Dreaming Leone
por Alvaro DepritResaca de pólvora
Y cuando ya pensabas que todo era mentira, aparece en persona: Clint Eastwood. Sí sí, himself. Es el final de 800 balas, la película con la que Álex de la Iglesia le puso un monumento en celuloide a la fábrica de los sueños de celuloide que algunos llaman desierto de Almería. Un western de verdad, con sus héroes y sus villanos, sus sheriff y sus pieles rojas (morenas), sus chicas de vida alegre y su duelo final, como tiene que ser. Un duelo ante los mismos decorados ante los que se rodaron, treinta largos años antes, las escenas de la trilogía del dólar, aquel mítico Eastwood antihéroe.
Diez largos años después, hasta ‘800 balas’ es un clásico, y Sancho Gracia se ha llevado su goya a la tumba. Pero los decorados siguen ahí. Fachadas de madera roídos por el viento del desierto de Tabernas, sí, hasta el nombre suena a western, a whisky, a resaca de pólvora. Y sí, un puñado de actores que sólo podemos imaginar de mala muerte (si son buenos actores, mejor aún harán de actores de mala muerte) sigue escenificando para los turistas esas escenas sin las que no existe un western: la persecución a caballo, el can-can en el saloon, el duelo de pistolas. Como mandan Dios y Sergio Leone.
Álvaro Deprit ha puesto un monumento en píxeles – ya no cabe decir bromuro de plata – a aquella fábrica de sueños, ha hecho de fotofija para ese filme que sigue rodándose, día tras día, ante los decorados, diez, treinta, cuarenta años después de que por ahí andasen buenos, feos y malos. Aunque ahora, las únicas cámaras que ruedan la escena serán unas compact de turistas japoneses. Tanto da: el decorado lo es todo.
[Ilya U. Topper]