El hombre que se tiró
Uri Avnery
Nadie ha descrito mejor el origen del conflicto israelo-palestino que el historiador polaco Isaac Deutscher.
A un hombre se le incendia la casa. Para salvarse se tira por la ventana. Cae encima de un viandante, hiriéndolo gravemente. Se convierten en enemigos acérrimos. ¿Quién tiene la culpa?
Por supuesto, ninguna parábola refleja exactamente la realidad. El hombre que se tira por la ventana no cae sobre ese particular viandante por simple casualidad. El viandante se queda inválido para siempre. Pero a grandes rasgos, es la mejor parábola que conozco.
Deutscher no respondió la pregunta de cómo resolver el conflicto. ¿Están los hombres condenados a pelear eternamente? ¿Existe alguna solución?
El sentido común nos dice que por supuesto que existe. Es cierto que no se puede retornar al herido a su condición previa. El hombre que causó sus heridas tampoco puede volver a su antigua casa, que ha quedado destruida. Pero…
El hombre que se tiró por la ventana puede pedir disculpas a la víctima. Es lo mínimo
Pero el hombre que se tiró por la ventana puede, y debe, pedir disculpas a la víctima. Es lo mínimo. También puede, y debe, pagarle una indemnización. Es lo justo. Después de eso, los implicados pueden hacerse amigos. Quizá incluso socios.
Pero en lugar de eso, el hombre continúa perjudicando a la víctima. Invade su casa y lo expulsa de ella. El hijo de la víctima intenta desalojarlo. Y así sucesivamente.
El mismo Deutscher, que abandonó Polonia a tiempo y huyó de los nazis, no vivió para ver cómo seguía la historia. Murió en Inglaterra en 1967, dos meses después de la Guerra de los Seis Días.
En lugar de discutir sin fin sobre quién tenía razón y quién no, sobre lo maravillosos que somos unos y lo horribles que son los otros, deberíamos pensar en el futuro.
¿Qué queremos? ¿En qué clase de estado queremos vivir? ¿Cómo ponemos fin a la ocupación? ¿Qué viene después?
Israel está dividido en “izquierda” y “derecha”. No me gustan esos términos. Son denominaciones erróneas. Se acuñaron hace más de doscientos años en la Asamblea Nacional francesa debido al lado de la sala elegido arbitrariamente donde, desde el punto de vista del presidente de la cámara, se sentaban los partidos. No obstante, sigamos usándolos por pura comodidad.
Un Israel entre Mediterráneo y Jordán, justo y judío es demasiado incluso para Dios
La verdadera división está entre los que anteponen el pueblo a la tierra y los que anteponen la tierra al pueblo. ¿Cuál de los dos es más sagrado?
En los primeros días de Israel la gente contaba mucho este chiste: Dios convoca a David Ben Gurion y le dice: Has hecho grandes cosas por mi pueblo. Te concedo un deseo.
Ben Gurion le responde: Deseo que Israel se convierta en un estado judío, que abarque desde el mar Mediterráneo hasta el río Jordán y que sea un estado justo.
Eso es demasiado hasta para mí, le dice Dios. Pero te concederé dos de tus tres deseos.
Desde entonces tenemos que elegir entre un estado judío y justo en parte del país, un estado judío que no será justo en todo el país o un estado justo y unido que no será judío.
Ben Gurion debe de estar llorando en su tumba.
¿Qué soluciones proponen las dos fuerzas políticas mayoritarias de Israel?
La “izquierda” tiene ahora un programa bien organizado. Me siento orgulloso de haber contribuido a su creación. Dice más o menos así:
a) Junto al Estado de Israel se creará un Estado Palestino.
b) Entre ambos estados se impondrá la paz, basada en un acuerdo que asegure fronteras abiertas y relaciones amistosas.
c) Existirán instituciones comunes consensuadas si se consideran necesarias.
d) La ciudad unida de Jerusalén se establecerá como capital de ambos estados. Jerusalén Oeste será la capital de Israel y Jerusalén Este la de Palestina.
e) Habrá un intercambio de territorios en términos de igualdad, limitado y consensuado.
f) Se llevará a cabo un retorno limitado y simbólico de refugiados a Israel. Todos los demás refugiados recibirán una compensación generosa y “retornarán” al Estado de Palestina o permanecerán donde se encuentren.
g) Israel mantendrá su carácter de estado judío, el hebreo será su primera lengua oficial y seguirá abierto a la inmigración judía de acuerdo con sus leyes.
h) Ambos estados ingresarán en las instituciones regionales.
Estamos ante una nítida visión de futuro. Tanto los sionistas devotos como los no sionistas pueden aceptarla sin reservas.
¿Cuál es el programa de la “derecha”? ¿Cómo ven el futuro sus ideólogos?
La verdad pura y dura es que la derecha no tiene ni visión de futuro, ni programa. Ni siquiera tiene un sueño. Solo sentimentalismos vagos.
Quizá ahí se encuentre su fuerza. El sentimentalismo ejerce un extraordinario poder en la vida de las naciones.
El sentimentalismo ejerce un extraordinario poder en la vida de las naciones
Lo que la derecha quiere es la perpetuación de la situación actual, es decir, la ocupación de Jerusalén Este y Cisjordania y la ocupación indirecta de la Franja de Gaza, impuesta por el bloqueo.
Por pura lógica, esta situación antinatural no puede continuar sin cambios eternamente. Más tarde o más temprano debe institucionalizarse. ¿Cómo?
Hay dos opciones, y solo dos. El estado de apartheid o el estado binacional.
Es tan evidente que ni el derechista más fanático podría negarlo. Es más, nadie intenta negarlo.
Ronda por ahí una vaga esperanza de que de alguna manera los árabes de Palestina hagan las maletas y se larguen. Eso no va a suceder. Las particulares circunstancias de 1948 no pueden volver a repetirse y no lo harán.
Quizá unos pocos palestinos adinerados se trasladen a Londres o a Río de Janeiro, pero su peso demográfico seguirá siendo insignificante. La mayoría se quedarán donde están y se multiplicarán.
De acuerdo con el último censo (julio de 2016), hoy en día viven entre el mar y el río, el Gran Israel soñado, 6.510.894 palestinos y 6.114.546 judíos. La tasa de natalidad palestina bajará en los próximos años, pero también lo hará la judía, excepto en el caso de los ortodoxos.
Si en alguna parte hay un ideólogo de derechas que tenga una respuesta, que hable
¿Cómo será la vida en el Israel del apartheid? Una cosa es segura: no atraerá a millones de judíos. La separación entre judíos israelíes y judíos estadounidenses y de otros países se ensanchará lenta pero inexorablemente.
Antes o después, la mayoría privada del derecho al voto crecerá, el mundo acabará por condenar y boicotear a Israel y el estado de apartheid se derrumbará. ¿Qué tendremos entonces?
Tendremos eso que tanto temen casi todos los israelíes: el estado binacional. Una persona un voto. Un país que no se parecerá a Israel. Un país del que antes o después muchos judíos israelíes se marcharán.
No estoy haciendo propaganda, solo estoy exponiendo hechos sencillos. Si en alguna parte hay un ideólogo de derechas que tenga una respuesta a este problema, que hable antes de que sea demasiado tarde.
No puedo resistir la tentación de acabar con un viejo chiste:
En la cubierta del Titanic, una anciana británica borracha con un vaso de whisky en la mano contempla cómo se aproxima el iceberg y dice: ¡Sí, he pedido hielo, pero no tanto!
© Uri Avnery | Publicado en Gush Shalom | 30 Dic 2017 | Traducción del inglés: Jacinto Pariente.
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