Opinión

El hijo de mis ojos

Uri Avnery
Uri Avnery
· 11 minutos

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El presidente de Israel se quedó a cuadros.

Ruvi Rivlin, elegido recientemente para ocupar este cargo supremo pero en gran parte simbólico, está muy lejos de ser un izquierdista. Al contrario, este vástago de una familia que lleva viviendo siete generaciones en Jerusalén, cree en un Estado judío que cubra todo el territorio entre el Mediterráneo y el río Jordan.

Pero Rivlin es un liberal auténtico. Cuando leyó el Poema, se espantó hasta lo más profundo de su alma. Luego se acordó de que al autor de esta obra maestra se le había invitado a la residencia presidencial para leer pasajes de sus libros. Se le desinvitó con urgencia.

Por ese gesto, el presidente recibió ataques de muchos lados. ¿Cómo se atrevía? ¿Qué pasa con la libertad artística?

El narrador imaginario del Poema es un árabe que se llama Ahmed y que sueña con matar a judíos

El «poeta» en cuestión es un tal Amir Benayoun, un cantante de folk «oriental» popular. La música «oriental», en este contexto, se refiere a melodías que les gustan a los judíos orientales, basadas en la música árabe de sus antiguas patrias, con letras ingenuas sobre el amor y esas cosas.

La estrella profesional de Benayoun estaba en declive, pero el Poema la volvió a impulsar hacia un nuevo ascenso, ¡vaya si la impulsó! Se convirtió en el centro de un revoltoso debate nacional, fue discutido ampliamente por todos los medios, incluso el diario Haaretz lo publicó palabra por palabra. Todo político o tertuliano, y cualquier otra persona que se preciara, lo alababa o lo condenaba.

El narrador imaginario del Poema es un árabe que se llama Ahmed y que sueña con matar a judíos, especialmente a bebés judíos.

Mi propia traducción es ésta:

Si reemplazamos Ahmed con David y ponemos Berlín en lugar de Jerusalén, tenemos un poema antisemita perfecto

Salam aleikum me llamo Ahmed / Y vivo en Jerusalén / Estudio un par de cosas en la Universidad / ¿Quién disfruta como yo de todos los mundos? / Hoy soy moderado y sonrío / Mañana ascenderé a los cielos / Enviaré al infierno a un par de judíos / Es cierto que sólo soy un canalla desagradecido / Es verdad pero no es culpa mía, yo crecí sin amor / Llegará el momento cuando me dés la espalda / Y entonces te clavaré un hacha afilada.

Soy Ahmed y vivo en la región central / Trabajo cerca de un jardín infantil y soy el responsable de los depósitos de gas / ¿Quién disfruta como yo dos mundos? / Hoy estoy aquí y mañana ellos ya no estarán / Muchos, muchos de ellos ya no estarán / Es cierto que sólo soy un canalla desagradecido / Es verdad, pero no es culpa mía porque crecí sin amor / Es verdad que llegará un momento cuando me dés la espalda / Y ahí te clavaré un hacha afilada / Es verdad que sólo soy un canalla desagradecido / Es verdad pero no es culpa mía, crecí sin amor.

Es verdad que llegará el momento cuando me des la espalda / Y ahí te disparará justo por la espalda.

Si reemplazamos Ahmed con David y ponemos Berlín o París en lugar de Jerusalén, tenemos un poema antisemita perfecto. Es totalmente seguro que el presidente federal de Alemania no invitaría al autor a tomar un té en su residencia.

Pero al presidente de Israel le llovieron ataques de todos los lados por cancelar la invitación. Los derechistas lo atacaban por rechazar a un auténtico patriota y muchos izquierdistas biempensantes lo desaproban en nombre de la libertad de creación y la tolerancia universal.

Cuando yo era un niño de nueve años y vivía en Alemania, escuchaba una canción con garra que decía «Cuando la sangre judío gotee de las navajas / Todo será dos veces mejor». Si el autor estuviera aún vivo ¿pedirían los liberales alemanes que se le otorgara libertad artística?

