¿Es bueno para los judíos?
Uri Avnery
¿Cómo escoge un club de fútbol a sus jugadores?
La manera más sencilla es la tradicional: cada bando tiene un entrenador que escoge a su equipo. No hay problema.
Ahora, al Gobierno de Israel se le ha ocurrrido algo nuevo: Nuestro entrenador escoge tanto los jugadores nuestros como los del adversario. Eso lo simplifica todo.
Me pregunto si no se podría mejorar aún un poco más este método. Por ejemplo: cada entrenador escoge sólo el equipo del club contrario. Esto podría dar resultados muy curiosos.
Otra manera distinta sería que la mafia de las apuestas escoja a ambos equipos. Esto multiplicaría las ganancias, acorde al espíritu de las modernas fuerzas del mercado.
Ahora en serio: el que Binyamin Netanyahu asegure que tiene derecho a escoger y nombrar el Gobierno palestino es bastante sorprendente.
El que Netanyahu asegure que tiene derecho a escoger y nombrar el Gobierno palestino es bastante sorprendente
Todos los partidos políticos palestinos importantes se han puesto de acuerdo en un nuevo Gobierno de coalición. Es una coalición negativa: todos los partidos aceptan no tener a ningún miembro en este Gobierno. El Ejecutivo se compone de “tecnócratas” sin afiliación. Prácticamente no conozco a ninguno de ellos.
Netanyahu debería estar feliz. No participa ningún miembro de Hamás, ese grupo malvado, terrorista, antisemita.
Pero la mente fértil de Netanyahu ha inventado una nueva vuelta de tuerca. Es verdad, no hay hamasitos en el Gobierno. Pero Hamás sí apoya a a este Gobierno.
¡Esto es terrible! ¡Intolerable! Si Hamás “apoya” a alguien, ese alguien debe de ser, con certeza, alguien ávido de inmolarse en un atentado, un asesino de judíos y, desde luego, un antisemita (aunque semitas son todos).
Conclusión: un Gobierno así ha de boicotearse; no sólo por parte de Israel sino por el mundo civilizado al completo.
Si Europa, o incluso Estados Unidos, no está de acuerdo, eso no hace más que demostrar lo que decíamos ¿no? Una pandilla de malditos antisemitas ¡todos!
No hay hamasitos en el Gobierno, pero Hamás lo apoya, así que hay que boicotearlo, piensa Netanyahu
Una vieja pregunta judía es la siguiente, medio en broma, medio en serio: “¿Es bueno para los judíos?”
Sea un terremoto en Alaska, sea una inundación en China, siempre surge esta cuestión. ¿Bueno o malo?
Un suceso mucho más cerca de nosotros, como es el establecimiento de un Gobierno de unidad palestino, hace que nos pongamos esa pregunta con mucho más motivo.
No es una cuestión nueva en este contexto. Ya la debatieron dos importantes dirigentes a principios de los años 50.
David Ben-Gurión no creía en la paz. Estaba seguro de que “los árabes” nunca nos aceptarían en esta región geográfica. En su visión del mundo, el conflicto duraría muchas generaciones, o tal vez para siempre.
Por favor, no empiecen ahora a sacar citas que demuestran lo contrario. Las hay a montones. A los historiadores les encantan. Pero las citas de los hombres de Estado no tienen prácticamente ningún valor. Como mucho, reflejan la necesidad del político en un momento concreto de conseguir una meta provisional.
David Ben-Gurión no creía en la paz. Estaba seguro de que «los árabes» nunca nos aceptarían en esta región
Lo que cuentan son los actos. Y los actos de Ben-Gurión no dejan lugar a dudas. En cada fase tomaba lo que podía, y luego esperaba la siguiente oportunidad para ganar más. De paz, nada.
Dado que estaba seguro de que los árabes, y especialmente los palestinos, siempre seguirían siendo nuestros enemigos, la conclusión lógica era hacer todo lo posible para debilitarlos. Y la mejor manera es dividirlos. Divide et impera.
Ben-Gurión hizo todo lo posible para dividir el mundo árabe. Cuando en el escenario apareció Gamal Abd-al-Nasser con su mensaje panárabe, Ben-Gurión saboteaba sus esfuerzos a cada rato. Agravó el conflicto con sus “ataques de represalia” a través de la frontera y en 1956 invadió Egipto tras conjurarse con dos potencias coloniales indeseables, Francia y Gran Bretaña.
Su adversario intelectual era Nahum Goldmann, por entonces presidente de la Organización Mundial Sionista. Goldmann creía justo en lo contrario. Los árabes, afirmaba, sólo reconocerán nuestro Estado si están unidos y se sienten fuertes. Por eso, toda división en el mundo árabe era “mala para los judíos”.
(Goldmann, por cierto, quería que Israel se quedara fuera de la Guerra Fría y se convirtiera en una “Suiza de Oriente Medio”).
En este sentido hay muy poca diferencia entre Ben-Gurión y sus sucesores. La diferencia entre Ben-Gurión y Netanyahu es la misma que hay entre un pequeño gigante y un gran enano.
Sobra añadir que yo estaba completamente a favor de la línea de Goldmann. Mi revista dio la bienvenida a la revolución egipcia de 1952, se opuso rotundamente a la guerra de Sinaí y respaldaba la ideología panárabe.
