Opinión

La nave de los locos 2

Uri Avnery
Uri Avnery
· 11 minutos

opinion
Tel Aviv | Diciembre 2010

La expresión “la nave de los locos” fue utilizada por un teólogo suizo hace 515 años como título de un libro que criticaba duramente a la Iglesia católica de su tiempo. Su libertinaje, previó, conduciría al desastre. Y, en efecto, poco después, un monje llamado Martín Lutero dividió a la Iglesia y puso en marcha la gran Reforma.

Yo utilicé esta frase en los años 70 para definir la época entre las dos guerras, la Guerra de los Seis Días de 1967 y la Guerra de Yom Kipur de 1973, seis años que Israel pasó en estado de absurda euforia. «Nunca nos hemos visto en una mejor».

La época actual se merece el título de «la nave de los locos 2».

El lema definitorio «la nave de los locos 1″ fue acuñado por Moshe Dayan, que sirvió como primer oficial en el puente de mando a la derecha de la capitana, Golda Meir.

Dayan, el entonces ídolo de Israel y sex symbol internacional, declaró: «Si tengo que elegir entre Sharm el-Sheikh sin paz o paz sin Sharm el-Sheikh, elijo Sharm el-Sheikh.»

El valiente y pequeño Israel atrajo simpatías por todo el mundo

En retrospectiva,  eso suena a locura. ¿Quién, hoy en día, recuerda Ophira, como llamábamos a Sharm en ese momento? Sólo los israelíes que van allí a holgazanear en hamacas bajo el sol mimados por el personal de los hoteles egipcios. Y, por supuesto, las familias de los soldados que murieron en Yom Kipur.

«La nave de los locos 1» zarpó hacia su fatídico viaje al día siguiente de la Guerra de los Seis Días, cuando el nuevo imperio hebreo se extendía desde la cima del monte Hermón hasta el brillante mar de Ras Muhammad, al sur de Sharm. La asombrosa victoria de seis días del ejército israelí sobre tres ejércitos árabes, después de semanas de desesperante angustia, parecía un milagro. Un diluvio de canciones de victoria, álbumes de victoria y discursos de victoria inundaron el país. La intoxicación se extendió por todos los sectores de la opinión pública, desde los líderes principales hasta el último de los ciudadanos (judíos). Iba pudriendo los cerebros, pervertiendo la lógica e imposibilitando cualquier argumento razonable.

La intoxicación no perdonó lumbreras académicas ni generales del ejército. Ariel Sharon declaró que sus tropas podrían llegar a Trípoli, la capital Libia, en una semana. Esto parecía casi evidente.

Para aquéllos que no estaban aquí o que eran demasiado jóvenes para acordarse: en el país había un clima de suprema autoconfianza, lo que llevó a una despreocupación absoluta. «Todo va a salir bien». La economía estaba floreciendo. Los primeros asentamientos iban echando raíces. No se presionaba a Israel para que devolviera los territorios que acababa de conquistar («el territorio liberado no será devuelto»). La Liga Árabe se reunió en Jartum y le hizo a Israel un inmenso favor al declarar los tres noes: No a la paz con Israel, No al reconocimiento de Israel, No a las negociaciones con Israel. El valiente y pequeño Israel atrajo simpatías por todo el mundo. Entonces era bueno ser israelí y mostrar tu pasaporte israelí en cualquier frontera.

Esta semana, Aluf Ben de Haaretz llamó nuestra atención sobre una grabación que acaba de publicar la biblioteca del presidente Nixon. El presidente solía grabar en secreto todas sus conversaciones y ahora se ha publicado mucho de este material. Esto incluye una grabación de su encuentro con Golda Meir en el primer semestre de 1973, pocos meses antes de la Guerra de Yom Kipur.

Richard Nixon y Henry Kissinger le revelaron a Golda que el presidente egipcio, Anwar Sadat, estaba listo para hacer la paz con Israel a cambio del Sinaí. Golda trató la propuesta con desdén y le dijo a Nixon que los egipcios no tenían ninguna posibilidad contra Israel y que, por lo tanto, no se atreverían a atacar.