Benayoun, de 39 años, lleva un nombre árabe. La palabra Benayoun se deriva de un término árabe de cariño que significa «Hijo de (mis) ojos». Su nombre de pila suena como el título árabe ‘emir’ (príncipe), aunque se escribe distinto. Nació en una chabola de Bersheba y sus padres son inmigrantes de Marruecos. Se les puede llamar judíos árabes, al igual que a mis padres se les llamaba judíos alemanes.

Benayoun no era un fanático desde el principio. Pero cuando su hermano adoptó una forma más extrema de la religión judío, le imitó. Este proceso, llamado «volver a la fe», casi siempre se acompaña con un racismo furioso.

El poeta asegura que su maestro espiritual es el Mesías. No lleva amuletos, sólo un billete de un dólar que le diera antes de morir (?) el Rabino de los Lubavich que, según pretenden sus seguidores en Estados Unidos, es el Mesías y no hay muerto.

La obra de Benayoun con su odio puro refleja el estado de ánimo de una gran parte de los israelíes judíos

La obra maestra de Benayoun con su odio puro, sin rebajar, refleja el estado de ánimo de una gran parte de los israelíes judíos en este momento. Los últimos sucesos en Jerusalén han creado un clima en el que el odio racista puede surgir y pasearse en público sin vergüenza alguna.

El centro del racismo es el propio gobierno. Está completamente dominado por la derecha más extrema… De hecho, a la derecha del Gobierno no hay nada.

Desde que se formó, este Gobierno no parece haber hecho otra cosa que aprobar leyes racistas (aparte de la guerra de Gaza, claro). Casi todas las semanas nos enteramos de alguna iniciativa para formular otra ley, peor que la anterior, si es posible.

Hace sólo tres días, el ministro de Seguridad Interior, un compinche de Avigdor Lieberman, inició una ley que definiría el Guardia del Templo árabe como «organización ilegal». Lo equivalente a grupo terrorista. Esta guardia depende de un waqf, una fundación pía musulmana, que está al cargo del Monte del Templo gracias a un acuerdo internacional (con Jordania).

La Guardia no puede defender los santuarios contra la policía israelí, pero puede advertir a los musulmanes cuando se acercan judíos que vienen para rezar pese a tenerlo prohibido. Retirar la Guardia reforzaría el control de los fanáticos judíos y los políticos cínicos sobre el Monte.

Esta medida, en este momento concreto, es una provocación directa. Confirma los más oscuros temores de los musulmanes de que Israel está a punto de cambiar el status quo para convertir el Monte en un lugar de rezos judío.

Como ha mostrado Benayoun, odiar a «los árabes» es lo que mejor se vende ahora mismo en el mercado

¿Para qué haría esto un ministro de la policía justo ahora, cuando Jerusalén están en llamas y todo el mundo islámico se está uniendo en defenso del santuario? ¿Ha perdido la razón?

En absoluto. Lo único que le pasa es que tiene que competir con otros políticos para conseguir titulares. Y como ha mostrado Benayoun, odiar a «los árabes» es lo que mejor se vende ahora mismo en el mercado.

Luego está la ley propuesta que permitía a una mayoría en la Knesset anular el escaño de cualquier diputado que esté «a favor de la lucha armada contra Israel». ¿Quién decide eso? La mayoría de la Knesset, por supuesto. Actuaría como fiscal, juez y verdugo a la vez.

Esta ley se dirige claramente contra Hanin Zuabi, una diputada árabe provocadora, que ya ha sido desterrada de la Knesset por medio año (excepto para votar).

Otra medida es anular el permiso de residencia en Jerusalén a los terroristas y sus familiares. (A los árabes en la Jerusalén Este ocupada no se les otorgó la ciudadanía, sino únicamente una «residencia permante. Y esta puede revocarse en cualquier momento).

Esta semana, efectivamente se revocó el permiso de residencia de un árabe local. Se le acusó de haber llevado en coche a otro árabe a Tel Aviv, donde el pasajero llevó a cabo un atentado suicida en un pub. Eso pasó hace 13 años. El conductor protestó, asegurando que no tenía ni idea de las intenciones del pasajero, pero se le envió a prisión de todas formas. Ahora, el Ministerio se acordó de expulsarlo de la ciudad.

