Opinión

La II Batalla de Trafalgar

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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Esta semana tuvo lugar una impresionante batalla naval sobre las olas del Mediterráneo. Se recordará en la historia como algo similar a Salamis o Trafalgar.

La armada del Estado de Israel interceptó al enemigo mediante una maniobra atrevida. El enemigo era la traíña Marianne con sus 18 personas a bordo. Las unidades navales de Israel capturaron el barco y lo remolcaron hasta el puerto de Ashdod.

El almirante que estaba al mando de esta acción gloriosa ha quedado hasta ahora en un modesto anonimato. Por eso no podemos honrarlo con una columna en el centro de Tel Aviv, similar a la columna del almirante Nelson en la plaza de Trafalgar de Londres. Qué pena.

Sin embargo, el primer ministro, Binyamin Netanyahu alabó el coraje de los vencedores en términos exuberantes y expresó la gratitud y la admiración de la nación por su valiente hazaña.

Me gustaría continuar en esa línea, pero incluso el sarcasmo tiene límites.

Todo el asunto era una obra maestra de la estupidez.

Netanyahu estaba dispuestos a mostrar al mundo que Israel reina sobre las olas del mar y mandó atacar al Mavi Marmara

Hace cinco años, varios barcos intentaron alcanzar Gaza, en un acto simbólico de apoyo al enclave sitiado, y la armada israelí los dejó pasar. Nadie volvió a hablar de ellos.

Luego llegó la «flotilla turca». El buque turco Mavi Marmara encabezó un grupo de varios barcos más pequeños, con cientos de activistas turcos e internacionales a bordo. Esta vez, Netanyahu y sus lacayos estaban dispuestos a mostrar al mundo que Israel reina sobre las olas del mar. El primer ministro ordenó atacar la flotilla.

Unidades de asalto israelíes descendieron a la cubierta del Mavi Marmara desde un helicóptero. Siguió una escaramuza en la que murieron nueve turcos (uno de ellos con ciudadanía estadounidense). Otro más murió luego a consecuencia de sus heridas. Ninguno llevaba armas, pero resistieron de forma violenta.

Los otros barcos fueron abordados sin resistencia violenta. Todos fueron remolcados al puerto de Ashdod.

La reacción internacional fue inmensa. El Mavi Marmara se convirtió para mucha gente en un símbolo de la brutalidad israelí. La catástrofe propagandística forzó a Netanyahu a liberar a todos los activistas y tripulantes encarcelados y enviarlos a casa.

En conjunto, algo que podría haber sido un incidente sin importancia, pronto olvidado, se convirtió en una gran victoria para los activistas. El mundo entero prestó atención. El bloqueo a Gaza se hizo el centro del interés internacional.

Las consecuencias políticas fueron incluso peores. Turquía se convirtió en un enemigo.

Israel tenía una excelente relación con Turquía, que se terminó con el Mavi Marmara (salvo la militar que continúa en secreto)

Durante muchos años, Turquía – y especialmente las Fuerzas Armadas turcas – había sido un aliado incondicional de Israel. Se tejieron relaciones secretas entre las dos potencias no árabes de Oriente Próximo. Durante el reinado de David Ben-Gurion, una de las piedras angulares de la política regional israelí era la «teoría periférica». Acorde a ella, Israel estableció alianzas no oficiales con los Estados no árabes que rodean el mundo árabe: la Turquía kemalista, la Irán del sah, Etiopía, Chad etcétera.

Israel vendía armas a Turquía. Se celebraron maniobras militares conjuntas. Finalmente se establecieron relaciones diplomáticas oficiales.

Todo esto se terminó con el asunto del Mavi Marmara (salvo la parte militar que continúa en secreto). Los ánimos se caldearon. La opinión pública turca reaccionó con furia. Israel se negó a pagar las altas indemnizaciones a las familias desconsoladas (las negociaciones sobre este punto continúan).

Recep Tayyip Erdogan, un político hábil, explotó el incidente para cambiar de frente y restablecer la influencia turca en los países árabes que habían pertenecido al Imperio otomano en su fase final.

¿Qué ganó Israel de todo esto? Nada.

El Gobierno israelí ¿ha sacado alguna conclusión de esta debacle?

¿Cómo podrían? Para ellos no era en absoluto una debacle, sino más bien una demostración admirable de la valentía y determinación de Israel. El incidente de esta semana era el resultado inevitable. Habrá más.

Para sopesar los resultados de un enfrentamiento, hay que preguntarse qué quería conseguir cada bando.

Los organizadores de la flotilla querían escenificar una provocación para atraer la atención del mundo sobre el bloqueo dañino. Desde su punto de vista, la reacción israelí cumplió de forma maravillosa con sus objetivos.

Netanyahu quiere que el bloqueo se mantenga y que reciba la menor atención posible. Desde su punto de vista, los ataques a los barcos son contraproductivos. En breve, son estúpidos.

La pregunta principal, desde luego, es: ¿Para qué existe un bloqueo en primer lugar, por el amor de dios? ¿Cuál es su finalidad?

La finalidad del bloqueo a Gaza es que sus 1,8 millones de habitantes vegeten al borde de la muerte por inanición

Oficialmente, su finalidad es impedir que lleguen armas a la Franja de Gaza, para prevenir que Hamás pueda atacar Israel.

Si eso es así ¿para qué todo el drama? Unos barcos que navegan hacia Gaza, presuntamente para llevar medicinas y comida, se pueden registrar de mutuo acuerdo en los puertos de los que zarpan. Los organizadores no pueden negarse a ello, si no quieren levantar suspicacias.

