Un día de noviembre
Uri Avnery
Rahm Emanuel es, por lo que parece, el norteamericano más odiado por los dirigentes de Israel. Éstos le consideran el adversario más peligroso del gobierno de Netanyahu en la Casa Blanca. A puerta cerrada, lo riegan —si nos creemos lo que dicen los medios— de epítetos antisemitas. ‘El niñato judío’ es uno de ellos. Según la costumbre sionista, es un ‘judío autodestructivo’.
Y, quién lo iba a decir, aquí lo tenemos, paseando por Galilea en pantalones cortos. Visita los territorios ocupados de los Altos del Golán; aquéllos que los diplomáticos extranjeros normalmente tratan de evitar a toda costa. El ejército israelí le lleva en avión por sus instalaciones. Reza en el Muro de las Lamentaciones. Como buen turista judío de Estados Unidos.
Obama ha llegado a la conclusión de que ha perdido el primer asalto de su contienda con Netanyahu
El hijo de Emanuel ha alcanzado la edad del Bar Mitzvá; qué mejor lugar para celebrarlo que la tierra de Israel, donde su abuelo fue miembro del Irgún, un grupo que la administración estadounidense habría tildado de organización terrorista, como hace con Hamás en la actualidad.
En resumen, el niñato judío autodestructivo se ha revelado como un sionista de gran corazón judío, admirador del ejército israelí y partidario de la anexión de los Altos del Golán.
La visita no fue, por supuesto, un capricho pasajero. Se sumó a una larga lista de gestos de Barack Obama, diseñados para ganarse los corazones de los judíos antes de las ya cercanas elecciones parlamentarias.
Parece ser que en algún momento, hace meses, Obama llegó a la conclusión de que había perdido el primer asalto de su contienda con Benyamin Netanyahu, y que soldado que huye sirve para otra guerra.
Él mismo lo explicó en una conversación con los líderes judíos: en los inicios de su trayecto en Oriente Medio, pisó algunas minas. Ha aprendido la lección.
El resultado fue una campaña de zalamerías y halagos:
Invitó a Elie Wiesel, don Holocausto en persona, a un almuerzo privado en la Casa Blanca. Tal vez intercambiaron recuerdos de algunas experiencias comunes como ‘Cómo aceptar el Premio Nobel de la Paz y mantenerse serio.’ La contribución de Wiesel a la paz es uno de los grandes misterios del universo. (Mi opinión de Wiesel encontró su forma de expresión en una palabra hebrea que inventé especialmente para él: ‘Shoan’ (algo así como ‘Holocaustador’.)
¿Intercambiarían Obama y Wiesel recuerdos tipo «Cómo aceptar el Nobel de la Paz y mantenerse serio?»
Después de eso, Obama se reunió con varios grupos de «líderes judíos» y les habló sobre su apoyo inquebrantable a la seguridad de Israel, su admiración hacia Netanyahu y su amor a Israel en general. No importa que hace nada un importante sondeo de opinión haya demostrado que estos ‘líderes’ se representan más que nada a sí mismos; la gran mayoría de los integrantes de la generación judía más joven de Estados Unidos se opone a las políticas del gobierno israelí y se está distanciando cada vez más de Israel.
Enviar a su confidente número uno a Israel bajo el disfraz de ferviente sionista y extender una invitación a Netanyahu para ir a visitarlo a la Casa Blanca son otras fases de esta campaña.
¿Cuál es el objetivo? Bueno, eso está más claro que el agua.
El dos de noviembre, en el 93º aniversario de la Declaración Balfour, se celebrarán elecciones en Estados Unidos. Estarán en juego todos los escaños de la Cámara de Representantes y 34 del Senado.
Para Obama estas elecciones son tremendamente importantes. En el peor de los casos, los demócratas perderán el control de una de las cámaras del Congreso, lo que haría que a Obama le resultara imposible conseguir que se aprobaran la mayoría de las leyes que quiere establecer. Siendo realista, lo mejor que puede esperar es que se reduzca la mayoría demócrata en ambas cámaras, lo que complicaría muchísimo la vida al presidente.
El AIPAC ya ha demostrado que puede tener un gran impacto en los resultados de las elecciones. Cuando el lobby decide derrocar a un miembro del Congreso, es el final de su vida política. Cuando el lobby concentra su poder financiero y político en un punto determinado, es casi invencible.
Obama necesita ahora todo el apoyo que pueda obtener en ambas cámaras. Por lo tanto, debe neutralizar al lobby sionista. La fiesta del Bar Mitzvá de la familia Emanuel era un precio insignificante a pagar.
Cuando Obama dice que pisó una mina, se refiere a la mina llamada AIPAC.
El fenómeno en sí no es nada nuevo. Se repite cada cuatro años y, a veces, cada dos.
Desde el primer día del Estado de Israel, todos los gobiernos israelíes han sido conscientes de que un año de elecciones en Estados Unidos les ofrece unas oportunidades políticas sin parangón.
Israel fue fundado en mayo de 1948, medio año antes de las elecciones de Estados Unidos. Harry Truman se encontraba en una situación crítica. Muchos creían que su derrota sería rotunda. Necesitaba dinero desesperadamente. Algunos judíos ricos hurgaron en sus bolsillos y salvaron a Truman, que ganó por los pelos.
