La Chanca
por Marina del MarMiran de frente
«En lo hondo de la hoya las casucas parecen un juego de dados, arrojado allí caprichosamente. La violencia geológica, la desnudez del paisaje son sobrecogedoras. Diminutas, rectangulares, las chozas trepan por la pendiente y se engastan en la geografía quebrada del monte, talladas como carbunclos. Alrededor de la Chanca, los alberos se extienden lo mismo que un mar; las ondulaciones rocosas de la paramera descabezan en los estribos de la sierra de Gádor. El descubrimiento abarca una amplia panorámica y el observador se siente un poco como el Diablo Cojuelo. Los habitantes del suburbio prosiguen su vida aperreada sin preocuparse de si los miran desde arriba…»
Las palabras de Juan Goytisolo son desde hace mucho parte de este lugar, como las imágenes de Pérez Siquier. El trabajo de dos creadores que no se resignaron a mirar desde arriba, como el Diablo Cojuelo, sino que bajaron a la arena de la vida, a mirar de frente a los ojos de La Chanca. A bucear en el blanco luminoso de la cal, y también en el luto de los dolientes. Mostraron lo que estaba ahí, al alcance de todos, y nadie quería ver. Abolieron las excusas y se conjuraron contra el olvido. Y tal vez sin darse cuenta, anexionaron el barrio a ese territorio de todos, a ese lugar de todos los encuentros que es el arte y la cultura.
La fotógrafa Marina del Mar ha hecho lo mismo más de medio siglo después. Se ha asomado a una Chanca que ya no es aquel pozo de subdesarrollo azotado por el hambre, el analfabetismo y el tracoma, pero que sigue desafiando a la conciencia de Almería y del país, denunciando su abandono. Hay que seguir descorriendo las cortinas, nos dice Marina del Mar, abriendo puertas y ventanas; hay que mostrar La Chanca a todos esos ciegos –los peores, ya se sabe– para que esta realidad cotidiana no vuelva a ser nunca invisible. Una verdad hecha de marginación y penurias, pero también de sonrisas enormes, de afectos, de gracia espontánea y talentos insospechados. Una verdad donde, por el silencio de los callejones a la hora de la siesta, parecen cruzar las memorables bulerías que Tomatito compuso para este rincón de su ciudad, Almería.
La mirada de Marina del Mar se pasea y nos pasea por el viejo barrio de al-Hawd, el del Aljibe, barrio marinero, que sabe que la convivencia de árabes y judíos no fue leyenda. Barrio obrero, barrio gitano, inasequible a la resignación. La fotógrafa invita a comprobar, de nuevo con Pérez Siquier como referente, hasta qué punto algunas esencias de La Chanca permanecen inmutables, y en qué medida otras, para bien o para mal, se han perdido irremediablemente. No es casual que sus casuales modelos, los protagonistas de esta maravillosa galería, miren casi siempre de frente. Interpelándonos, seduciéndonos, tendiéndonos puentes. Y sobre todo, conjurando la tentación de mirar para otro lado.
[Alejandro Luque]