Tabernas Western
por Ramsés GarcíaColor de plomo
Por un puñado de dólares, entre los pedregales, entre barrancos y espinos, levantaron casas de madera, establos, la barbería, la funeraria, el banco, la oficina del sheriff y el saloon. Con sus carruajes en la puerta, sus caballos, sus balas de paja y sus nubes de polvo, listo todo para las cámaras. Por unos pocos dólares más, aprendieron a caer de caballos, dar voltereras, morir en el celuloide.
El Hollywood low-cost que se creó en los años 60 en el desierto de Tabernas devolvió algo de tráfago y dinero al rincón de Almería más olvidado desde que cerrasen las últimas minas de plomo. Con los sphagetti western de Sergio Leone renovando el género, y con Clint Eastwood convertido en icono de la cinematografía, los decorados de Tabernas vivieron un par de décadas de antes de volver a ir desmenuzándose bajo el viento y el sol. Los extras compraron las ruinas porque el espectáculo debe continuar: ahora en directo, sin lente ni pantalla por medio. Ahora las cámaras que siguen los duelos a pistolas y las volteretas de caída son compactas de turista. Pero la muerte ya no tiene el mismo precio y la riqueza de Almería se ha trasladado una vez más: del celuloide al plástico de los invernaderos. Fue Alex de la Iglesia quien en su homenaje a un oficio casi invisible tuvo la genial idea de convertir a los jornaleros magrebíes en indios de un western con 800 balas.
El solo sigue siendo de plomo, y es el color mineral que capta la cámara de Ramses García al buscar los ángulos de luz de un poblado que alguna vez era la materia prima de los sueños.
[Ilya U. Topper]