Esas desigualdades…
Aïcha Zaïmi Sakhri
La actualidad se ha vuelto aterradora. Lamentablemente hoy en día los atentados son casi moneda corriente… y la inseguridad va ganando terreno. No es mi intención hacer hincapié en las causas. Ni hablar de una necesaria y sensata reforma del islam en el cual se basan los terroristas para sus inspiraciones macabras.
¡Esta inseguridad no debe impedirnos vivir, creer y tener perspectivas! Pero debe incitarnos a plantearnos las cuestiones adecuadas. La fe y la práctica religiosa deben cultivarse en la intimidad y no deben imponerse jamás. Las leyes deben ser neutrales y proteger a los ciudadanos, a hombres y mujeres de cualquier creencia, práctica religiosa u orientación sexual. Esto se denomina libertad de conciencia. Pero estamos muy muy lejos de conseguirlo…
La ley del divorcio existe pero muestra la desigualdad a la que están sometidas las mujeres
Desde siempre nosotras las mujeres marroquíes vivimos en la inseguridad material y afectiva. Es cierto que el nuevo Código de la Familia ha aportado una serie de mejoras a nuestro estatus jurídico. Está bien haber logrado la igualdad de derechos, la supresión de la tutela [de los parientes masculinos sobre toda mujer], la corresponsabilidad parental, el régimen de separación de bienes y la derogación del principio de obediencia de la esposa. Es incluso formidable.
Pero estas nuevas disposiciones incumben a la mujer únicamente en su condición de esposa y no como individuo. El matrimonio sigue siendo un paso ineludible para obtener derechos. ¡Es la razón por la cual casarse a toda costa sigue siendo el objetivo primordial de todas las mujeres marroquíes!
La ley del divorcio, que ha costado tanto conseguir, existe pero muestra a la perfección la desigualdad a la que están sometidas las mujeres por el simple hecho de ser mujeres. Porque si bien es cierto que ahora tienen más facilidades para obtener el divorcio, ya sea aduciendo causas o bien simple incompatibilidad, son ellas las que tienen que pagar a posteriori el precio más alto. La mujer no puede plantearse rehacer su vida sin arriesgarse a perder la custodia de los hijos mayores de 7 años, salvo en casos específicos determinados por ley. El hombre sin embargo puede volver a casarse sin tener que temer consecuencia alguna.
El ex marido conserva el derecho de juzgar la conducta moral de su ex esposa
La pensión alimenticia obtenida por la ex esposa resulta a menudo insuficiente para mantener el nivel de vida al que estaban acostumbrados los hijos, las víctimas de la separación. Se considera a la madre separada una cuidadora (“hadana”) y no como una progenitora responsable. No se reconoce esta labor invisible y por supuesto no se remunera. Y además, ya que se considera a la mujer “cuidadora” de los niños, el ex marido conserva el derecho de juzgar la conducta moral de su ex esposa: no tarda en alegar que ella trabaja demasiado, viaja con frecuencia, vuelve tarde, recibe amigos en casa…
Son numerosos los ex que utilizan a los niños como pretexto para interferir en la vida de su ex mujer y amenazan repetidamente con dejar de pagar la pensión alimenticia y de retirarles la custodia de los niños.
El nuevo Código de la Familia tampoco ha suprimido la poligamia. La ha rodeado de condiciones que supuestamente convierten la monogamia en la regla a seguir. Un hombre que desee tener una segunda esposa (¡y vaya si los hay!) debe obtener la autorización de un juez; éste a su vez está obligado a informar a la primera esposa, sea como sea. Y asegurarse que el hombre ansioso por casarse reúna las condiciones materiales que garanticen un régimen equitativo en ambos hogares.
Por lo tanto, ¿qué es lo que ha cambiado con respecto a la antigua mudáwana? La mujer puede pedir el divorcio si no está de acuerdo. Recapitulemos: el hombre no necesita la autorización de su mujer para volverse a casar, la debe solicitar ante el juez. De tal manera que en la actualidad se informa a la mujer por vía judicial. ¡He aquí el progreso!
Peor aún, la mayoría de las veces el juez se contenta con proponer a la primera esposa la opción del divorcio e incluso es él quien toma la iniciativa (el llamado divorcio shiqaq). A la mujer no le queda otra opción que divorciarse…o aceptar el matrimonio.
Las desigualdades que aún padecen las mujeres son el resultado de una interpretación literal de la religión a la que, recordémoslo, se recurre siempre que se debate sobre la condición y los derechos de las mujeres. La buena nueva es que el Código de la Familia promulgado en 2004 se puede mejorar y rectificar. En aras de la igualdad y de la justicia, los parlamentarios deberían proponer la rectificación de dos asuntos importantes:
Es denigrante tener un libro de familia con 4 casillas, una por cada esposa
1. En caso de divorcio debe acordarse a la mujer una pensión alimenticia no solamente por su estatus de madre sino también como esposa. El marido que desee el divorcio para desposar a otra mujer o bien por otras razones debe asumir las consecuencias financieras de su elección. Es lógico y la alternativa contraria debería estar también reconocida por la ley. Tratándose de cónyuges a partes iguales cada uno debe asumir su elección sin causar daños al otro.
2. Abolir la poligamia de una vez por todas. Se trata de una práctica de otra época que vuelve a estar de moda y que representa una espada de Damocles colocada sobre la cabeza de cada mujer. Es una práctica que no tiene lugar en un país que se jacta de estar orientado hacia la modernidad. ¡Es realmente desagradable y denigrante tener un libro de familia con 4 casillas, una por cada esposa! ¿El caso contrario lo sería, verdad?
Además, ¿por qué no proponer una ordenanza del matrimonio civil que permitiese a los dos cónyuges gozar de idénticos derechos durante el matrimonio y en caso de divorcio? Esto no les quita ningún derecho a quienes deseen contraer matrimonio religioso. Pero sobre todo permitiría reconocer a las minorías como individuos y ciudadanos de primera, que componen la riqueza de un país plural, humano, respetuoso con los derechos, las libertades y las diferencias: ¡el Marruecos con el que soñamos!
Primero publicado en illi | 11 Abr 2016 | Traducción: Maite Galarza
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