Opinión

Una historia de dos historias

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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Esta es la historia: a las siete de la mañana, un árabe llega a las puertas de Har Adar, un asentamiento próximo a la Línea Verde, cerca del pueblo palestino de Abu Ghosh.
El hombre en cuestión es un “árabe bueno”. Un árabe bueno con permiso de trabajo en el asentamiento. Vive en el cercano pueblo cisjordano de Beit Surik. Le han concedido el permiso de trabajo porque cumple todos los requisitos; tiene treinta y siete años, está casado y es padre de cuatro hijos. Los colonos de Har Adar lo conocen bien porque limpia sus casas desde hace años.

Este martes por la mañana llega a la verja como cualquier día. Sin embargo, algo despierta las sospechas de los guardias. Lleva puesta una chaqueta a pesar del intenso calor que hace este día de principios de otoño. Los guardias le piden que se la quite.

¿Por qué un árabe bueno hace una cosa así en un lugar donde todo el mundo lo apreciaba?

En vez de obedecer, el hombre saca una pistola cargada y dispara a quemarropa en la cabeza a tres de los guardias, dos de ellos privados y otro perteneciente al cuerpo semimilitar de la Policía de Fronteras. Una de las víctimas era árabe también. El jefe local de los guardias resulta gravemente herido. La precisión de los disparos efectuados por el atacante es sorprendente dado que carece de formación militar. El arma fue robada hace quince años.

Todo Israel queda conmocionado. ¿Cómo ha podido suceder? ¿Por qué un árabe bueno, un árabe con todos los permisos, hace una cosa así en un lugar donde todo el mundo lo conocía y apreciaba y donde jugaba con los niños? ¿Cómo es posible que haya cometido el crimen, sobre todo después de haber sido aprobado por los servicios de seguridad, que tienen incontables espías y que tienen fama de ser prácticamente infalibles?

Tiene que haber pasado algo fuera de lo normal. Alguien tiene que haber incitado su odio a los judíos y a la buena gente de Har Adar, que siempre lo han tratado tan bien. Quizá haya sido el discurso de Mahmud Abbas en la ONU. Quizá tuviera contactos secretos con Hamas. “¡Lo han incitado!”, clama Binyamin Netanyahu.

Entonces surge un dato que lo explica todo. El hombre ha discutido con su mujer y le ha pegado una paliza. Ella se ha escapado a casa de su familia en Jordania dejando atrás a sus cuatros hijos.

El suceso demuestra que no se puede confiar en los árabes: son un hatajo de asesinos

Así que es evidente que el hombre sufre de enajenación mental transitoria. En semejante estado de perturbación, se olvida de la amabilidad de los colonos de Har Adar. Se trata de un caso aislado que no debería preocuparnos.

Sin embargo, el suceso demuestra que no se puede confiar en los árabes. Son un hatajo de asesinos. No se puede firmar la paz con ellos hasta que cambien totalmente. Por eso hay que conservar los territorios ocupados.

Esa es la historia. Pero hay otra historia. La historia vista desde los ojos de ese mismo hombre.

Desde su casa en el vecino Beit Surik, el hombre, cuyo nombre, por cierto, es Nimr Mahmud Ahmed Al-Jamal (Nimr significa “leopardo”), ve Har Adar todos los días en cuanto se despierta. Para él, como para todos los árabes, se trata de un próspero asentamiento judío construido en tierra árabe expropiada. Pertenecía a la Cisjordania palestina, que es territorio ocupado, al igual que su propio pueblo.

Su trabajo consiste en limpiar los retretes de los judíos que ocuparon su patria

Nimr tiene que levantarse antes del amanecer para llegar a las puertas del asentamiento de Har Adar a las siete de la mañana y trabaja duro hasta la noche. Todos los días vuelve a casa sobre las diez de la noche. Así es la vida de decenas de miles de jornaleros palestinos. Quizá parezcan simpáticos, especialmente cuando su sustento está en juego. Puede que incluso sean genuinamente amables con sus benévolos amos. Pero muy dentro de sus corazones no olvidan ni por un instante que su trabajo consiste en limpiar los retretes de los judíos que vinieron a la Palestina árabe y ocuparon su patria.

Debido a que la mayor parte de las tierras de labor han sido expropiadas y entregadas a los asentamientos judíos, a los hombres como Nimr no les queda más remedio que aceptar trabajos de baja categoría. En Cisjordania no existe un sector industrial digno de mención. Los salarios son mínimos, a menudo por debajo del salario mínimo legal en Israel (unos 1500 dólares al mes). Al no tener otra opción, son prácticamente esclavos. Son como los esclavos buenos de Lo que el viento se llevó.

Un hombre como Nimr puede conformarse con su realidad, pero cuando le sucede algo malo también puede que se canse de vivir así y decida de pronto convertirse en mártir. Nimr escribió una carta en la que exculpaba a su mujer de toda participación en el acto que planeaba cometer a la mañana siguiente.

Así son las dos historias. Tienen muy poco en común.