(Encuentro eso especialmente llamativo ya que al mismo tiempo yo le dije a la Knesset que los egipcios comenzarían una guerra aunque no tuvieran ninguna oportunidad de ganar. Había llegado a esta conclusión después de reunirme con un número importante de egipcios que  me convencieron por completo de que Egipto no podía tolerar el status quo en el que se había congelado la ocupación israelí de una parte de sus tierras. Me dijeron que Egipto estaba dispuesto a pagar un alto precio sólo para descongelar la situación y hacer avanzar las cosas.)

Golda no entendía eso. Era una mujer dura pero primitiva, insensible a los sentimientos de los demás, y ni pensaba devolver territorios por la paz. En los palestinos ni gastaba muchos pensamientos («¡No existe tal cosa como un pueblo palestino!»), Moshe Dayan sentó las bases para una ocupación eterna. A mediados de 1973, los dos miraban a su alrededor y no veían ni una sola nube, ni la más mínima, en el horizonte.

Dayan sentó las bases para una ocupación eterna y en 1973 Israel no veía impedimentos

Aluf Ben ve similitudes entre la reunión Golda-Nixon y las conversaciones Netanyahu-Obama. Estoy de acuerdo.

Hoy estamos en una situación muy similar. Aquí estamos navegando de nuevo en una nave de locos alegre y jovial.

Nunca nos habíamos visto en una mejor. Nuestra situación económica es espléndida como también nuestra situación de seguridad y también nuestra situación política.

La crisis económica mundial no nos ha afectado. En varias zonas, nuestras exportaciones están en auge. Hace nada se nos ha dicho que nuestro comercio con India está a punto de ampliarse enormemente y que con China también lo estamos haciendo muy bien. Las encuestas muestran que la mayoría de los israelíes están satisfechos con su situación económica personal y auguran un futuro aun más prometedor. Eso es muy diferente de lo que sienten los ciudadanos de Estados Unidos y Europa. Una persona cuya situación económica es buena no anhela el cambio y no hace una revolución.

En lo que a seguridad se refiere, nuestra situación nunca ha sido mejor, los ataques suicidas han cesado por completo. Los servicios de seguridad palestinos están cooperando para prevenir ataques contra nosotros. La frontera norte está prácticamente tranquila. Los incidentes ocasionales en la frontera de Gaza no son preocupantes. Estamos trabajando duro para levantar al mundo contra los peligros de una bomba nuclear iraní, pero los israelíes no están muy preocupados. Saben que incluso si los iraníes tuvieran una bomba, no se atreverían a usarla, porque Israel puede borrar todas las ciudades iraníes y sus bellos monumentos históricos de la faz de la tierra.

En el plano político, el cielo es el límite para nuestros logros. En varias rondas hemos puesto a Barack Obama contra las cuerdas. El frenético correteo de Hillary Clinton y George Mitchell es simplemente patético. La construcción de asentamientos, que en realidad no ha parado ni un momento, está cobrando  aún más impulso con la ayuda de miles de trabajadores palestinos que no tienen otros medios de subsistencia.

Intentamos alzar al mundo contra una bomba nuclear iraní

El gobierno israelí controla Washington DC con más firmeza que nunca. El nuevo Congreso es aún más leal a Israel que el anterior, si eso es posible. Justo ahora, la cámara saliente ha aprobado por unanimidad una resolución oponiéndose a la declaración de un estado palestino. Tras su estrepitosa derrota en las elecciones de mitad de período, Obama debe empezar a pensar en las elecciones presidenciales de dentro de dos años. Es difícil imaginar que en estos dos años se atreva a provocar al poderoso lobby de Israel que ahora puede contar no sólo con las organizaciones judías y los millones de cristianos evangélicos sino también con la gente del Tea Party (muchos de los cuales son antisemitas como Nixon, como se revela en las cintas: despreciaba a los judíos y admiraba a los israelíes).

