El poder de una canción
Uri Avnery
Un amigo que vive en el extranjero me ha enviado una canción. Es una canción árabe, con una dulce melodía árabe, cantada por un coro de chicas árabes acompañadas por una flauta.
Dice así:
Ahed
Tú eres la promesa, tú eres la gloria.
Alta como un olivo.
Desde la cuna al presente
has defendido tu honor.
Palestina está plantada en nosotros.
Es un puerto para todos los barcos.
Nosotros la tierra, tú el agua.
Tu cabello es rubio.
Eres pura como Jerusalén.
Enseñas a nuestra generación que los olvidados deben rebelarse
¿Creen que los palestinos les tememos por vestir armaduras y portar armas?
Palestina está plantada en nosotros
Es un puerto para todos los barcos
Nuestra nación debe mantenerse unida por la libertad de Palestina y la liberación de los prisioneros.
Tus ojos azules son el faro
de un país que alberga a todas las religiones.
Has unido a los de aquí y a los de allá,
Has encendido una chispa en nuestros corazones
Tu alta frente nos da ánimos
Llenas de luz la oscuridad.
A pesar de lo suave de tus manos
Tus manos sacuden el mundo.
Tus manos devuelven la bofetada al invasor
Y devuelven la confianza a la nación.
Palestina está plantada en nosotros.
Es un Puerto para todos los barcos.
Nosotros la tierra, tú el agua.
Si yo fuera de los que están a favor de la ocupación, esta canción me asustaría, y mucho.
Y es que las canciones tienen mucho más poder que las armas. Un fusil se oxida, pero una canción es eterna.
En los albores del ejército israelí, en nuestra cantina había un slogan que decía: “¡Un ejército que canta es un ejército victorioso!”.
Soy consciente del poder de una canción. Especialmente si trata del heroísmo de una niña
La actual generación palestina ha optado por bajar la cabeza y esperar a que pase la tormenta. Puede que la generación que viene se comporte de manera completamente distinta.
La víspera de mi décimoquinto cumpleaños, me uní a un grupo clandestino (o “terrorista”) que luchaba contra el régimen colonial británico. Casi ochenta años después, aún recuerdo palabra por palabra la mayoría las canciones de aquella época. Canciones como “Somos soldados desconocidos sin uniforme…” y muchas otras. Con el tiempo acabé escribiendo un himno para mi compañía.
Yo no soy poeta. Ni mucho menos. Pero a lo largo de mi vida sí que he escrito alguna que otra canción, como por ejemplo “Los zorros de Sansón”, el himno de mi unidad de élite en el ejército israelí. Por eso soy consciente del poder de una canción. Especialmente una canción que trata del heroísmo de una niña de dieciséis años.
En el mismo momento en que vi las imágenes de Ahed Tamimi abofeteando a un capitán del ejército israelí supe que estaba siendo testigo de algo importantísimo.
Cuando yo militaba en el movimiento clandestino antibritánico, trabajaba para un abogado británico
Todo el mundo conoce la famosa frase del político británico Lord Auston: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Yo añadiría: “La ocupación de un pueblo te convierte en idiota y las ocupaciones largas te convierten en un completo idiota”.
Durante mi juventud, al mismo tiempo que militaba en las filas del movimiento clandestino antibritánico, trabajaba en el despacho de un abogado británico, muchos de cuyos clientes eran funcionarios de la administración británica. A menudo me preguntaba cómo era posible que personas tan inteligentes se comportaran de manera tan estúpida. Era gente agradable que trataba educadamente incluso a un empleado de baja categoría como yo. No lo podían remediar: la ocupación fuerza al ocupante a comportarse como un imbécil.
El motivo es el siguiente: para mantener un régimen de ocupación durante un tiempo prolongado, el ocupante está obligado a creer en la superioridad de su raza y en la inferioridad de los ocupados, a los que considera criaturas primitivas. De lo contrario, ¿qué le daría derecho a someter a otro pueblo? Esto es exactamente lo que nos sucede hoy en día a los israelíes.
En cuanto vi en la pantalla aquellos bofetones supe que estaba siendo testigo de un momento crucial. El pueblo palestino tiene ahora una heroína nacional. La juventud palestina cuenta con un modelo a imitar.
El público israelí se ha acostumbrado a la ocupación. Creen que es una situación normal, que puede durar eternamente. Pero la ocupación no es una situación natural y algún día llegará a su fin.
Diez mil británicos gobernaron a millones de indios hasta que un tipo esquelético llamado Gandhi empezó a fabricar sal a orillas del Océano Índico, lo cual estaba prohibido. La juventud india se rebeló y el gobierno británico cayó como las hojas del otoño.
Si fuéramos ocupantes inteligentes, lo cual es un oxímoron, Ahed Tamimi estaría en su casa
La misma imbecilidad se ha adueñado de los responsables de la ocupación encargados del caso Ahed Tamimi. Oficiales del ejército. Fiscales. Jueces militares.
Si fuéramos ocupantes inteligentes, lo cual es un oxímoron, hace tiempo que Ahed Tamimi estaría en su casa. Deberíamos haberla expulsado de la prisión a la fuerza. Pero aún la tenemos encerrada. A ella y a su madre.
Es cierto que hace unos días el ejército se dio cuenta de su propia estupidez. Con ayuda del fiel abogado (judío) de Ahed, Gaby Lasky, se consiguió llegar a un acuerdo. Se retiraron varios de los cargos y al final se condenó a la joven a “tan solo” ocho meses de prisión.
