Un saco de gatos
Uri Avnery
Es un espectáculo bastante indignante.
La derecha israelí ha ganado las elecciones con una victoria aplastante, (aunque si uno se fija, la victoria no ha sido tan aplastante). De hecho, no ha habido ninguna victoria en absoluto. La aplastante victoria del Likud sólo se ha logrado a costa de los otros partidos de derecha.)
El bloque derechista no ha avanzado nada en absoluto. Para formar una coalición mayoritaria necesitan al partido de Moshe Kahlon, cuyos votantes son más de izquierda que de derecha. Kahlon podría haber sido persuadido fácilmente para unirse a una coalición de izquierda, si el líder del Partido Laborista, Isaac Herzog, hubiera sido una personalidad más decidida.
Sea como fuere, Binyamin Netanyahu está ahora ocupado tratando de construir su gobierno.
Y ahí es donde viene lo indignante.
Hay una lucha de todos contra todos, sin reglas ni límites.
Todo el mundo quiere ser ministro. Todos los del Likud y los demás posibles partidos de la coalición
Todo el mundo quiere ser ministro. Todos los del Likud y los demás posibles partidos de la coalición; vamos, que hay políticos a porrillo.
Y no cualquier ministro, ojo, que no todos los Ministerios son iguales. Algunos tienen más prestigio que otro. No es lo mismo el Ministerio de Hacienda (que ya se le ha prometido a Kahlon) que el Ministerio de Medio Ambiente, que nadie lo quiere. Ni el Ministerio de Educación, con todos los empleados que tiene (profesores y demás) o el Ministerio de Salud (con la de médicos y enfermeras que hay) o el Ministerio de Deportes, que apenas tiene empleados.
Hay varias clases de Ministerios. Y en el top 3 están el de Defensa, Hacienda y Asuntos Exteriores. El de Defensa es muy respetado normalmente («Nuestros valientes soldados») ya que obtiene una enorme proporción del presupuesto estatal. Todos, y hasta sus esposas (como se dice en la jerga hebrea), quieren ser ministros de Defensa.
Por el contrario, los funcionarios de Defensa desprecian el puesto de funcionario de Asuntos Exteriores, al igual que todo el país. Las pajitas de los cócteles no son realmente para un hombre hecho y derecho (ni para una mujer hecha y derecha). Sin embargo, el cargo de ministro o ministra de Asuntos Exteriores es muy codiciado: se pasa todo el tiempo viajando, representando al Estado y haciéndose fotos con los grandes del mundo. Y por si fuera poco, un ministro de Asuntos Exteriores no puede fracasar. Si las relaciones exteriores van mal, nadie acusa al ministro de Asuntos Exteriores. Si se llega a culpar a alguien, es al primer ministro.
El problema es que según la ley israelí, el gobierno no puede constar de más de 18 ministerios
Al día siguiente de las elecciones, cuando el polvo de la batalla se va despejando, decenas de políticos le echaban el ojo a los pocos ministerios.
Cada uno de los principales candidatos de los posibles partidos de la coalición comienzan a echar miradas de anhelo a las sillas que todavía están vacías. ¿Me tocará uno de los tres grandes? Si no, ¿uno de los del medio? O, ¿uno de los menores? O por lo menos ¿viceministro? Se les hace la boca agua.
El problema está en que la ley israelí estipula que el gobierno no puede constar de más de 18 ministerios. Vamos, que no puede haber «ministros sin cartera». El número de viceministros también está seriamente restringido.
A ver ¿quién fue el que aprobó una ley tan tonta? Creo que fue Yair Lapid, que en un momento de arrogancia, hizo que se aprobara esta ley. Que, desde luego, tiene mucho éxito, ya que se ahorra dinero. Cada ministro, incluso sin una cartera, tiene derecho a un mínimo de personal, una oficina, un coche y un chófer. Ahora bien, si lo comparamos con el precio de un sólo avión de combate, eso no es nada. Pero para la gente en general, eso es un despilfarro. Así que por esta razón tenemos esta ley.
