Crítica

La última aparición

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 4 minutos

Paco de Lucía: la BúsquedaPacoCartel
Dirección: Curro Sánchez.

A primera vista, se podría creer que la oportunidad que Paco de Lucía dio a su hijo Curro al consentir este documental es un regalo. Pero pensándolo bien, podría ser un regalo envenenado, porque cualquiera sabe que la vida del gigante algecireño no cabe en una hora y media –ni cien que fueran–, y han sido tantas las aproximaciones biográficas y los exégetas de su obra que da la sensación de que todo estuviera ya dicho y contado. Tenemos, pues, un empeño condenado de antemano al fracaso, por un lado, y por otro una baza irresistible: la última aparición del único dios verdadero de la guitarra flamenca.

La ecuación, sin embargo, se resuelve pronto: estamos ante un producto para todos los públicos, incluidos los públicos no flamencos, que resume la peripecia vital y el ideario básico de Francisco Sánchez, sin que quepa esperar grandes revelaciones. Aunque ante la cámara desfilan artistas que han trabajado con él –desde John McLaughlin o Chick Corea a miembros del sexteto original y colaboradores más recientes– e ilustres compañeros como Alejandro Sanz, Carlos Santana o Rubén Blades, el protagonista absoluto es Paco. Podríamos prescindir de todos los demás (asumiendo la eventual pérdida de tirón en la taquilla), y quedarnos horas escuchando solo a ese hombre a un tiempo tímido y temperamental, y ya valdría la pena el precio de la entrada.

Estremece oír al artista manifestar su nostalgia de una niñez miserable en Algeciras

Quienes leyeran hace tiempo los volúmenes biográficos de Juan José Téllez, Retrato de familia con guitarra y Paco de Lucía en vivo no obtendrán muchas novedades, pero hay que reconocer que Francisco Sánchez sabe dar titulares, y reformular los que ya diera antes. Estremece, por ejemplo –¿atención, spoiler?– oírle manifestar su nostalgia de una niñez miserable en Algeciras, porque desde el momento en que fue famoso y adquirió prestigio se convirtió en “un amargado”. O comentar que dejó de proclamarse de izquierdas el día que ingresó sus dos primeros millones en el banco en lugar de destinarlos a alguna obra social. O ver el modo en que le brilla la mirada todavía al recordar no su primer encuentro con Camarón, sino el segundo, en el que lo oyó cantar de veras y creyó que se le revelaba el Mesías.

A muchos nos hubiera gustado que profundizara en su gente de Algeciras. Pero hubiera sido otro filme

El guión opta por eludir pasajes especialmente tristes, como las infamias levantadas contra el guitarrista tras la muerte de José Monge, y prefiere en cambio abundar en el Paco cercano, humano, amigo de sus amigos y padre de familia. A muchos nos hubiera gustado tratar de ir más allá en esa línea, profundizar por ejemplo entre su gente de Algeciras, los que le conocieron bien, esos compadres anónimos entre los cuales el músico solía reencontrarse a sí mismo cuando el ruido de Madrid le aplastaba. Pero hubiera sido otra película, sin duda más interesante, y seguramente de tirón comercial mucho menor.

Curro Sánchez Varela –sí, el mismo de la rondeña Mi niño Curro– ha hecho su apuesta, y más allá de las expectativas que cada espectador lleve, logra con su filme transmitirnos una sensación extraña y emocionante: la de reencontrarnos con el maestro, siendo ese reencuentro a su vez una despedida. Es imposible terminar de verlo sin dejarse asaltar por esa mezcla de felicidad y desazón inconsolable. Justo la que nos produce haberlo disfrutado y saberlo ausente a cuantos amamos la música de Paco, es decir, la música.