No ven a los árabes que los rodean como personas iguales a ellos sino como toscos nativos

Los habitantes de Har Adar están completamente perplejos. Viven a veinte minutos de Jerusalén, así que no se consideran colonos sino israelíes como cualquier otro. No ven a los árabes que los rodean como personas iguales a ellos sino como toscos nativos.
Los colonos de Har Adar no se parecen a los colonos fanáticos religiosos cuasi fascistas de otros asentamientos. Ni mucho menos. En Har Adar hay votantes de todos los partidos, incluso del Meretz, el partido sionista de izquierdas que aboga por la devolución de los territorios ocupados a los palestinos. Esto no incluye lugares como Har Adar, desde luego, ya que los sionistas de derechas y de izquierdas están de acuerdo en que Israel debe anexionarse los asentamientos situados cerca de la Línea Verde.

Los habitantes de Har Adar pueden sentirse orgullosos de sus logros. Desde el aire, el lugar tiene un aspecto muy ordenado. Tiene 3.858 habitantes. La renta media es de unos 5.000 dólares al mes, muy por encima de la media nacional (unos 3.000 dólares). El consejo municipal es uno de los más eficientes del país.

Está construido en la zona montañosa que rodea Jerusalén, así que goza de espléndidas vistas. También consta de una biblioteca, un club de jóvenes, instalaciones de skateboard y un anfiteatro con capacidad para 720 personas. Incluso para un israelí medio es un paraíso. Para los árabes de las inmediaciones, que no tienen acceso al lugar sin un permiso especial, es un perpetuo recordatorio de su desastre nacional.

Para un israelí es un paraíso, para los árabes un recordatorio de su desastre nacional

Es evidente que, al igual que otros asentamientos, Har Adar no se construyó en tierra vacía. Está levantado en el lugar donde estaba Hirbat Nijam, un pueblo que ya existía en tiempos perso-helenísticos, hace unos 2.500 años. Como la mayoría de los pueblos de Palestina, había sido cananeo, después judío, después helenístico, después bizantino, después musulmán, después cruzado, después mameluco, después otomano, después palestino, sin que la población cambiara. Hasta 1967.

Cuando Nimr nació, hacía tiempo que todo ese pasado remoto estaba olvidado. Solo quedaba el presente de la ocupación israelí.

Hoy en día la ocupación parece el estado normal de las cosas. Los colonos de Har Adar viven felices, seguros y bien protegidos por los eficaces servicios de seguridad, la Policía de Fronteras y los mercenarios locales, ciudadanos árabes israelíes en su mayor parte. Los vecinos como Nimr parecen conformes, y probablemente lo estén si tienen la suerte de conseguir un permiso de trabajo y un empleo, aunque sea por un salario miserable. Los rencores históricos están profundamente enterrados en sus conciencias.

Pero de pronto un día sucede algo, algo quizá de importancia nimia, como la huida de una esposa a Jordania, y todo vuelve a la superficie. Nimr el jornalero se convierte de pronto en Nimr el luchador por la libertad, Nimr el mártir camino del paraíso. Todo el pueblo respeta su sacrificio y a su familia.

A los israelíes les enfurece que las autoridades palestinas paguen una pensión a las familias de los “mártires”. Binyamin Netanyahu acusa a Mahmud Abbas (también llamado Abu Mazen), de instigación al asesinato. Sin embargo, Abbas no puede eliminarlos. El pueblo reaccionaría con una tremenda furia. Los mártires son sagrados y sus familias gozan del respeto de la comunidad.

El día después del ruin atentado y/o glorioso martirio de Nimr, una grandiosa manifestación nacional tiene lugar en otro asentamiento.

Celebran el » retorno a Judea y Samaria, el valle del Jordán y el Golán, nuestra patria ancestral”

Los principales dignatarios del país, encabezados por el presidente y el primer ministro, se unen para conmemorar el quincuagésimo aniversario de “nuestro retorno a Judea y Samaria, el valle del Jordán y los Altos del Golán, nuestra patria ancestral”.

En la lista falta la Franja de Gaza, de la que Israel se ha retirado dejando detrás un estricto bloqueo por tierra y mar con la colaboración de Egipto. En la Franja viven dos millones de palestinos. ¿Quién demonios los quiere?

El infierno se desata cuando la presidenta del Tribunal Supremo, que debía enviar a uno de los jueces a la ceremonia en representación de la institución, cancela su asistencia debido al tono altamente propagandístico del evento. Ha decidido que no es más que propaganda partidista y que el tribunal no debe participar.

En definitiva, no hay un día de tranquilidad en este país, en este estado sin fronteras y sin Constitución en el que cada historia tiene al menos dos lados completamente distintos, y en el que personas agradables y pacíficas se transforman de pronto en mártires furibundos.
Y no habrá tranquilidad hasta que haya paz, hasta que cada una de las dos naciones viva en su propio estado. En esa situación podrá florecer la verdadera amistad.

 

© Uri Avnery  | Publicado en Gush Shalom | 29 Sep 2017 | Traducción del inglés: Jacinto Pariente.

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