Este tipo de leyes, normas y acciones ejecutivas llenan las noticias todos los días.

Desde las últimas elecciones, la Knesset incluye un grupo de unos veinte diputados a los que en otros países se llamaría neofascistas. La mayoría son miembros de la cúpula del Likud, otros pertenecen a facciones rivales de la misma coalición. Compiten fieramente entre ellos. Se asemejan a veinte gatos metidos en un saco.

Diríase que estos diputados se pasan el día buscando ideas para medidas antiárabes aún más atroces. Estas se convierten en titulares y fascinan a la opinión pública. Cuanto más atroz, mayor será el titular y más largas las entrevistas en televisión. Esto se traduce a popularidad dentro de sus partidos y garantiza la reelección.

Si no tienes otras cualidades, con esto basta para asegurarte una exitosa carrera política.

La nueva ley define Israel como “Estado judío” a secas, pasando el aspecto “democrático” a un segundo rango

Durante varias semanas, el centro de la actividad ha sido una propuesta llamada “Ley Básica: Israel, Estado nación del pueblo judío”.

Israel no tiene constitución. Desde el principio lo impidió la controversia religiosa-laica.

Sin embargo, la declaración de la independencia, adoptada en mayo de 1948, que no tiene estatus legal, definió Israel como “Estado judío” y prometía igualdad plena a los ciudadanos no judíos. Más tarde, varias Leyes Básicas definían Israel como “Estado judío y democrático”, otorgando valor equivalente a los dos componentes, que a menudo parecen contradecirse.

Las diferentes versiones de la nueva ley definen Israel como “Estado judío” a secas, pasando el aspecto “democrático” a un nivel de segundo rango. El término de “igualdad” se ve directamente abolido. El árabe, que ahora es la segunda lengua oficial, perderá su estatus. La discriminación, que ahora se practica de forma clandestina, se convertirá en legal y evidente.

Estas versiones fueron aceptadas oficialmente el domingo pasado por parte del Gobierno. Sin embargo, Binyamin Netanyahu prometió elaborar una versión más moderada antes de que la medida fuera sometida al voto final de la Knesset.

El que uno pueda hacer carrera basándose en el odio a los 1,7 millones de ciudadanos israelíes árabes, da escalofríos

Netanyahu teme, y con razón, que las versiones actuales desencadenen una reacción a nivel mundial. La “única democracia de Oriente Medio” se convertiría en algo mucho menos democrático. Puede que Túnez ascienda a ocupar este puesto.

Hasta donde se sepa de momento, la versión de Netanyahu – que probablemente será la que al final se adopte – recuperará la denominación de “judío y democrático” pero omitirá la referencia a la “igualdad”. Los derechos individuales de los ciudadanos no judíos se respetarán, pero no se les dará ningún derecho colectivo a las comunidades no judías, en aspectos de lengua, religión y educación.

El presidente Rivlin ha rechazado la ley de forma rotunda, lo cual le honra. Varios juristas de alto nivel la han tildado de “superflua”, y han expresado dudas que las medidas vayan a provocar ningún cambio real. Los tertulianos liberales se han pronunciado en contra. Los miembros “moderados” de la coalición gubernamental han amenazado con votar en contra o, al menos, abstenerse. Quizás al final del todo saldrá muy poca cosa de todo el revuelo.

Pero el hecho de que uno pueda edificar una carrera mediante los ataques a la democracia, basándose en el odio a los 1,7 millones de ciudadanos israelíes árabes – más del 20 por ciento de la población – da escalofríos.

Por cierto, nadie ha preguntado a los siete millones de judíos fuera de Israel qué piensan ellos del asunto.

¿Qué piensan de que Israel sea el “Estado nación del pueblo judío”? ¿Creen que existe un “pueblo judío”? Quieren declarar su fidelidad a Israel? ¿Temen que se les acuse de tener lealtades divididas? ¿Quieren que, al menos, se les consulte?

Pero qué demonios, ¿a quién le importa lo que piensan?

Publicado en Gush Shalom | 28 Nov 2014 | Traducción del inglés: Ilya U. Topper