la pared mi sta mirandu la candela mi sta mirandu tambien la lampa la silla la mesa cun il oju unico di las cosas il oju caminándusi alrididor di ti di mi | la pared me está mirando la luz me está mirando también la lámpara la silla la mesa con el ojo único de las cosas el ojo caminando alrededor de ti de mí |
© Herederos de Clarisse Nicoïdski | Traducción: © Ernesto Kavi [Cedido por Editorial Sexto Piso · Octubre 2014]