Cuando Obama dice que pisó una mina en Oriente Medio, se refiere al lobby proisraelí AIPAC
Todos los consejeros políticos y militares de Truman le aconsejaron que no apoyara la independencia de Israel. Pero Truman reconoció el nuevo Estado (al menos de facto) inmediatamente después de su creación.
Desde ese día, siempre que el gobierno israelí necesita el apoyo de Estados Unidos para llevar a cabo alguna acción controvertida, espera a que sea año electoral en Estados Unidos. Esto ha surtido efecto casi siempre. La excepción: una semana antes de las elecciones de 1956, el gobierno de Ben-Gurion (alentado por Shimon Peres) invadió el Sinaí en connivencia con Francia y el Reino Unido. Los dirigentes israelíes creyeron que ningún político estadounidense se atrevería a oponerse a Israel en vísperas de elecciones.
Estaban equivocados. El presidente Dwight Eisenhower, un ex comandante supremo de los Aliados, confiaba plenamente en su victoria electoral. Por lo tanto, ignoró al lobby judío y, junto con su colega soviético, presentó a Israel un ultimátum. Esto sacó a David Ben-Gurion del Sinaí y de Gaza en un santiamén.
Aquéllos que esperaban que Obama resultara ser un segundo Eisenhower estaban equivocados. A pesar de algunos éxitos sonados, su situación política está lejos de ser impresionante. El vertido de petróleo en el Golfo de México no ha mejorado la salud de su política. Como político realista, ha decidido que éste no es el momento adecuado para enfrentarse a los círculos de poder judíos.
Obama no es un segundo Eisenhower: no se quiere enfrentar ahora a los círculos de poder judios
Tal vez recordaba el sensato consejo de Nicolás Maquiavelo: Si no puedes matar al león, no le provoques.
Sin embargo, hay una enorme mina enterrada en el camino que conduce al día de las elecciones: la congelación de los asentamientos.
Cuando Obama obligó a Netanyahu a congelar oficialmente los asentamientos en Cisjordania (y no tan oficialmente también en Jerusalén Este), se acordó un periodo de diez meses. Éste llegará a su fin en septiembre.
Cuando llegue el momento, Netanyahu se enfrentará a inmensas presiones de los colonos y sus aliados para empezar a construir de nuevo. “¿De qué tienes miedo?” dirán, “¡a dos meses de las elecciones, Obama no se atreverá a mover un dedo! Y (citando a un sabio judío) si no es ahora, ¿cuándo?»
La situación en Israel hará que la tentación sea mayor. Parece que ‘nunca nos hemos visto en una mejor’. No hay ataques. Nuestra economía está en auge. A pesar de las críticas que resuenan por todo el mundo, la posición política de Israel es firme. La semana pasada misma, Israel fue aceptado como miembro de la OCDE, el club económico de mayor prestigio del mundo. Obama ha capitulado. Cuando el Comando Nacional del ejército empezó a realizar importantes maniobras esta semana, la gente apenas pestañeó y ni se molestó en correr a los refugios.
La tentación de reanudar la construcción en los asentamientos será grande. Pero Netanyahu se planteará el día después. Y Obama también.
Y en efecto, ¿qué sucederá el día después de las elecciones?
Los optimistas creen que una nueva era comenzará esa mañana. No hay más elecciones previstas antes de noviembre de 2012, cuando expire el primer mandato de Obama. Durante un año entero, al menos, será libre de actuar como quiera.
Esto supone una ‘ventana de oportunidades’. Una ventana abierta de par en par. Durante este tiempo, Obama puede hacer realidad la esperanza de lograr la paz y recuperar la posición de Estados Unidos en Oriente Medio. Como ventaja adicional, también podrá dar rienda suelta a la furia que tiene acumulada contra Netanyahu.
El AIPAC está chantajeando a Obama y lo seguirá haciendo tras las elecciones de noviembre
De acuerdo con esta previsión, en el transcurso de este año, desde finales de 2010 hasta finales de 2011, se representará el último acto de la obra. Obama presentará un plan de paz estadounidense, la presión sobre el gobierno israelí se intensificará, Israel tendrá que elegir finalmente entre la paz y los territorios; la paz estará por fin en camino.
Pero también hay un pronóstico opuesto: Obama seguirá decepcionando, como ha decepcionado hasta ahora. Ya estará pensando en las próximas elecciones presidenciales y seguirá teniéndole miedo al AIPAC.
Esta previsión tiene mucho a su favor. Cuando yo era muy joven, mi padre me advirtió que nunca, pero nunca, cediera al chantaje. El que paga a un chantajista una vez seguirá pagándole hasta el último de sus días. Un chantajista nunca deja escapar a su víctima.
(En el transcurso de mi vida, he tratado de seguir este consejo. Mi técnica es la siguiente: cuando alguien intenta chantajearme, amenazando con hacerme algún daño, me imagino que ya me lo ha hecho. De esta manera, la amenaza pierde su peso.)
El AIPAC está chantajeando a Obama y, hasta ahora, ha tenido éxito. Seguirá haciéndolo después de noviembre. Obama debe hacerse a la idea y decidir: se acabó.
¿Tendrá el valor de hacerlo? No lo sé. Espero que sí.