2004, Estambul
por David Estrada LarrañetaEstambul, ciudad fugaz
Hay ciudades que saben conservan su esencia de siglos, que puedes visitar al cabo de diez, veinte años, y sentir que jamás te fuiste de ellas. A otras, en cambio, no puedes seguirles el ritmo. Estambul pertenece a esta segunda categoría. Al contrario que en otros lugares, donde la Historia, sea mendaz o verdadera, parece esculpida con firmeza en las piedras y en el mármol, en Turquía resulta escurridiza. Cambia con cada gobierno, con cada poder que ha sentado sus posaderas sobre las márgenes del Bósforo. Estambul es una ciudad que vive sobre capas de ruinas, no es difícil escarbar para encontrarlas, pero la mayoría las olvida: extiende una nueva capa de cemento y continúa su vida sobre las muchas vidas enterradas a sus pies, sobre reyes, emperadores, sultanes.
«Antes, todo esto era fiesta», decía un amigo, hace no muchos días, mientras apurábamos unas cervezas en los callejones traseros de Beyoglu, de envejecidos pero aún bellos edificios. Y comenzamos a repasar los bares, los cafés, los cines, los teatros, los centros culturales que han cerrado en el último lustro. Hace no mucho, esto era el epicentro de la marcha, de los jóvenes, de la vida artística de Estambul. Ya no. Se ha mudado de barrio por razones inmobiliarias y, sobre todo, políticas. Constatarlo me genera una pena angustiosa y honda. Uno no sabe si es que envejece muy rápido o la ciudad cambia a más velocidad de la que puede soportar la nostalgia.
Las fotos de David Estrada son primeros planos de Estambul, de su paisaje humano. Cercanas, físicas. Las tomó en 2004, no hace tanto para nosotros, un eón para una ciudad fugaz. Yo me instalé en ella un año después. Recuerdo una ciudad sudorosa y desaliñada, por la que moverse era engorroso; pero hospitalaria y, quizás, más hospitalaria. Quizás es la morriña.
El transporte público ha mejorado enteros en Turquía. Moverse por la inmensidad de Estambul no es ya un problema. La ciudad se ha modernizado, se ha globalizado. Es menos canalla y más instagramera. Puedes vivir en cualquier burbuja de tu elección. Pero es más pacata. Quizás, probablemente, lo más seguro… la política del Gobierno ha hecho su efecto: cemento, mezquitas y centros comerciales.
Andrés Mourenza