Ay del almendro
Uri Avnery
Ay del almendro, sobre todo cuando florece.
En alemán, flor del almendro se dice Mandelblüt. Ese es precisamente el apellido del jefe de la Consejería Legal de Israel, que ostenta el título de “consejero legal del Gobierno”.
El consejero legal es un cargo nombrado por el gobierno pero se supone que es completamente independiente. En la práctica, cumple las funciones del fiscal general del Estado, y tiene la última palabra en lo referente a procesar a las personas, especialmente al primer ministro. Esa es la difícil tesitura en la que se encuentra actualmente.
Mandelblit, que es como pronunciamos su nombre en hebreo, está en un callejón sin salida. La policía ha acusado formalmente al primer ministro de dos cargos de cohecho. Mandelblit debe decidir si encausarlo o no.
Sin embargo, Binyamin Netanyahu es su benefactor desde hace años y ha catapultado su carrera hasta lo más alto. ¿Debe Mandelblit morder la mano que le ha alimentado durante tanto tiempo? ¿O debe acaso rehuir sus responsabilidades?
Terrible encrucijada.
Avichai Mandelblit nació en Tel Aviv en el seno de una familia de derechas. Su padre militó en el Irgun y era un incondicional del partido conservador. Avichai, cuyo nombre significa “Mi padre vive”, en referencia a Dios, se convirtió en creyente practicante a los 25 años de edad y se colocó una kipá en la coronilla.
Elegir para como fiscal jefe a un derechista religioso parecía una jugada inteligente
Estudió Derecho, después de lo cual sirvió en el Ejército como juez militar en la Franja de Gaza ocupada y en otros puestos castrenses, hasta convertirse en el jefe de la consejería legal del ejército. Solo había un paso entre ese cargo y el de Consejero de Gobierno, mano derecha del primer ministro, que mira por dónde, era Binyamin Netanyahu.
Cuando el puesto de consejero legal del Gobierno quedó vacante, Netanyahu echó un vistazo entre los posibles candidatos y naturalmente se encontró con su viejo y fiel amigo Avichai Mandelblit.
Ya por entonces se avecinaban en el horizonte todo tipo de sospechas. El importante puesto de consejero legal cobraba cada vez más relevancia. Elegir para el puesto a un derechista religioso parecía una jugada inteligente.
¿Hasta qué punto? Pronto lo sabremos.
Netanyahu no siempre ha tomado las decisiones más inteligentes.
Casi al mismo tiempo que colocaba a Mandelblit de jefe del Consejo Legal, nombraba al director de la Policía.
El nombramiento cogió a todo el mundo por sorpresa. No eligió a un alto cargo de la policía con años de experiencia a sus espaldas, sino a un completo desconocido. Y no precisamente desconocido por casualidad: se trataba del número dos del Servicio de Seguridad General, más conocido como Shin Bet.
Roni Alsheich no deseaba el puesto. Lo que él quería era ser director del Shin Bet. Netanyahu prácticamente le obligó a aceptarlo. Le prometió nombrarle director del Shin Bet si después de cuatro años todavía seguía ostentando el cargo de primer ministro. La indirecta no era muy sutil: tú me ayudas a conservar mi puesto y yo te doy lo que tú quieres.
Hay sospechas de soborno a los astilleros alemanes que fabrican submarinos nucleares para Israel
El nuevo director de la Policía era un enigma. Es de origen yemení, algo más bien inusual en la élite israelí. No tiene aspecto de policía. Un bromista lo tildó en cierta ocasión de “tonel con bigote”. Nunca hace declaraciones públicas, como corresponde a alguien que se ha pasado la mayor parte de su vida en el servicio secreto.
Con estos dos leales personajes en sus puestos correspondientes, Netanyahu no tenía nada que temer. Las sospechas comenzaron a salir a la luz pública pero todo el mundo pensaba que no irían a ninguna parte. Netanyahu era demasiado listo.
¿En qué consistían las sospechas?
1.- Un multimillonario con enormes intereses en Israel proporcionó durante diez años a Netanyahu cajas de puros cubanos de primerísima calidad, así como champagne rosa y joyas a su parienta, por valor de cerca de un cuarto de millón de dólares. Cierto empresario australiano también participó.
2.- Existe un acuerdo con el director del segundo periódico más importante del país para promulgar una ley que perjudicaría la distribución del primero más importante a cambio de informar favorablemente sobre el primer ministro. De todas formas, la cobertura devota del número uno está asegurada. Pertenece a Sheldon Adelson, un multimillonario americano dueño de varios casinos y su único objetivo declarado es la glorificación de Netanyahu.
El tercer asunto se refiere a las sospechas de soborno a los astilleros alemanes que fabrican submarinos para el armamento nuclear israelí. Es un negocio multimillonario. Cada vez hay más sospechas, pero aún no se han aireado públicamente.
