Cualquier lugar. Siria

por Bilal Shami
Fuego en el cieloLas bicicletas no son para el veranoMárgenesSoldado anonimo Juego de niñosAbandonoTanque abatido, zona reveldeAlgunos habitantesRosa sobre  grisErranteLectura del CoranBomba sin estallarUnico testigoEl color y los niños

Piedra sobre piedra

 

“Vosotros en Occidente podéis tener el más alto nivel de vida del mundo. Pero nosotros tenemos el más alto nivel de muerte”. Se lo dijo un polaco a John Gunther en Varsovia, en el verano de 1948, pero podría decirlo un sirio hoy de su propio país. Y con más razón, porque allí, después de cinco años de conflicto, sigue sin verse la luz al final del túnel: cada día mueren inocentes, se vulneran los Derechos Humanos, las ciudades siguen siendo campos de batalla que la artillería va demoliendo minuciosamente.

La Segunda Guerra Mundial fue la mayor escenificación del espanto jamás concebida por el hombre, pero tuvo unos maravillosos reporteros: Döblin, Frisch, Dagerman, Hemingway, Martha Gellhorn, Norman Lewis, Edmund Wilson y tantas otras firmas memorables. De Siria, en cambio, han ido marchándose los testigos. Prácticamente solo los periodistas locales, como Bilal Shami, han permanecido al pie del cañón, cubriendo la terrible actualidad de su país para las grandes agencias internacionales.

El trabajo de Shami en la ciudad de Homs carece de la espectacularidad de las filmaciones con drones que todos hemos visto en las redes, pero por eso posee una vibración propia, distinta. Es una faena a pie de calle, en la que casi se puede sentir el polvo en los ojos, el olor del humo, las detonaciones a lo lejos, acaso mezclándose con las canciones de las niñas que juegan en la acera devastada. El virtuosismo técnico cede su protagonismo al ejercicio de mostrar la realidad cruda, desnuda. Y el paisaje atroz podría llamarse Berlín, Praga, Belgrado, porque las ruinas, los hierros retorcidos, la mirada traumatizada de quienes sufren la guerra, tiene siempre un aire de familia, allí donde se prenda esa llama aniquiladora.

Pero hoy se llama Siria, y no podemos apartar la vista de allí: es el rincón con más alto nivel de muerte del mundo.

[Alejandro Luque]