Obama puede decir lo que quiera: en una auténtica prueba tendrá que vetar cualquier resolución del Consejo de Seguridad que sea desagradable para el gobierno israelí. No tendrá más remedio. Y también le proporcionará a Israel todos los aviones que quiera y más.

Los que se habían hecho ilusiones sobre Netanyahu, tanto israelíes como otros, parecen haberse calmado por ahora. Él no quiere la paz, ni un «proceso de paz», ni siquiera un movimiento hacia la paz.

Para Netanyahu, paz es una palabra obscena. Y no sólo porque tenga una coalición de extrema derecha, llena de racistas y ultra nacionalistas, que son felices siendo anfitriones de fascistas de todo el mundo. Y no sólo por miedo a los colonos, cuya influencia política crece por días. Sino también porque el propio Netanyahu no quiere figurar en los libros de historia como el hombre que cedió parte de la patria judía para entregarla a los árabes.

Salvando las distancias, Netanyahu y Golda Meir se parecen mucho. Es cierto que no hay un segundo Moshe Dayan; Ehud Barak parece un pedazo de madera en comparación con su predecesor tuerto de desbordante carisma. A Avigdor Lieberman le haría muy feliz llenar su vacío… si pudiera.

Todo va bien, no hay nada de lo que preocuparse. Esta vez, la euforia no está produciendo una cosecha de álbumes de victoria y canciones de gloria sino una avalancha de leyes racistas de las que el apartheid de Sudáfrica se habría sentido celoso y de declaraciones de rabinos que se jactan de conservar nuestra «pureza racial» (y no es necesario mencionar el lugar de donde viene esa idea).

Esta euforia lleva a acciones cuyo único objetivo, parece, es provocar y humillar. Un ejemplo notable: esta semana se supo que Israel está a punto de ampliar el hotel «Seven Arches», en la cima del Monte de los Olivos, en Jerusalén Este (hotel que pertenece a la familia real de Jordania y fue expropiado por la Custodia de la Propiedad Enemiga). Eso es como  el niño que estampa una valiosa vasija contra el suelo y grita: «¡Ja, ja, ja! ¿Qué vas a hacerme?»

Netanyahu no quiere la paz, ni un movimiento hacia la paz

«La nave de los locos 1» se hundió en Yom Kipur. 2600 jóvenes israelíes, la flor de una generación, se ahogaron con ella. Los «inútiles» egipcios cruzaron el Canal de Suez y la gloriosa línea Bar-Lev, orgullo del ejército israelí, se derrumbó. Se puede determinar el minuto exacto en que la euforia murió: en directo en televisión vimos a docenas de soldados israelíes con los ojos rojos en cuclillas en el suelo, asustados y humillados, mientras los bigotudos soldados sirios los fulminaban con la mirada. Fin del místico superhombre israelí.

«La nave de los locos 2» también se irá a pique. No podemos prever cómo. ¿Será una guerra que devastará nuestras ciudades y pueblos? ¿Será una revolución islámica en los países árabes? ¿Cambiará radicalmente la voluntad política mundial?

Hay una diferencia importante entre la nave 1 y la nave 2: entonces el mundo entero nos amaba, ahora muchos nos detestan en todo el mundo. El manifiesto de los 26 estadistas europeos más antiguos e importantes, que exigen que sus sucesores cambien la política europea hacia Israel, es un muy mal augurio. Cuando llegue la inevitable crisis, la opinión pública mundial ya no estará de nuestro lado. Estará de lado de los palestinos.

Alguien escribió esta semana que el apoyo de Estados Unidos a Israel es un caso de «suicidio asistido». En Israel, el suicidio asistido es un delito. El suicidio en sí, sin embargo, está permitido por nuestras leyes.

Aquellos a quienes quieren destruir los dioses, primero se vuelven locos. Esperemos que recuperemos el sentido común antes de que sea demasiado tarde.