Javier Ruibal
Perla de la medina
M'Sur
Novelas de tres minutos
Los estudios se llamaban Kaleta Records, pero para todo el mundo era lo de Mario. Mario era Mario G. Alberni, un técnico que desde su mesa vio pasar por su pecera a toda una edad de oro de la música gaditana. Ese día estaba allí, tras el cristal y frente al micro, Javier Ruibal. Y a su lado, insólita presencia en un ambiente musical, Ilya U. Topper. Javier se había propuesto grabar Perla de la Medina en árabe, e Ilya, que naqueraba y naquera la lengua de Ibn Hazm y de Mohamed Chukri, ponía la traducción y daba precisos consejos para lograr una pronunciación natural e impecable. “Fihada al kasri, turuk sijiría…”
Yo pasaba por allí como quien no quiere la cosa, nos recuerdo a todos algo más delgados, con algo más de cabello abrigando nuestras ideas, y también la sensación de momento único que se vivía en la grabación de un disco en la era pre-Pro Tools. También recuerdo que era una época –finales de los 90– de euforia fusionera, y Kaleta era el lugar donde los músicos jóvenes y veteranos jugaban a hacer trasvases sonoros y mestizajes originales con el entusiasmo con que los niños de nuestra época, disfrazados de científico loco, jugaban al quimicefa.
Claro que en lo de Mario, en el laboratorio de Kaleta Records, había científicos más locos que otros. Ruibal siempre fue de los cuerdos. O de los locos sensatos. Siempre intuyó que la mezcla por la mezcla podía dar lugar a muchas imposturas, que ciertos materiales no debían manipularse sin tomarse antes la molestia de conocerlos y vivirlos a fondo, que la audacia no tenía por qué estar reñida con la búsqueda de un sentido, de una coherencia, de un intrínseco, casi imperceptible pero cierto porqué.
Así grabó en árabe Perla de la Medina aquella tarde noche que caía despacio (era también una época en que los ocasos nos parecían más lentos) sobre el gaditano barrio de La Laguna, yendo más allá del orientalismo de cartón piedra para hablar de amor, de un amor que no entiende de diferencias religiosas, lingüísticas o geográficas, como grabó otras muchas cosas que no eran exactamente canciones, sino novelas de tres minutos, películas maravillosas, viajes sin salir de casa.
Celebro que esta versión de Perla de la Medina haya sido rescatada y remozada para llegar, años después, al público. Los tiempos han cambiado, nuestra percepción del mundo árabe ha sufrido muchos sobresaltos, revelaciones y resiliencias, pero las buenas canciones tienen siempre una vigencia insospechada. Apuesto a que seguirá sonando igual de bien como suenan hoy las páginas de El collar de la paloma o los versos del mismísimo Abu Nuwas.
[Alejandro Luque]
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Perla de la medina
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[Cedido en exclusiva a M’Sur por Javier Ruibal. Forma parte del nuevo disco Paraísos Mejores, ya en tiendas. También se puede pedir en la web del artista]
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