Nadie con dos dedos de frente en Israel esperaba que saliera nada en claro de ninguno de estos asuntos. Con un jefe del Consejo Legal elegido a dedo y el director de la Policía de su parte, ¿qué podría salir mal?
Y de pronto, hace dos semanas, el bombazo. El taciturno director de la Policía comparece en televisión y deja caer que el cuerpo va a recomendar el procesamiento de Netanyahu por cohecho en los dos primeros casos.
¿Cómo? ¿El director de la Policía es un hombre íntegro? ¿Dónde vamos a ir a parar? Se trata de un dilema moral: si Netanyahu lo nombró pensando que era un hombre carente de integridad y de pronto resulta que sí que la tiene, ¿quiere ello decir que estaba fingiendo no tenerla, lo cual podría constituir ya de por sí un acto de falta de integridad? A ver cómo salimos del brete.
¿Puede pasar algo parecido con el consejero? ¿Y si de pronto resulta ser un hombre íntegro? Antes o después tiene que tomar la decisión de procesar o no a Netanyahu.
Pobre hombre.
Cuando el director de la Policía insinuó en la televisión que el cuerpo iba a recomendar el procesamiento del primer ministro, mi primer impulso fue limpiar el refugio antiaéreo que tengo en casa.
No hay nada mejor que una crisis militar para desviar la atención de las propias fechorías
Cuando un primer ministro se topa con problemas domésticos, en lo primero que piensa es en una crisis militar. No hay nada mejor que una emergencia militar para que todo el mundo se preocupe por la seguridad nacional. Desvía la atención de las propias fechorías
Y mira por dónde, dos días después del anuncio televisivo del director de la Policía, los iraníes han tenido a bien servirnos la crisis en bandeja.
Un dron espía iraní entra en el espacio aéreo israelí desde Siria y es inmediatamente derribado. En respuesta, la fuerza aérea israelí envía sus aviones a bombardear las posiciones iraníes en Siria. Uno de los cazas israelíes resulta derribado, cosa que no sucede casi nunca, y cae cerca de un kibbutz. Ambos pilotos salen con vida, aunque uno está gravemente herido.
Los temas criminales de Netanyahu desaparecen inmediatamente del panorama. La inminente guerra está en boca de todos. Pero entonces llega Vladimir Putin y se acaban las tonterías.
No habrá guerra esta vez. La policía publica sus investigaciones y recomienda que se acuse a Netanyahu de dos cargos de cohecho. El país entero no se separa del televisor. Nada más importa.
Netanyahu hizo lo que sabe hacer mejor. Ofrecer unas declaraciones en televisión. Lanzar todo tipo de acusaciones contra los que lo acusan. Estos desalmados, dio a entender, están dispuestos a poner en riesgo la existencia misma de Israel solo por el odio que sienten hacia él. Pero no debemos preocuparnos, nuestro primer ministro no abandonará el cargo ni siquiera temporalmente.
Mirándonos a los ojos, reluciente de honestidad, nos prometió que no nos abandonará, pues es la única persona en todo el mundo capaz de garantizar nuestra seguridad. Pase lo que pase, se mantendrá firme en su puesto y nos protegerá.
Netanyahu asegura que es la única persona en el mundo capaz de garantizar nuestra seguridad
Sus declaraciones me dieron verdadero miedo. Nada más lejos de mi intención que sugerir que Netanyahu es capaz de empezar una guerra para desviar la atención de sus problemas con la justicia. En una guerra, la gente muere. Niños y niñas judías, hijos de madres judías. ¿Sería capaz Netanyahu de una bajeza del calibre de desencadenar una guerra innecesaria solo como maniobra de distracción?
Seguramente no. Sin embargo, ¿será capaz de mantener la cabeza clara cuando tenga que tomar decisiones críticas entre reuniones con sus abogados?
¿Cuánto puede durar todo esto? Los expertos calculan que en su desesperación, Mandelblit puede retrasar un año su decisión. Necesita meditarla. Para ello hace falta tiempo.
Había una vez un noble polaco que llamó a uno de sus siervos judíos y le dijo: “Me encanta mi perro. Vosotros los judíos sois muy listos. Enséñale a hablar. Si no lo consigues, haré que te corten la cabeza”.
“Así lo haré”, respondió el judío. “Pero tened en cuenta que enseñar a hablar a un perro no es tarea fácil. Hace falta tiempo. Concededme dos años”.
“De acuerdo”, dijo el noble. “Pero recuerda, si fallas, te cortaré la cabeza”.
Cuando se enteró, la esposa del judío prorrumpió en llanto. “Sabes muy bien que es imposible enseñarle a hablar a un perro”, lloraba.
“No temas”, le dijo él. “Dos años es mucho tiempo. En dos años el perro, el noble o yo habremos muerto”.
© Uri Avnery | Publicado en Gush Shalom | 17 Feb 2017 | Traducción del inglés: Jacinto Pariente.
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