También es posible parar los barcos en alta mar, registrarlos y luego permitirles que continúen viaje. Este procedimiento es bastante habitual.

El gobierno israelí ha rechazado estas posibilidades, por lo que ha suscitado la sospecha de que la finalidad del bloqueo es bastante distinta. Es impedir que llegue a Gaza ningún tipo de mercancías para mantener a ese territorio superpoblado totalmente dependiente de las provisiones que lleguen desde Israel, país que sólo permite llevar lo absolutamente imprescindible para sobrevivir.

La finalidad oculta es hacer que los 1,8 millones de habitantes, la mayoría descendientes de refugiados de Israel, sigan vegetando al borde de la muerte por inanición, para que finalmente se rebelen y derroquen las autoridades de Hamás. Si esto es el caso, ha sido un fracaso estrepitoso. Al contrario: bajo esta presión cruel, los habitantes parece que se acercan cada vez más a Hamás. Al fin y al cabo, Hamás no es un invasor extranjero sino que lo forman los hermanos e hijos de los habitantes.

Cuánto más tengan que perder los habitantes de Gaza, menos ganas tendrán de provocar otra guerra

Ya dejando aparte la cuestión de si el bloque es legal bajo la ley internacional, lo que está claro es que no ha cumplido su objetivo. El dominio de Hamás sobre Gaza es más firme que nunca.

Siendo esto así, uno podría proponer la opción contraria. ¿Por qué no levantar el bloque de una vez? (¿Cómorrr?)

Puedo imaginar una situación de fronteras abiertas y mares abiertos. Comida, medicinas, material de construcción y todo lo demás, salvo armas, llegaría a la Franja desde todas las direcciones, por mar y por tierra, a través de Egipto e Israel.

¿Por qué no dejar que los gazatíes construyan un puerto o se hagan con un puerto flotante? ¿Por qué no dejar que reactiven su aeropuerto? El hermoso edificio que construyeron una vez cerca de Dahanía lo destruyó nuestro Ejército. ¿Por qué no reconstruirlo?

La simple lógica demuestra que cuánto más tengan que perder los habitantes de Gaza, menos ganas tendrán de provocar otra guerra. Si realmente queremos calma y tranquilidad, éste es el camino.

Sí, pero ¿qué pasaría con las armas? Se puede establecer una supervisión estricta por parte de inspectores internacionales. Esto se ha hecho antes en otros momentos históricos. No es un problema.

Tras toda la estupidez táctica del asunto se esconde una estupidez estratégica mucho mayor.

El aire de Oriente Medio está lleno de rumores sobre un esfuerzo secreto que estaría en marcha para forjar un armisticio, incluso una especie de alianza, entre Israel y Hamás.

Esto se basa en las pocas ganas que tiene el Gobierno israelí de reconquistar la Franja de Gaza, cons sus 1,8 millones de árabes palestinos. No es sólo un problema de seguridad – con toda certeza se encadenaría una guerra de guerrillas con Hamás – sino algo mucho peor. Lo que realmente asusta a los gobiernos israelíes, sean de derecha o izquierda, es la demografia. Otros 1,8 millones de árabes, que no hacen más multiplicarse? ¡La peor pesadilla de un sionista!

Netanyahu se comporta como un niño que tiene que elegir entre dos dulces: quiere ambos

Todos los sueños sobre la anexión de Cisjordania dejan siempre aparte la Franja de Gaza. Cierto, geográficamente e históricamente es parte de „la tierra de Israel“, pero quién la quiere? ¡Que se vaya al diablo!

Nuestro gobierno actual, compuesto por derechistas extremos, quiere anexionar en algún momento Cisjordania, con el menor número de árabes palestinos posibles. Por eso, Mahmud Abbas (Abu Mazen) es un enemigo mucho más peligroso que Hamás para Netanyahu y sus semejantes. Abbas consigue reconocimientos internacionales. Goza de un apoyo cada vez mayor de Naciones Unidas y Estados Unidos.

Por esta lógica, se podría esperar de Netanyahu que luche contra Abbas y respalde a Hamás a la hora de crear un miniestado separado en Gaza. Pero se comporta como un niño que tiene que elegir entre dos dulces: quiere ambos.

De manera que intenta minar la posición de Abbas al mismo tiempo que lleva cabo sus gloriosas batallas navales en alta mar contra Hamás. Pero también se involucra en negociaciones secretas con sus nuevos amigos, Arabia Saudí y Egipto, para forjar un armisticio de larga duración (una ‘hudna’) con Hamás.

¿Complicado? Vaya si es complicado.

Un detalle personal. Me han preguntado por qué no estaba yo a bordo del barco que esta semana intentó romper el bloqueo.

Me habría encantado ir en el barco; romper el bloqueo me habría dado un enorme gusto

Francamente, me habría encantado. Me encanta el mar. Me encantan los barcos. Habría estado feliz en la compañía del expresidente tunecino y el diputado israelí árabe que estaban ambos en el barco. Romper el bloqueo me habría dado un enorme gusto.

El problema es que los organizadores de estas flotillas insisten en un programa político que niega la existencia del Estado de Israel. De manera similar a los organizadores de la campaña BDS, insisten en la quimera del Estado Único.

Yo creo en la paz. Paz quiere decir paz entre dos Estados: Israel y Palestina. Apoyo la lucha palestina por la independencia como parte de lucha por un Israel pacífico y democrático.

Así me perdí la II Batalla de Trafalgar.

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