Maestro de la ironía
Ilya U. Topper
Ismail Kadare
Cuestión de locura
Reconozco que el primer libro de Ismaiel Kadare lo pedí en la ventanilla del bibliometro, -esta estupenda invención del Metro de Madrid para que no se aburran los incautos que han olvidado echarse lectura al zurrón antes de bajar a las entrañas del transporte público- simplemente porque la combinación de un nombre musulmán y un apellido nada árabe me prometía una mezcla mediterránea interesante. Cuando comprobé en la solapa que era albanés, mi reacción fue de grata estupefacción – ¿ah, pero existen escritores albaneses?
Espero que desde el Príncipe de Asturias de las Letras de ayer, ya nadie se tenga que hacer esta pregunta. Y para quien sospeche que algunos premios se otorgan precisamente para ir eliminando este tipo de preguntas (¿nunca se han imaginado al comité del Nobel colocando banderitas en un mapamundi: este año estaría bien tener a un escritor nepalí o ruandés?) quede dicho aquí que Ismael Kadaré no sólo es albanés sino escritor y de los buenos.
En segunda lectura, no me puedo sustraer al tenebroso encanto de este dadaísmo rural
Cuestión de locura es un libro compuesto por cuatro novelas cortas. La última, ‘La estirpe de los Hankoni’, es una saga familiar al estilo de los Cien años de soledad: bien escrito, épico, pero con un regusto de sequedad (y no oculto que tengo cierto repeluz a esos milenios de soledad que resultarían si amontonáramos todas las sagas familiares al estilo de García Márquez, anteriores o posteriores a él).
En la primera lectura también me dejó frío ‘Días de juerga’: dos estudiantes dedican unas semanas de su vida a escandalizar a una tranquila ciudad de provincias incumpliendo todas las normas de buena conducta en aras de un fin superior -la búsqueda de un valiosísimo manuscrito- en el que aparentemente no creen ni ellos mismos. En una segunda lectura, no me puedo sustraer al tenebroso encanto de este dadaísmo rural.
‘El desprecio’ es todo lo contrario: la navegación del hombre sin principios entre las tormentas de una época de cambios. Ubicada en la época en la que el comunismo toma el poder y destierra a unas zonas paupérrimas y vigiladas a la vieja aristocracia del país, Kadaré dibuja una lucha de clases a la inversa: la de los pudientes, ahora destronados, que planifican infiltrar al enemigo poderoso -los obreros- para recuperar su poder. Y pese a su absoluta falta de ética o de rasgos atractivos, no deja de fascinar el personaje del comunista al que los suyos consideran traidor y que lleva a cabo su particular guerra equilibrista: avanzar utilizando sin piedad a ambos bandos.
Mi favorita, no obstante, es la primera historia, que da título al libro. Cuestión de locura narra el día a día de un niño que va averiguando los terribles secretos de sus familiares. Kadaré habla sin esos falsos retazos de ingenuidad con que otros escritores intentan asacarinar a veces la infancia, pero con esa finísima ironía que consiste en aplicar la mirada auténtica de un niño a un mundo de adultos. Un caramelo. Según los entendidos, el texto es prácticamente una continuación de su novela autobiográfica Crónica de piedra. Normalmente no soporto las autobiografías infantiles, pero si es verdad ésta se parece a Cuestión de locura, me la pido para Reyes.