La cuestión básica, desde luego, era si alguien tenía intención de hacer la paz. Si la paz era “buena para los judíos”. Ben-Gurión obviamente pensaba que no. Goldmann pensaba que sí.
¿Y Yitzhak Rabin qué?
Yo creo que Rabin realmente quiso alcanzar la paz. Pero nunca aceptó del todo la idea que es la basis esencial para la paz: un Estado palestino al lado de Israel. Si hubiera podido continuar su camino, probablemente habría llegado hasta ese punto, pero lo derribaron antes.
Sin embargo, fue Rabin quien tomó la decisión, de graves consecuencias, de dividir a los palestinos. Los Acuerdos de Oslo estipulan, de forma nítida, que Cisjordania y la Franja de Gaza constituyen un único territorio.
Rabin realmente quiso alcanzar la paz. Pero fue él quien tomó la decisión, de graves consecuencias, de dividir a los palestinos
Para garantizar que lo fuera, Israel se comprometió en los Acuerdos a abrir cuatro “pasillos seguros” entre las dos zonas. En el camino de Jericó a Gaza se colocaron señales de tráfico en tres idiomas que indicaban “a Gaza”. Pero nunca se abrieron estos pasillos.
Hoy cuesta recordar que desde el principio de la ocupación, en 1967, hasta la firma de los Acuerdos de Oslo, en 1993, no había obstáculos para moverse por Israel / Palestina. Los palestinos de Gaza y Hebrón tenían libertad para visitar Haifa. Los israelíes podían fácilmente ir a comprar comida en Nablús o Jericó. Por increíble que suene, fueron los Acuerdos de Oslo los que pusieron fin a este paraíso.
Después de Oslo vino el Muro de Separación y todas las demás medidas que están convirtiendo la Franja de Gaza y Cisjordania en prisiones al aire libre. El resultado inevitable fue la división.
En la Historia hay pocos ejemplos de Estados que se compongan de dos o más territorios muy separados geográficamente. El caso más destacado en nuestra época era Pakistán.
Cuando se dividió India, las grandes áreas musulmanas se ubicaban al oeste y al este de lo que se convirtió en el Estado de India. No funcionaba. Pasaron pocos años antes de que los pakistaníes orientales empezaran a sentirse agraviados por la dominación de los pakistaníes occidentales. Comenzó a surgir un odio mutuo. Los orientales se separaron, con la ayuda de India, y establecieron un Estado propio: Bangladesh.
Hoy cuesta recordar que hasta los Acuerdos de Oslo en 1993 no había obstáculos para moverse por Israel/Palestina
Había una distancia enorme entre las dos partes de Pakistán, con toda India en medio. Pero entre Cisjordania y Gaza, la distancia apenas supera los 40 (cuarenta) kilómetros.
Al principio se hablaba mucho de cómo se podría puentear esta distancia. Literalmente. Ehud Barak jugaba con la idea de construir un puente gigante y pedía modelos de catálogo en todo el mundo. Otros pensaban en autovías extraterritoriales o líneas de tren. Nada de eso se llevó a cabo.
Mientras tanto ocurrió lo que tenía que ocurrir. En ambas zonas se celebraron elecciones limpias, supervisadas por Jimmy Carter, y ganó Hamás. Se formó un Gobierno. Bajo una inmensa presión israelí, Europa y Estados Unidos lo boicotearon, y se desintegró.
El resto es historia. Una facción de Fatah en Gaza, dirigida por un colaboracionista americano-israelí, intentó dar un golpe de Estado. Hamás respondió con un golpe propio (si es posible dar un golpe de Estado después de ganar unas elecciones) y se convirtió en el Gobierno de la Franja de Gaza. Fatah tomó el poder en Cisjordania. Ambos bandos se denigraban mutuamente, a mayor felicidad de Israel y sus partidarios.
Los altos cargos del Ejército israelí prefieren tratar con los combativos miembros de Hamás que con los blandos de Fatah
Pero la Historia tiene sus caminos inescrutables. Tras algunos duelos de fusiles contra misiles, Israel atacó la Franja de Gaza, y tras mucha sangre derramada, Egipto se metió por medio y negoció un arreglo (no una ‘hudna’, es decir un armisticio, sino una ‘tahdía’ que significa tranquilidad). Ambos bandos estaban encantados de trabajar juntos. Hamás dio incluso pasos para frenar los ataques de otras facciones de Gaza, más pequeñas y más radicales. Israel también negoció con Hamás el regreso de un soldado israelí capturado, Gilad Shalit.
Se diría incluso que los altos cargos del Ejército israelí prefieren tratar con los combativos miembros de Hamás que con los blandengues de Fatah, a cuyo dirigente, Mahmud Abbas, le puso Ariel Sharon el mote de “pollo desplumado”.
El presidente Johnson dijo una vez que es mejor tener a tu adversario dentro de la tienda, escupiendo hacia fuera, que tenerlo fuera de la tienda y que escupa hacia dentro.
Es mejor incluir que excluir. Una Hamás que asuma la responsabilidad por un Gobierno Palestino de Unidad es mejor que una Hamás que lo ataque. Si es que uno realmente quiere hacer paz con el pueblo palestino.
Si es que…
Publicado en Gush Shalom • 7 Junio 2014 | Traducción del inglés: Ilya U. Topper.