Crítica

Retazos del genio

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 6 minutos
Camarón, flamenco y revolución
Dirección: Alexis Morante

Género: Documental
Intérpretes:  Juan Diego, Camarón de la Isla
Guión:  Alexis Morante, Raúl Santos
Produccción: Lolita Films, Mediaevs, CanalSur TV
Duración: 104 minutos
Estreno: 2018
País: España
Idioma: Castellano


Contar la vida de Camarón
, y aportar algo nuevo a lo mucho que se ha dicho y escrito sobre el genio de la Isla, no es cosa fácil. Lo sé porque yo mismo lo intenté, cuando me encargaron el guion de una serie de podcasts dedicados a José Monge el año pasado, con motivo del 25 aniversario de su muerte. No obstante, cuando tuve noticias de que se estaba dando forma a un proyecto cinematográfico similar albergué grandes esperanzas: pienso que la imagen puede expresar y conmover mucho más que el simple sonido, y en el caso concreto de Camarón, un fenómeno de enorme fuerza iconográfica, podía hacerlo mucho más.

La ilusión se redobló al tener noticias de algunos miembros del equipo, entre ellos Raúl Santos, que tan buena impresión dejó con su documental La Roca, y el también algecireño Alexis Morante. Y siguió creciendo al saber que la base del documental serían las imágenes de Camarón disponibles en múltiples archivos, entre las cuales cabía esperar algunas suculentas rarezas.

Es difícil encerrar una personalidad tan gigantesca en una hora y media pero el guion no acaba de fluir

La estructura narrativa era en cambio previsible: la crianza humilde en el San Fernando surgido del auge de los astilleros, la escuela cantaora de madre Juana, el lanzamiento de su carrera en Madrid, el encuentro cósmico con Paco de Lucía, el relevo con Tomatito y la apertura de nuevos horizontes sonoros de la mano de Ricardo Pachón, la revolución flamenca, el éxito y la trampa de las drogas, el agónico ocaso de su carrera y el entierro multitudinario en su ciudad natal, ya investido de santidad. Una vida tan literaria, con todo lo que tiene de ascenso y caída, de amores y rupturas, de gloria y de tragedia, que cualquiera, incluso los no necsariamente aficionados al flamenco, caen subyugados por ella.

Sin embargo, debo reconocer que el producto que he podido visionar queda muy por debajo de mis expectativas. Quizá se deba, para empezar, a la dificultad de encerrar una personalidad tan gigantesca en una hora y media largas de metraje, en la que se hace necesario además intercalar pasajes musicales, pero lo cierto es que el guion no acaba de fluir. El montaje se antoja por momentos desordenado, con unos tiempos muy poco equilibrados, con líneas narrativas que a veces se cortan abruptamente y otras parecen alargarse demasiado.

Las apariciones puntuales de testimonios grabados de personas cercanas a Camarón no van a menudo acompañadas de imágenes, lo que resulta un poco chocante, y más de una está tomada de otros filmes. ¿Habría ganado el proyecto con el aliño de algunas buenas entrevistas? Sin duda. Como viene ocurriendo en el audiovisual andaluz, se abusa, en cambio, del preciosismo de las imágenes grabadas con drones, de las panorámicas a lo Isla mínima, de los metafóricos caballos y de las animaciones. Por otro lado, aunque Juan Diego, como voz en off, demuestra su talla de actor monumental que se las sabe todas, esta vez defiende un texto que conjuga el tono divulgativo con una serie de expresiones castizas que, en mi opinión, acaban volviéndose un tanto fastidiosas, como si no se pudiera hablar de un flamenco sin adornar el relato con alguna pincelada de tipismo cañí.
Oír decir al gran cómico cosas como «Pero vamos a ver, señores, no se puede cantar una soleá a las 4 de la tarde. Se canta a las 5 de la mañana, con tres botellas de Carta Blanca en el cuerpo y tres paquete de Winston. Esto es así, por derecho», poniendo su buen decir al servicio de una retórica más que superada, provoca una incomodidad que saca al espectador aficionado de la gran historia que se está contando.

Tales factores fueron apagando en este espectador la ilusión por ver un monumento cinematográfico a la altura del personaje. Pero lo que más me chocó, y en esto tengo quizá exclusivamente la culpa, es que apenas encontré imágenes que no hubiera visto antes; no como periodista que tiene que abordar la figura de Camarón para su trabajo, sino como simple curioso de Youtube.

Los seguidores más inquietos no hallarán mucha sorpresas, apenas jirones del genio

No dudo que quienes hayan conocido a José Monge solo por sus grabaciones encontrarán aquí grandes tesoros, pero los seguidores más inquietos no hallarán mucha sorpresas, apenas jirones, retazos del genio. Al terminar el visionado, recordé que un buen amigo, al ver La búsqueda, el documental sobre Paco de Lucía realizado por su hijo Curro, me dijo que no le habría importado que durara tres horas más, tan magnética es la imagen del guitarrista y tan eficaz su inclusión en el filme. Siento decir que en este caso no pude evitar mirar alguna vez el reloj.

Sería injusto, sin embargo, no reconocer algunos de los méritos de la cinta, que gana considerablemente hacia el final, con las magníficas grabaciones de los conciertos de Camarón en el Cirque d’Hiver o las sesiones de grabación de Potro de rabia y miel, cuando ya la enfermedad había firmado su sentencia de muerte. También creo que queda muy bien retratada la paradójica tosquedad del personaje, casi un analfabeto, en contraste con su fabuloso, insondable universo sonoro; el tímido enfermizo combinado con el hombre público dispuesto a derribar barreras sin importarle lo que dijeran; el hombre de pueblo, amante de la vida sencilla, del campo y del cuchareo, y la estrella internacional que dio la vuelta al mundo.

Todo, eso sí, está esbozado en esta producción a la que le auguro, sin ser un gran profeta, una feliz vida en la cartelera y óptimos ingresos en taquilla, pero que, bien que lo lamento, se ha quedado corta en el empeño de mostrar al mayor cantaor de todos los tiempos sobre la pantalla grande. Quizá era una misión imposible, quizá todos los que lo hemos intentado en libros, radio o televisión, estábamos condenados a un relativo fracaso. Pero confío en que detrás de nosotros venga gente con más talento o creatividad, y quizá menos fascinación, que sepa hacerlo mejor.

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