Opinión

No, no podemos

Uri Avnery
Uri Avnery
· 9 minutos

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Un embajador es un hombre honrado enviado al extranjero para mentir por el bien de su país, escribió un famoso hombre de estado británico hace unos 400 años. Esto es cierto, por supuesto, para todos los diplomáticos.

La pregunta es si el diplomático miente a los otros o también a sí mismo.

Yo me lo pregunto estos días cuando sigo el duro esfuerzo de John Kerry, el nuevo secretario de estado estadounidense, para relanzar el “proceso de paz” árabe-israelí.

Kerry parece un hombre honrado. Un hombre serio. Un hombre paciente. Pero ¿realmente cree que sus esfuerzos lo llevarán a alguna parte?

Es cierto que esta semana Kerry logró un éxito notable.

Kerry parece un hombre honrado y paciente, pero ¿cree que sus esfuerzos llevan a alguna parte?

Una delegación de ministros de Exteriores árabes, incluyendo al palestino, se reunió con él en Washington. Estaba encabezada por el primer ministro de Qatar – un familiar del emir, por supuesto – cuyo país está adoptando una posición cada vez más prominente en el mundo árabe.

En la reunión, los ministros hicieron hincapié en que la Iniciativa de Paz Árabe es aún válida.

Esta iniciativa, creada hace diez años por el entonces príncipe heredero saudí (y actual rey) Abdulá, fue respaldada por toda la Liga Árabe en la cumbre de marzo de 2002 en Beirut. Yasser Arafat no pudo asistir porque el primer ministro Ariel Sharon había anunciado que si dejaba el país, no se le permitiría volver. Pero Arafat aceptó oficialmente la iniciativa.

Se recordará que poco después de la guerra de 1967, la cumbre árabe de Jartum promulgó los tres noes: no a la paz con Israel, no al reconocimiento de Israel, no a las negociaciones con Israel. La nueva iniciativa era una inversión absoluta de esa resolución nacida de la humillación y la desesperación.

La iniciativa saudí fue reafirmada unánimemente en la cumbre de 2007 en Riad. Asistieron todos los gobernantes árabes, incluido Mahmud Abbas de Palestina que votó a favor, y exceptuando tan solo a Muammar Gaddafi de Libia.

La iniciativa dice inequívocamente que todos los países árabes anunciarían el fin del conflicto árabe-israelí, firmarían tratados de paz y entablarían relaciones normales con Israel. A cambio, Israel se retiraría a la frontera del 4 de junio de 1967 (la Línea Verde). Se establecería el Estado de Palestina con capital en Jerusalén Este. Se resolvería el problema de los refugiados mediante acuerdo (es decir, un acuerdo con Israel).

Tal y como escribí en su momento, si alguien nos hubiera dicho en mayo de 1967 que el mundo árabe podría hacer una oferta así, se le habría encerrado en un centro para enfermos mentales. Pero aquellos de entre nosotros que hemos abogado por la aceptación de la iniciativa árabe hemos sido catalogados de traidores.

 Es fácil hacer cundir el pánico con la pesadilla de millones de refugiados “inundando” Israel

En la conferencia con los ministros árabes esta semana, John Kerry logró empujarlos al siguiente paso. Accedieron a añadir que la Línea Verde de 1967 puede ser modificada por intercambios de territorios. Esto significa que los grandes asentamientos a lo largo de la frontera, donde reside la gran mayoría de los colonos, se anexionarían a Israel a cambio de tierra israelí de menor valor.

Cuando se dio a conocer por primera vez la iniciativa, el gobierno israelí buscó desesperadamente una escapatoria.

La primera excusa que les vino a la mente – como siempre – fue el problema de los refugiados. Es fácil hacer cundir el pánico en Israel con la pesadilla de millones de refugiados “inundando” el país, poniendo fin al carácter judaico del Estado judío.

Sharon, el primer ministro de entonces, ignoró adrede la cláusula crucial que los saudíes habían insertado en su plan: que tenía que haber una solución “acordada”. Esto claramente significa que se concedía a Israel el derecho a vetar cualquier solución. En la práctica, esto equivaldría a la vuelta de un número simbólico, o de ninguno.

¿Por qué la iniciativa menciona a los refugiados? Bueno, ningún árabe podría publicar un plan de paz que no los mencionara. Aun así, los libaneses se opusieron a la cláusula porque significaría dejar a los refugiados en Líbano.

Pero los refugiados siempre se usan como espantajo para asustar a la población. Antes y ahora.

Un día antes de que se enviara la iniciativa saudí original a la cumbre de Beirut, el 27 de marzo de 2002, ocurrió algo terrible: terroristas de Hamás llevaron a cabo una masacre en Netanya, con cuarenta muertos y cientos de heridos. Fue en la víspera de la pascua judía, una festividad alegre.

