sionismo
El sionismo propone la emigración de todos los judíos del mundo hacia Palestina para reunirse en lo que se supone su patria histórica. Desde la fundación de Israel en 1948 se refiere también a los movimientos que apoyan este Estado de forma incondicional.
El sionismo es la ideología oficial de Israel, que se entiende como «Estado judío», es decir, un país cuyas leyes y disposiciones básicas deben fundarse en la religión o las tradiciones judías. Aunque la población de origen palestino —un 20%, conocido como «árabes israelíes» — goza teóricamente de los mismos derechos básicos que la judía, esta última se ve favorecida por numerosas leyes.
El carácter sionista de Israel se refleja en la Ley del Retorno de 1950, que da derecho a cualquier judío o descendiente de judíos en el mundo a adquirir la ciudadanía israelí y asigna importantes fondos a fomentar la inmigración de judíos. En contrapartida, el gobierno israelí se erige habitualmente en portavoz de todos los judíos del mundo.
Actualidad
Hoy, prácticamente todos los partidos de Israel —exceptuando tres formaciones menores conocidas como «partidos árabes»— son sionistas, es decir defienden el planteamiento de Israel como un Estado que debe mantener un carácter judío, aunque difieren en cuál es esta identidad. En enero de 2009, el comité electoral israelí prohibió la participación de los tres partidos «árabes» — uno de ellos comunista— aduciendo que no reconocían Israel como «Estado judío». El Tribunal Supremo revocó esta decisión.
Dentro de los propios partidos sionistas hay un encarnizado debate sobre qué es el «carácter judío» del Estado y si incluye la componente religiosa. Los dos grandes partidos históricos, el Laborista —de tendencia socialista— y el Likud —derechista— no se declaran religiosos, como tampoco lo hace Kadima, escindido del Likud en 2005. Por otra parte, ninguno de ellos cuestiona la legislación israelí, que otorga el control sobre las leyes de matrimonio, divorcio, conversión e inmigración al Rabinato Supremo, una institución religiosa, no a los tribunales públicos.
Hacia finales del siglo XX, los ideales socialistas y laicos de los kibbutz y los fundadores de Israel entraron en declive. El Shinui, defensor del sionismo netamente laico, desapareció en 2006; el mismo año, el partido Shas, dirigido por judíos lituanos estrictamente ortodoxos, se erigió en tercera fuerza de la Knesset, el parlamento israelí. Su granero de votos son los sectores modestos de judíos oriundos del Magreb. Como socio habitual en las coaliciones de gobierno ha impuesto un rumbo de creciente religiosidad en la vida pública.
Pero mientras el Shas pone el acento en la ortodoxia, varios otros partidos aúnan el sionismo religioso y político, entendido como una orden divina de expandir Israel más allá de sus fronteras actuales y rechazar todo acuerdo de paz con los palestinos. Es la ideología del ultraortodoxo Yahadut Hatora y de Unión Nacional, hoy sexta fuerza. Una posición similar, pero menos religiosa y más extrema, es la de Yisrael Beitenu, calificado frecuentemente de fascista. El Meretz, representante de la izquierda sionista a favor de un acuerdo de paz con los palestinos, quedó por debajo del 3% de los votos en 2009.
Hoy siguen existiendo fuertes movimientos sionistas fuera de Israel, sobre todo en Estados Unidos, aunque su trabajo ya no se centra tanto en la emigración como en el respaldo moral y, a menudo, financiero de Israel. En este contexto, el término sionista se emplea a menudo para describir a quienes apoyan rotundamente la política del gobierno israelí y rechazan toda crítica a su actuación. Algunos medios y políticos emplean el término «entidad sionista» en lugar de «Israel» para dar a entender que no se le reconoce legitimidad a este Estado. En este contexto, la palabra «sionista» conlleva una fuerte connotación negativa.