Si no, ¿cómo encajas tú a 40 políticos que aspiran a 18 ministerios? Sencillamente, no se puede. O se cambia la ley, como muchos exigen, o le das la espalda a un montón de políticos muy enfadados, eso sí, bajo tu propia responsabilidad.
Siempre se puede consolar a algunos de ellos con trabajos menores, como presidente o presidenta de un comité de la Knesset, o embajador. Aunque no es lo mismo, claro.
Todo esto es muy humano, demasiado humano. Claro que los políticos son seres humanos, al menos, la mayoría de ellos.
Entonces ¿por qué me resulta esto tan indignante?
¿Por qué un Ministerio tiene que asignarse al o a la idiota de turno que no tiene ni idea del asunto?
Quizás debería explicarme.
En la época medieval cuando un ejército, formado principalmente por mercenarios, conquistaba una ciudad, la saqueaba. Mataban a los burgueses, violaban a las mujeres, pero sobre todo, se quedaban con las pertenencias que robaban. Eso, en una sociedad democrática y moderna, no deberían hacerlo los políticos con el país que los eligió.
Un ministerio no es un botín. Es cierto que en Estados Unidos había un dicho según el que «el botín es para el vencedor», y se esperaba que el partido ganador distribuyera todos los puestos del gobierno del país entre sus secuaces. Pero eso fue hace ya mucho tiempo, en el siglo pasado.
Un ministro o una ministra se ocupa de una parte en concreto de la actividad gubernamental. Toma decisiones importantes que afectan a la vida de los ciudadanos. Por eso, la gente tiene derecho a suponer que todas las oficinas y servicios del gobierno serán dirigidos de la mejor manera posible, y por parte de las personas más cualificadas posibles.
A ver ¿por qué un Ministerio – por ejemplo el de Medio Ambiente –tiene que asignarse al o a la idiota de turno, que no tiene ni idea en absoluto del asunto que se le ha encomendado? O peor aún, ¿por qué se le tiene que dar el puesto a un político que actúa en su propio beneficio, al que no le importa un comino la responsabilidad que tiene y que sólo desea pasar el tiempo sin ningún contratiempo, hasta que le caiga en las manos algún ministerio mejor?
En 1999, Barak nombró a todas las personas equivocadas y a todos le dio los puestos de ministro equivocados
El medio ambiente es un asunto muy importante que afecta a la vida de la ciudadanía. Ahora mismo Israel está alborotada por la sospecha de que muchas de las grandes fábricas de productos químicos ubicadas en la hermosa zona de la bahía de Haifa son responsables de los muchos casos de cáncer entre los niños de la localidad. ¿Y el ministro? Yo no sé ni quién es.
Recuerdo un ejemplo muy evidente.
En 1999, Ehud Barak, entonces líder del Partido Laborista, obtuvo una victoria electoral contundente sobre Binyamin Netanyahu. Cuando publicó su lista de ministros, se oyó un grito ahogado.
Aquello parecía algo sádico: Barak había nombrado a todas las personas equivocadas y a todos le dio los puestos de ministro equivocados. El amable profesor de historia Shlomo Ben-Ami fue nombrado ministro de Policía, donde fracasó por completo. Yossi Beilin, quien se considera a sí mismo un hombre de Estado importante, se le asignó el Ministerio de Justicia. Y así, suma y sigue.
Puede que ahora esté ocurriendo algo parecido. «Bogie» Ya’alon, del Likud, mayormente considerado como un «bock» (del alemán bock, macho cabrío) permanecerá en el cargo. Ningún partido gobernante ha soltado nunca el Ministerio de Defensa.
La elección de Kahlon como ministro de Hacienda puede ser buena, pero se le ha impuesto a Netanyahu, ya que sin Kahlon no tendría ningún gobierno.