El público israelí estaba airado. Sharon inmediatamente respondió que en esas circunstancias no se consideraría la iniciativa de paz árabe. No importa que la atrocidad fuera un acto de Hamás con la intención expresa de sabotear la iniciativa saudí y minar la figura de Arafat, quien la apoyaba. Sharon culpó falsamente a Arafat de la sangrienta acción y así quedó todo.

El mismo día en que se publicó la nueva iniciativa árabe, un joven palestino mató a un colono

Curiosamente – o tal vez no – esta semana pasó algo similar. El mismo día en que se publicó la iniciativa árabe actualizada, un joven palestino mató a un colono con un cuchillo en un punto de control – el primer muerto judío en Cisjordania desde hace más de un año y medio.

La víctima, Evyatar Borowsky, de 31 años, era padre de cinco niños – normal para un hombre ortodoxo. Era residente del asentamiento Yitzhar cerca de Nablus, quizás el asentamiento antiárabe más extremo de toda Cisjordania. Parecía el colono ideológico auténtico: rubio, con barba, con pinta de europeo del este, con largos payots (mechones a los lados) y una gran kipá de color. El responsable venía de la ciudad palestina de Tulkarem. Recibió disparos y fue gravemente herido. Ahora se encuentra en un hospital israelí.

Antes del incidente, Netanyahu había estado trabajando duramente para redactar una declaración que rechazara la iniciativa de paz sin insultar a los americanos. Tras esta muerte, decidió que no era necesario. El terrorista había hecho su trabajo. (Un antiguo refrán judío dice: “El trabajo del honrado lo hacen los demás”).

La ministra de Justicia Tzipi Livni, que está a cargo de las negociaciones (inexistentes) con los palestinos, y el presidente Shimon Peres apoyaron las declaraciones árabes. Pero la influencia de Livni en el gobierno es prácticamente ninguna y Peres es un hazmerreír en Israel.

Si el secretario de estado estadounidense realmente cree que pude empujar a nuestro gobierno lenta y gradualmente hacia una negociación “significativa” con los palestinos, se está engañando a sí mismo. Si no lo cree, está intentando engañar a otros.

Yitzhak Shamir dejó dicho que estaba feliz de negociar para siempre

No ha habido negociaciones reales con los palestinos desde que Ehud Barak volvió de la conferencia de Camp David en 2000, ondeando el eslogan “no tenemos compañero para la paz”. Así destruyó el movimiento palestino por la paz y trajo a Ariel Sharon al poder.

Antes de eso, tampoco había verdaderas negociaciones. Yitzhak Shamir anunció que estaba feliz de negociar para siempre. (Shamir, por cierto, declaró que era una virtud “mentir por la patria”.) Se escribieron documentos que cogieron polvo, se fotografiaron conferencias que se olvidaron, se firmaron acuerdos que no cambiaron nada. Nada se movió. Nada, aparte de la actividad de los asentamientos, es decir.

¿Por qué? ¿Cómo podría alguien alimentar la creencia de que a partir de ahora todo sería diferente?

Kerry sacará algunas palabras más a los árabes. Algunas promesas más de Netanyahu. Incluso puede que haya una apertura festiva de una nueva ronda de negociaciones, una gran victoria para el presidente Obama y para Kerry.

Pero nada cambiará. Las negociaciones simplemente se alargarán. Continuamente.

Por la misma razón que no ha habido movimiento en el pasado, no habrá movimiento en el futuro – a menos que…

A menos que Obama coja el toro por los cuernos, para lo cual parece que está extremadamente poco dispuesto.

Los cuernos del toro son los cuernos del dilema sobre el que Israel está sentado.

Nos enfrentamos a la elección histórica: ¿Gran Israel o Paz?

La paz, cualquier paz imaginable, la mismísima base de la iniciativa árabe, significa la retirada de Israel de los territorios palestinos ocupados y el establecimiento del Estado de Palestina en Cisjordania y la Franja de Gaza, con capital en el Jerusalén Este. Sin dudas, sin peros, sin quizás.

Lo contrario a la paz es el dominio israelí sobre toda la tierra entre el mar Mediterráneo y el río Jordán, de una u otra manera. (Últimamente, algunos pacifistas israelíes desesperados se han adherido a esto, en la absurda esperanza de que en este Gran Israel, el país otorgaría igualdad a los árabes.)

Si el presidente Obama tiene la voluntad y el poder de obligar al gobierno de Israel a tomar esta decisión histórica y elegir la paz, cualquiera que sea el precio que el presidente tenga que pagar, entonces debería proceder.

Si esta voluntad y este poder no existen, todo el enorme esfuerzo por la paz es un ejercicio de engaño, y los hombres honrados no deberían consentirlo.

Deberían enfrentarse honradamente a los dos bandos y al mundo y decirles:

No, no podemos.