La epidemia
por Victoria HerranzForza
Amanecer. Martes 25 de febrero.
Palermo despierta con la noticia que desgraciadamente esperaba: una turista procedente de Bérgamo, al norte de Italia, resulta positiva en el test del Coronavirus. Ella ha sido trasladada al hospital. El hotel donde se alojaba, el Mercure, en el centro de Palermo, viene proclamado provisionalmente en cuarentena. Los sanitarios efectúan controles al grupo de turistas que acompañaba a la paciente en su viaje a la isla. Parte de los huéspedes abandonan el hotel: no parece el lugar más apropiado para pasar unas vacaciones en paz.
Durante los últimos días llegan noticias desoladoras del epicentro de la epidemia, Milán, motor económico del país. El número de contagios parece propagarse a lo largo de la zona norte. Muchos se preguntan cuándo llegará al sur, a Sicilia, a Palermo. Ese día ha llegado. Tensión y miedo. Si el norte está desbordado, ¿cómo podrá afrontarlo el sur, donde los medios escasean, donde la vida es siempre más dura?
Días después, el marido de la paciente cero de Palermo resulta positivo, al igual que una de sus acompañantes, pero tanto ellos como la paciente inicial se recuperan. Un toque de esperanza entre los nuevos casos que van aflorando a lo largo de toda la isla.
Mediodía. Domingo 8 de marzo.
En una ciudad enrarecida por el miedo, la Asociación de la Comunidad China regala miles de mascarillas a los palermitanos que se acercan durante la mañana a su local en Vía Lincoln, donde se concentra gran parte del comercio asiático de la ciudad. Un gran gesto, más simbólico que efectivo, de parte de una comunidad que se ha visto señalada por el resto del mundo como foco de la epidemia. Quizás por eso saben cómo actuar. Ante la desconfianza, hermandad. Todos estamos unidos en esto, todos somos Palermo. “Gracias por lo que estáis haciendo”, “Gracias”, “Gracias de verdad”. La melodía continua de quienes se acercan a recoger su mascarilla. Los miembros de la asociación saludan haciendo un pequeño gesto con la cabeza. Los palermitanos también. Ves como se acabaron los abrazos pero también los besos, los besos sicilianos, y te das cuenta de que algo está pasando, algo excepcional.
Las mascarillas se acaban, la asociación echa el cierre y agradece a todos sus miembros. Cuando llegue nuevo material volverán a abrir y volverán a repartirlo. Gratis. Prometido. Todos estamos en esto. ¿Quedará aún alguien pensando que ellos son el enemigo?
Noche. Lunes 9 de marzo.
Tras la declaración en las últimas horas de todo el norte del país como “zona roja”, con su consecuente aislamiento, se produce una gran estampida hacia el sur, gran parte a Sicilia (Se calcula que la primera noche llegaron 11.000 personas procedentes del norte. En menos de 48 horas el número aumentó a 20.000). Sicilia y el resto del sur no tienen capacidad para asumir la situación. El primer ministro Giuseppe Conte habla en directo a la nación: queda proclamado el estado de emergencia en todo el país. Italia en cuarentena. Nunca visto, al menos no desde la II Guerra Mundial.
La consigna es clara: todo el mundo a casa. “RESTATE A CASA”, “Quedaos en casa”, se convierte en el nuevo lema nacional. Ahora solo se puede salir por motivos justificados, es decir: para desplazarse a los puestos de trabajo (los pocos que quedan abiertos), por emergencias, para volver a tu residencia habitual, hacer la compra exclusivamente en el supermercado más cercano a la casa-prisión y, con un mínimo de sentido común, sacar a pasear al perro, que no tiene culpa de nada, y un pequeño paseo, como mucho, en la zona, para respirar un poco, pero poco, es más, mejor no. Para todo ello se emite un documento que esperamos no deber usar porque la consigna es sencilla. No abusemos. Seamos serios. Es nuestro deber. Es por todos. Cuidémonos para cuidar de los demás. De los nuestros, de los ancianos. No es tan difícil. Debemos evitar el colapso, ragazzi, el colapso. Forza.
Jueves 12 de marzo.
Calles prácticamente desiertas. Superado el caos inicial, es fácil hacer la compra. Basta usar guantes y respetar la distancia de seguridad. Te lo recuerdan las guías en el suelo del supermercado y la voz que lo repite continuamente durante el hilo musical. “Gentili cliente li ricordiamo…”. Las noticias son inciertas. El decreto inicial hablaba de una cuarentena que duraría hasta el 3 de abril pero se oyen voces discordantes. Quizás fueron demasiado optimistas. Nos debemos hacer a la idea de que la nueva situación será la situación habitual porque puede durar más de lo que esperábamos y, seguramente, más de lo que nos gustaría.
En el centro histórico de Palermo unos chavales pasean a caballo. No es surrealismo, al menos no aquí. Es un poco de normalidad. Y se agradece.
Domingo 15 de marzo.
Las noticias en el resto del mundo no son muy alentadoras. Hay de todo: desde una reunión de pitufos a una llamada a un genocidio geriátrico. En España se vive un deja vu. Todo lo que se vio, en directo, desde Italia, se repite milimétricamente días después. Se podría haber atajado la situación. Se podría haber echado mano de la cultura popular: “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar…”. Pero muchas barbas españolas se fueron de cañas, a la playa y a la montaña. Spain is different. Ahora todas las barbas, las que se pusieron en remojo y las que no, se ven como Sicilia, como Italia, pagando justos por pecadores. Cierto, quién podría imaginarlo, estamos en el siglo XXI, ¿qué ha pasado? Bueno, siempre nos quedarán las redes. Estamos juntos, cada uno desde su casa, y pasará. Pasará.
En los últimos días, desde las terrazas de Palermo se ha oído de todo, desde el himno de Mameli para los más patrióticos al combativo Bella Ciao, pasando por Celentano, Rino Gaetano y el resto de tonalidades de azul. Porque el cielo es siempre más azul.
En el barrio de La Vucciria, en el centro histórico de Palermo, un anciano vendedor de fruta sigue firme al pie del cañon, con su mascarilla, sus guantes y su dignidad. Población de riesgo le llaman pero mayor riesgo es no dar de comer a los tuyos, a tu tierra. Gracias, Ignazio, gracias.
Ahora que todos tenemos más tiempo del que nos gustaría podemos aprovechar para leer un clásico universal, siciliano, palermitano, tan maravilloso como actual: El Gatopardo. Y para el que no le guste leer (madre mía, ¿de verdad hay gente así?) siempre quedará la película, preciosa, donde un increíble Burt Lancaster non recuerda que “si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”.
Amanecer… FORZA.
[Victoria Herranz]