Opinión

Libertad, igualdad, precariedad

Aïcha Zaïmi Sakhri
Aïcha Zaïmi Sakhri
· 5 minutos

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Ya es una tradición. El 10 de octubre, aniversario de la reforma de la Mudáwana (Código del Estatuto Personal), hoy Código de la Familia, se ha convertido en una fiesta nacional para nosotras las ciudadanas marroquíes. No es ninguna primicia pero hay que recordarlo: la Mudáwana ya no existe. Se ha convertido en un Código más, el de la Familia. Un Código que se rige por un principio claro: la igualdad entre los esposos.

Se trata, por tanto, de un gran avance con respecto a una Mudáwana que consagraba la dominación del marido sobre su esposa y exigía de esta obediencia y sumisión. Otro avance importante: el derecho a solicitar el divorcio, incluso sin necesidad de aducir causa. Pero estas reformas van dirigidas a la esposa y a la madre, y no a la mujer como tal. Prueba de ello son las grandes olvidadas de la legislación: las madres solteras.

Las madres solteras siguen estando expuestas a un discurso del odio, estigmatizadas

El matrimonio es, por lo tanto, un paso obligatorio para que las mujeres solteras puedan tener derechos, ya que no están incluidas en el Código de la Familia. Y las que tienen hijos son las principales víctimas de este vacío jurídico. A pesar del trabajo que lleva a cabo la sociedad civil, las madres solteras siguen estando expuestas a un discurso del odio, siguen siendo estigmatizadas por una sociedad intolerante y rechazadas por su entorno en nombre del honor.

Al emitir sus crueles valoraciones, los biempensantes suelen olvidarse de que para fabricar un crío siempre hacen falta dos. De que al hombre nunca se le echa en cara nada, nunca debe asumir su responsabilidad. Seguimos creyendo que la mujer es la única que ha “pecado”. Que ella se lo ha buscado. Hacemos que se sienta culpable incluso en caso de violación o de incesto. Desde la reforma de la Mudáwana, el padre puede – ¡y por lo tanto no está obligado!– reconocer a su hijo sin tener que casarse con la madre (art. 161). Pero la obligación de someterse a la prueba de paternidad no se ha ampliado a los embarazos y nacimientos fuera de los esponsales, lo cual obligaría a los padres biológicos a asumir su responsabilidad y tener más cuidado…

No nos equivoquemos. Las dificultades a las que se enfrentan estas madres solteras, relegadas socialmente, abren un verdadero debate de sociedad: las relaciones sexuales fuera del matrimonio, incluso si constituyen un delito, son una realidad. Pueden dar lugar a nacimientos no deseados. Es otra realidad. Hoy, en el Marruecos del 2015 y a falta de educación sexual en los colegios, el artículo 490 –que penaliza las relaciones sexuales fuera del matrimonio– o la prohibición de abortar, impiden a la mujer vivir plenamente su feminidad, cuando debería poder vivirla incluso hasta el extremo de elegir ser madre soltera.

¿No hay salvación sin la protección masculina que encarna el matrimonio? Esto no es admisible

El cuerpo de la mujer pertenece a su padre, a su esposo y/o a su hijo, aun cuando las marroquíes representan el 20% de los cabezas de familia. Ya existen leyes coercitivas. Solo bastaría un Gobierno vehemente que las aplicara al pie de la letra, y entonces (muchas de nosotras) nos veríamos golpeadas en lo más profundo de nuestra libertad individual, que creemos haber adquirido cuando la realidad es que solo se nos tolera. Sí, cualquier mujer que quiera vivir y construir su vida dignamente, con ambición, energía y una personalidad libre se encuentra, hoy en día, en esta zona gris. Excepto las más acomodadas, que siempre hallarán una salida.

¿No hay salvación posible fuera de la protección masculina que encarna el matrimonio? Esto no es admisible en el 2015, cuando todas las energías deberían emplearse en salir del subdesarrollo económico. Marruecos está viviendo una transición democrática. Pero, ¿hacia dónde? ¿Qué clase de país queremos? ¿Un país que aplique leyes caducas –leyes que la gente se seguirá saltando porque no están adaptadas a la realidad– o una nación donde el derecho garantice la igualdad y la protección a ciudadanas cuyo estatuto jurídico asegure su plena realización, al mismo nivel que los hombres? ¿Deseamos convertirnos en formalistas retrógradas o seguir siendo progresistas fuera de la ley?

Ni una cosa ni la otra. Este 10 de octubre exige, si todavía hace falta, que tomemos conciencia del necesario avance en materia de igualdad para abandonar este callejón sin salida y sentir, por fin, el orgullo de ser una mujer marroquí, libre y fuerte, en todas sus facetas. Para que esto suceda, la revisión del Código Penal en el sentido que le confiere el artículo 19 de la Constitución es más necesaria que nunca.

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