Parece que Avigdor Lieberman tiene un kushan respecto al Ministerio de Asuntos Exteriores (un kushan era un certificado de propiedad en los viejos tiempos del Imperio Otomano.) Pese a que Lieberman fue derrotado por los votantes en las elecciones (su partido perdió la mayoría de sus escaños), Netanyahu insiste en que se quede en su puesto de trabajo, aunque que lo hizo fatal. Muchos ministros de Exteriores de todo el mundo se negaron a reunirse con él, considerándolo casi un fascista. Estaba orgulloso de su amistad con Vladimir Putin, pero justo ahora Rusia ha prometido entregar sus insuperables misiles de defensa aérea a Irán, poniendo fin a los sueños de Netanyahu de bombardear las instalaciones nucleares de Irán.
Esto no deja nada para Naftali Bennett, «aliado natural» de extrema derecha de Netanyahu. En este momento los constructores de la coalición están ocupados ampliando el Ministerio de Economía para consolarlo. Hay que juntar varias funciones, tenga o no tenga sentido hacerlo.
Un político debe ser capaz de escuchar durante años los vacíos e interminables discursos
¿Y qué pasa con el bien común? ¿con el gobierno eficiente? Bueno…
La raíz del malestar es la combinación de dos disposiciones muy diferentes en nuestro sistema democrático, y no sólo en el nuestro.
Bajo este sistema, los políticos se convierten en ministros, algo que parece muy natural, pero que en realidad, no lo es.
Se supone que los políticos son administradores altamente motivados, altamente inteligentes y de gran talento, pero en realidad, no lo son.
Contrariamente a la opinión generalizada, la política es una profesión. Se dice que es una profesión para los que no tienen talento. Pero eso no es del todo cierto. Los políticos necesitan incuestionables talentos, pero estos no tienen nada que ver con lo que se exige para ser jefe de un departamento.
Un político debe ser capaz de escuchar durante años los vacíos e interminables discursos de los partidos que están sólo para beneficiarse sí mismos, participar en reuniones interminables y sin ningún propósito, y ser miembro de los interminables comités. Debe estar dispuesto a adular personas que no soporta, asistir a bodas, bar-mitzvas, funerales y pronunciar discursos que son un aburrimiento.
Y entonces, después de llegar a la cima, de repente se le necesita para ocupar el cargo del Ministerio de Salud, sin tener ninguna cualificación para esto en absoluto. Y ese es el quid del asunto.
En Israel se combina lo peor de todos los sistemas. Todos los ministros están para beneficiarse ellos
En Reino Unido, hay una solución para eso, y es que el Ministerio está realmente a cargo de los funcionarios. El ministro, a menudo un objeto de silenciosas burlas, sólo está a cargo de buscar presupuestos. Como se ve en la divertidísima serie de TV de la BBC «Sí, Ministro».
Un sistema muy diferente es el que prevalece en EE.UU. La gente elige a un presidente, y él (hasta ahora todos han sido hombres) por su cuenta nombra a los ministros que con frecuencia no son ni políticos. Así puede nombrar a expertos con demostradas habilidades.
En Israel se combina lo peor de todos los sistemas. Todos los ministros están para beneficiarse a ellos mismos. Traen consigo a sus secuaces, con los que tripulan los principales ministerios.
Uno de los resultados de este sistema es que los diferentes ministerios pertenecen a diferentes partidos. Esto hace que la planificación conjunta sea casi imposible, aparte del hecho de que los israelíes en general no son capaces de planear nada. De hecho, nos sentimos muy orgullosos de nuestra «capacidad de improvisación».
Cuando todavía era ministro de Agricultura, Ariel Sharon me dijo una vez: «Cuando quiero hacer algo para lo que necesito sólo mi propio Ministerio, puedo hacerlo. Y cuando quiero hacer algo que necesita la cooperación de varios Ministerios, no puedo.”
Si usted llena un saco con gatos, se le puede acusar de crueldad contra los animales.
¿Pero qué es eso en comparación con llenar 18 Ministerios con políticos?
Publicado en Gush Shalom | 11 Abril 2015 | Traducción del inglés: Emilia Asunción Pardo-Sualís
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