«A nuestro alrededor…»
Uri Avnery
“A nuestro alrededor brama la tormenta…”
“A nuestro alrededor brama la tormenta, pero no agacharemos la cabeza…” Así cantábamos cuando éramos jóvenes, antes de que naciera el estado de Israel.
A las puertas del 65 cumpleaños de Israel el próximo lunes, podríamos volver a cantar esta motivadora canción. Y no solo por nostalgia.
A nuestro alrededor, braman muchas tormentas. En Siria, una terrible guerra civil está rompiendo al país. En Egipto, tras la victoria de la primavera árabe, el país sigue agitado. El estado libanés no es capaz aún de imponer su autoridad a las diferentes grupos armados confesionales, lo mismo que ocurre en Iraq. Irán está ocupado en el avance de su programa nuclear, mientras murmura oscuras amenazas.
Israel se ve a sí mismo como una isla en medio de un mar tormentoso, amenazada por todas partes, lista para que el tsunami golpee en cualquier momento.
Israel se ve a sí mismo como una isla en medio de un mar tormentoso, amenazada por todas partes
Hay algo irónico en todo esto.
La ventura sionista comenzó con la promesa de crear un refugio para los judíos, después de siglos de impotencia.
De hecho, sin considerar todos los adornos ideológicos, ese era el tema central de la iniciativa. En cualquier otra parte, los judíos estaban indefensos, dependientes de la misericordia de los demás. Aquí, en nuestro propio estado, podríamos defendernos nosotros mismos, sin inclinarnos ante nadie.
En otras palabras, durante siglos fuimos objeto de la historia, ahora estábamos tomando el destino en nuestras manos, éramos un actor en el escenario de la historia, una nación entre naciones.
Antes de eso los judíos eran un tipo de entidad étnico-religiosa. Con el sionismo, los judíos (o una parte de ellos) se constituyeron como una nación moderna capaz de defenderse a sí mismos contra cualquier enemigo.
En este sentido, el sionismo ha sido de hecho un tremendo éxito. Su creación, el estado de Israel, es ahora fuerte y segura.
Pero, ¿lo es? Al escuchar a muchos de nuestros líderes, parece que lo contrario sea verdad.
Netanyahu declaró que estamos bajo la amenaza de un segundo holocausto perpetrado por Irán
Hace muchos años, el profesor Yeshayahu Leibowitz, crítico cáustico del establishment sionista, afirmó que Israel era el único lugar en el mundo donde las vidas de los judíos estaban en peligro de muerte. Tal como resultó, no fue completamente exacto.
Hace unos días, en el día del recuerdo del holocausto, nuestro primer ministro Benjamín Netanyahu declaró que estamos bajo la amenaza de un segundo holocausto perpetrado por Irán y sus armas nucleares.
Al día siguiente, un grupo de hackers internacionales, motivados por sentimientos pro Palestina, declararon la guerra cibernética a Israel. Juraron desactivar las principales instituciones del país, tanto militares como civiles, gubernamentales y privadas. Al final, el ataque fracasó rotundamente. No causó ningún daño significativo. Pero antes de que esto quedara claro, el exministro de Asuntos Exteriores Avigdor Lieberman respondió comparando esta campaña con el holocausto nazi.
¿Qué es esto? ¿Paranoia? ¿Manipulación? ¿Trucos políticos? ¿Todo esto y más?
En un periodo de nueve días, Israel va a vivir tres eventos nacionales. Cada uno de ellos con las sirenas sonando, ceremonias oficiales, discursos interminables. Toda la prensa, televisión, radio y diarios, estará totalmente dedicada al sujeto del día.
El lunes pasado era el día del recuerdo del holocausto. El país entero volvió a recordar aquel espantoso capítulo de la historia. A las diez en punto, con el sonido de las sirenas, el país entero se quedó paralizado. Los coches se pararon en mitad de la carretera; hombres, mujeres y niños salieron y se pusieron firmes. Supervivientes aún con vida (la mayoría con más de 80 años) contaron sus horribles historias, y los que escuchaban derramaron lágrimas.
Netanyahu pronunció el típico discurso en Yad Vashem: nunca más… no lo permitiremos… la bomba iraní… el segundo holocausto…
Mañana por la noche será el Día de los Caídos. El país llorará a las miles de personas que murieron en las numerosas guerras de Israel. Los padres afligidos dejarán flores en las tumbas de sus seres queridos. Los políticos pronunciarán discursos sobre las vidas que noblemente se dieron por la nación para evitar un segundo holocausto.
El victimismo judío ha sido difundido como un tótem que santifica todas nuestras políticas
Al día siguiente será un día de alegría. Sin interrupción, las sirenas anunciarán el fin del Día de los Caídos y el principio del Día de la Independencia. A los discursos sobre los sacrificios de los caídos les seguirán los discursos sobre las glorias y los logros del estado, que renació milagrosamente de entre las cenizas del holocausto. En el centro de las festividades se sitúan las fuerzas armadas de Israel, de las más fuertes y eficientes del mundo.