Historia
El sionismo nace en el siglo XIX como respuesta a las tensiones entre las comunidades judías europeas y su entorno cristiano, saldadas a menudo con la persecución masiva de los judíos bajo diferentes acusaciones. Estas persecuciones o pogromos se daban hasta inicios del siglo XX en Europa del Este y Rusia, donde las comunidades judías vivían normalmente en guetos, es decir barrios apartados, llamadas shtetl (ciudadela) en yídish.
Esta presión se une al concepto religioso que considera la presencia de judíos en todo el mundo —la diáspora— como resultado de la derrota de los judíos en las tres guerras judeo-romanas en el siglo I y II d.C. y propugna el «retorno a Jerusalén» como meta definitiva de todo judío creyente. Así, los vínculos de los judíos religiosos con Jerusalén como capital espiritual siempre fueron fuertes y ya a inicios del siglo XIX empujaron a judíos europeos perseguidos a emigrar hacia Palestina. La emigración, sobre todo desde Rusia, se intensificó a partir de 1882, tras la promulgación de leyes antijudías en el imperio zarista, aunque el destino de la inmensa mayoría era América.
En 1890, el periodista austríaco Nathan Birnbaum acuñó el término sionismo para la ideología política que proponía el traslado de los judíos hacia Palestina y en 1896, el periodista austrohúngaro Theodor Herzl popularizó esta idea en su libro «El Estado de los judíos». Herzl propuso que las tensiones persistentes entre las comunidades judías europeas y su entorno no podían solucionarse con la asimilación porque los judíos, más que una comunidad religiosa, serían una «raza» distinta a los ‘goyim’, es decir los gentiles o no-judíos. Aunque Herzl no era religioso, esta idea se funda en el mito bíblico según el que todos los judíos descienden de un padre común, Abraham.
Herzl había evaluado la posibilidad de crear el estado judío en Argentina o Uganda, pero el Congreso Sionista decidió en 1905 concentrar sus esfuerzos en Palestina y financió la compra de terrenos en los que establecer los núcleos de un futuro estado. En sus inicios, el sionismo amalgamaba elementos religiosos —como la definición de «judío» por la descendencia y la necesidad de «regresar» a Jerusalén— con conceptos modernos como la construcción de un Estado nacional. Unía las corrientes de carácter místico-espiritual con las laicas nacionalistas, a menudo influidas por la ideología socialista y comunista.
En las próximas décadas, la corriente laica se estableció como fuerza dominante e impulsó, a partir de 1909, el movimiento de los kibbutz, una especie de asentamientos agrícolas colectivos, sin propiedad privada y sin apenas esfera privada, en la que incluso la educación de los hijos era una tarea de la comunidad. La inmensa mayoría de los kibbutz rechazaron toda actividad religiosa y proclamaban la creación de un «nuevo judío» a través de la ética del trabajo.
Aunque la mayor parte de los inmigrantes vinieron de Rusia y los países europeos del Este, el movimiento sionista estableció desde sus inicios ramas en los países árabes con presencia judía, sobre todo en Marruecos, donde las tensiones sociales eran mucho menores que en Europa. La Declaración de Balfour de 1917, que reconocía las metas sionistas, la caída del Imperio Otomano y la cesión de Palestina a Gran Bretaña en 1920 con el mandato de facilitar el establecimiento de un «hogar nacional judío», convirtieron el sionismo en una fuerza política internacional.
La severa restricción de los derechos de los judíos en Alemania tras la llegada al poder de Adolf Hitler en 1933 fomentó la emigración a Palestina. En estas décadas, el sionismo estableció un eficaz sistema estatal, que incluía un ejército propio, la Haganah. Además, varios grupos clandestinos cometían atentados tanto contra la población civil local como contra el Ejército británico. Éste cedió a la presión y se retiró, dando así inicio al Conflicto de Palestina.
Tras expulsar a decenas de miles de palestinos y conquistar un territorio compacta en una guerra parcialmente victoriosa contra los ejércitos de los Estados vecinos, Siria, Jordania y Egipto, los dirigentes sionistas en torno a David Ben Gurión declararon en 1948 el Estado de Israel.