Inmigrante para los demás
Ilya U. Topper
En el cartel de la película, Yasmina lleva un pañuelo rosa. Algo imprescindible para advertir al espectador que se está anunciando una película sobre una chica marroquí: sin este trozo de tela, Yasmina no se distinguiría de cualquier chica española. Y desde luego, en la vida real, es decir en la película, Yasmina no se pone nunca el pañuelo: ella no tiene ningún interés en distinguirse de las demás españolas.
¿Qué la distingue? Su pasaporte es marroquí y no tiene permiso de residencia. Y sólo hay una manera rápida de cortar el nudo gordiano de la burocracia: casarse con un chico español. Así arranca la búsqueda de un novio —mejor dicho, alguien dispuesto a firmar el acta de matrimonio— en la que contará con la ayuda de Lola, la presidenta de la asociación local de ayuda a los inmigrantes.
A partir de ahí se entrecruzan los personajes y se suceden los enredos y los equívocos, trazados a veces con un lápiz demasiado grueso. Pero no se levanten de la butaca: justo antes de que la película empiece a deslizarse por la pendiente de este humor facilón de telecomedia que no es humor, pasa en vuelo rasante sobre el peligro de la caricatura, encuentra su punto de equilibrio y se vuelve a elevar para acometer los últimos dos tercios con un ritmo mucho más seguro, sincero y emocional.
Esta comedia —fresca, hecha para reír y llorar— tiene a ratos aires de documental
Esta comedia —una comedia fresca, agradable, hecha para reír y llorar con la protagonista— tiene a ratos aires de documental: no sólo las escenas en la multitudinaria asociación de inmigrantes parecen haber sido rodados ‘en directo’, también las escenas entre Yasmina y su hermano Abdel, entre Abdel y sus compañeros de la plantación…
Irene Cardona, una joven cineasta extremeña, supera con este trabajo la prueba de su primer largometraje de ficción, de la mano de la excelente Sanaa Alaoui, una actriz marroquí de 30 años con una quincena de películas y varias series televisivas francesas en su haber, que aprendió español en pocos días sólo para poder rodar esta película.
Pero, y ahí reside su valor, Un novio para Yasmina, premiada con tres biznagas de plata en el Festival de Málaga, va mucho más allá de relatar las peripecias de una inmigrante que necesita regularizarse. Al final comprenderemos que el novio no es más que el McGuffin, el pretexto para plantear una reflexión distinta. ¿A qué mundo pertenece Yasmina?
Sanaa Alaoui —oriunda de Casablanca, residente en Francia— encarna a la perfección el personaje de la chica marroquí culta, moderna y rebelde, que se siente mucho más cómoda en el rol de la mujer española que en el que le quisieran asignar algunos trasnochados modelos de su país de origen. Ahí reside su lucha: para la sociedad española que la rodea, ella es una inmigrante más. Ella, sin embargo, se siente en la otra orilla del río. Frecuenta, desde luego, la asociación de inmigrantes del pueblo… pero sólo para enseñar castellano a otras marroquíes.
Para Yasmina, inmigrantes son las demás. Excepto, desde luego —¿exigencias del guión o del cartel de la película?— en los escasos segundos en los que se coloca el pañuelo rosa que la identificará, a ojos del espectador, como marroquí.