La gran proximidad entre estas tres fechas no es casual. Es un intento consciente de empapar a generaciones de israelíes con la idea de que Israel está bajo constante amenaza, como las comunidades judías en Europa a lo largo de los siglos, y que las fuerzas de defensa de Israel son la única garantía de nuestra seguridad nacional e incluso personal.
Mucha gente lo considera una manipulación, y de hecho, lo es. Bajo Netanyahu, ha llegado a alcanzar nuevas cotas de altura (o de bajeza). El victimismo judío ha sido difundido como un tótem que santifica todas nuestras políticas: la ocupación, los asentamientos, la opresión de los palestinos, el rechazo en la práctica de una paz basada en la solución de crear dos estados.
También es una estratagema política. Los constantes avisos ante los peligros existenciales (en Irán, en Siria, en Egipto y muchos sitios más) están pensados para concentrar a la población alrededor de los líderes. En la última campaña por las elecciones, Netanyahu se presentó a sí mismo como un “líder fuerte para un estado fuerte”. No importa que en realidad es un debilucho, famoso por sucumbir a presiones extranjeras e internas. Su instrumento más efectivo es el de hacer cundir el miedo.
Sin embargo, sería un gran error considerar los miedos israelíes como artificiales. Son bastante reales.
Los extranjeros se asombran a menudo al escuchar a los israelíes afirmar en la misma frase, literalmente en el mismo hilo de aire, que “Israel es una potencia regional” y que no iremos “como corderos al matadero”, como supuestamente (según los israelíes) hicieron los judíos en el holocausto. Ambas partes de esta frase son reales. Conviven en la mente de los israelíes.
Nadie que ha estado en Israel en el día del recuerdo del holocausto puede tener la menor duda del enorme impacto que el holocausto sigue teniendo en nuestras cabezas. La mayoría de nosotros (entre los que me incluyo) tiene familiares que murieron en la shoá. El sentimiento profundo de victimismo, los miedos y las aprensiones están hondamente arraigados en nosotros. Sería casi imposible erradicarlos en pocos años.
Aún así debemos superarlos, porque no tienen ninguna relación con la realidad actual y nos alejan de un comportamiento racional.
El simple hecho es que Israel es un estado fuerte y lo seguirá siendo por mucho tiempo en el futuro.
Los únicos verdaderos peligros a los que se enfrenta Israel vienen de dentro
Tenemos un ejército muy fuerte y eficiente, más que suficiente para cumplir ante cualquier amenaza previsible. La primavera árabe ha eliminado, al menos temporalmente, bastantes amenazas militares. También es lo que pasa con la amenaza nuclear real o imaginaria por parte de Irán. Ningún líder iraní se arriesgaría a la destrucción total de su país, con sus miles de años de civilización, tan solo con el fin de destruirnos.
Pero un ejército fuerte es solo uno de los componentes de la seguridad. Hay muchos otros más.
En 65 años hemos construido una economía sólida y fuerte, más resistente que otras economías del mundo mucho más grandes y fuertes. En bastantes áreas, como tecnología, ciencia, medicina, agricultura y artes, pertenecemos a la liga del primer mundo. Las relaciones cercanas de Israel con la potencia mundial número uno parecen seguras para un largo futuro y son una gran ventaja en muchos campos, incluso considerando el gradual declive del poder estadounidense.
El lenguaje hebreo es vibrante y está firmemente afianzado. La democracia israelí, aunque bajo constante amenaza, parece capaz de soportar el ataque. Podemos con certeza estar orgullosos de lo que nuestra sociedad ha conseguido prácticamente desde cero.
Los únicos verdaderos peligros a los que se enfrenta Israel vienen de dentro. Políticas de locos, la ocupación continua, la guerra permanente, la invasión de la religión fundamentalista: estas son las verdaderas causas de preocupación.
Estoy indicando esto no para encender un sentimiento de triunfalismo, sino todo lo contrario.
En Israel es la derecha la que prospera en el miedo y está constantemente inventando nuevas amenazas con el fin de negar la paz y promover un sentimiento de “todo el mundo está contra nosotros”. Representan nuestro estado como cualquier otro gueto atormentado que se enfrenta a un peligro perpetuo de aniquilación.
El campo de paz israelí debe ponerse firmemente en pie contra esta visión del mundo. Israel es fuerte y por eso puede arriesgarse y hacer la paz con el pueblo palestino y con todo el mundo árabe y musulmán.
Hace 65 años, cuando apenas teníamos una población de 650.000 personas, mi generación tenía esta confianza en sí mismo. No agachábamos la cabeza. Esto es lo que debemos redescubrir ahora.