Dentro de tres meses será puesta en libertad. Pero ya es demasiado tarde: el rostro de Ahed ha quedado grabado en la mente de toda la juventud palestina. Ahed, la joven de rubios cabellos, de ojos azules que brillan como un faro. Ahed la santa. Ahed la salvadora.
La Juana de Arco palestina. El símbolo nacional.
El episodio de Ahed Tamimi ha tenido lugar en Cisjordania, pero el eco ha llegado hasta la Franja de Gaza.
Para la mayoría de los israelíes la Franja de Gaza no es territorio ocupado. Es distinto. No es asunto nuestro.
La situación en la Franja de Gaza es aún peor que la ocupación: está completamente rodeada
Sin embargo, la situación en la Franja de Gaza es aún peor que la ocupación pura y dura. El lugar está completamente rodeado. Limita al norte y al este con Israel y al oeste con el mar, donde la marina israelí dispara a todo lo que se mueva excepto a los barcos pesqueros que se mantengan cerca de la costa. El sur pertenece a Egipto, que colabora con los israelíes y se comporta aún peor que ellos.
Gaza es lo más parecido al infierno que existe. Los alimentos están a nivel de subsistencia, solo hay dos horas diarias de electricidad, el agua está contaminada. No hay apenas trabajo. Solo se permite la salida a los enfermos de extrema gravedad.
¿Por qué? El responsable es el demonio que azota al gobierno israelí: el demonio de la demografía.
En la Palestina histórica, es decir la tierra entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, viven actualmente 13 millones de personas, divididos casi a partes iguales entre judíos y árabes. Los árabes son ligeramente más numerosos. Las cifras son difíciles de precisar. En Cisjordania viven unos tres millones de árabes, dos millones en Gaza y además hay un millón y medio de ciudadanos árabes israelíes. La tasa de natalidad árabe es superior a la israelí.
Estas cifras les quitan el sueño a muchos funcionarios israelíes y sobre todo a los políticos. Andan a la búsqueda de formas de darle la vuelta a la situación. Durante algún tiempo creyeron que si la situación en Gaza se volvía insoportable, los gazatíes acabarían emigrando. Pero esto no ha sucedido. Los palestinos han resultado ser muy tenaces.
Después se impuso una nueva moda: ignoremos a esos cabrones. En palabras de cierto político israelí, imaginémonos que a la Franja de Gaza se la ha tragado el mar. Adiós Gaza. Dos millones de palestinos menos.
Pero Gaza sigue ahí. Gobernada por el Partido Islámico Hamás. En Cisjordania gobierna la OLP de Abu Mazen. Entre ambos partidos reina una terrible enemistad. Este tipo de rupturas han ocurrido en todos los movimientos de liberación de la historia. En el caso israelí, tuvo lugar entre la Haganah (“Defensa” en hebreo”), que pertenecía a la rama sionista oficial, y el Irgún (“Organización”, abreviatura de Organización Militar Nacional). Tiempo después el Irgún se escindiría a su vez y daría lugar a una facción aún más radical, Lehi (“Luchadores por la libertad de Israel”, llamada Banda Stern por los británicos). Todos se odiaban entre sí.
Los israelíes no saben qué hacer con la resistencia pasiva. Disparan para convertirla en violenta
Sin embargo, la población de a pie no se anda con tantas diferenciaciones. Para ellos, todos son palestinos. Ahed es la heroína de todos. Quizá los sucesos de la semana pasada hayan tenido que ver con su rol de modelo.
La Franja de Gaza ha estado tranquila durante algún tiempo. Incluso se había establecido una especie de cohabitación entre el gobierno de Hamás y el de Israel. Los israelíes se daban palmaditas en los hombros por su astucia. Y entonces se desató todo.
De pronto, como salida de la nada, la población de Gaza se rebela. Hamas organiza una concentración el viernes cerca de la frontera. Todos desarmados. El plan es llevar a cabo una campaña prolongada de resistencia pasiva
Cuando me preguntaron qué creía que iba a pasar, contesté que el ejército israelí dispararía a matar. El motivo es muy sencillo: los israelíes no saben qué hacer con la resistencia pasiva. Disparan con la intención de convertirla en resistencia violenta. Con eso sí que saben qué hacer: responder con más violencia aún.
Y eso es exactamente lo que sucedió el viernes pasado, primer día de la campaña: los francotiradores estaban apostados a lo largo de la frontera y tenían órdenes de disparar a los “cabecillas”, es decir a cualquiera que se destacara. Mataron a dieciocho manifestantes desarmados, y casi mil quedaron heridos por bala.
Se ha puesto de manifiesto el control que el gobierno israelí ejerce sobre la clase política mundial
Si alguien creía que el mundo democrático reaccionaría condenando a Israel, estaba en un tremendo error. Las reacciones han sido, cuanto menos, tibias. Se ha puesto de manifiesto el increíble control que el gobierno israelí y su organización sionista ejerce sobre la clase política mundial y sobre los medios de comunicación. Salvo algunas excepciones, las terribles noticias no se publicaron, o se trataron como asuntos de poca relevancia.
Esta situación no puede durar. Las protestas en Gaza continuarán, sobre todo los viernes, día sagrado de los musulmanes, hasta el quince de mayo, Día de la Nakba (“catástrofe” en árabe), que conmemora la huida/expulsión masiva de la mitad de la población palestina de sus hogares. Las banderas palestinas coparán las pantallas de todo el planeta.
Y Ahed seguirá en prisión
Nota del Traductor. Las canciones mencionadas en el artículo pueden escucharse en los siguientes enlaces:
Ahed
Soldados desconocidos
Los zorros de Samsón
© Uri Avnery | Publicado en Gush Shalom | 7 Abril 2017 | Traducción del inglés: Jacinto Pariente
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