Tres hombres en un coche
Uri Avnery
No quiero escribir sobre el affaire de Yair Netanyahu. Me niego rotundamente. Nada en el mundo podrá obligarme a hacerlo.
Y, sin embargo, ¡maldición!, heme aquí escribiendo sobre Yair. No puedo resistirlo.
Quizá el asunto sea más profundo que un simple cotilleo. Quizá sea algo que no debamos pasar por alto.
El affaire consiste en tres jóvenes que conversan en un coche hace un par de años.
Uno de ellos se llama Yair Netanyahu y es el mayor de los dos hijos de nuestro primer ministro.
“Mi padre le adjudicó al tuyo un contrato de mil millones y tú no me das 400 shekels?”
Le pusieron Yair por el líder de la Banda Stern, cuyo verdadero nombre era Abraham Stern. Aquel Yair original se escindió de la organización clandestina Irgun, fundada en 1940, cuando Gran Bretaña se enfrentaba en solitario a la Alemania nazi. Mientras el Irgun suspendía temporalmente sus acciones contra los británicos, Stern defendía justamente lo contrario: aprovechar el momento para conseguir que los británicos abandonaran Palestina. La policía británica lo mató a tiros.
El Yair actual y sus dos amigotes recorrieron borrachos los locales de striptease de Tel Aviv, denominación eufemística usada frecuentemente para referirse a los burdeles.
Alguien se tomó la molestia de grabar la conversación de los tres jóvenes, hijos del primer ministro y de dos de los magnates más importantes del país.
La grabación ha salido a la luz recientemente. Desde su publicación, casi nadie en Israel habla de otra cosa.
De acuerdo con la grabación, Yair pide 400 shekels (unos 100 euros) a uno de sus acompañantes, Nir Maimon, para visitar a una prostituta. Cuando este se niega, Yair exclama: “Mi padre le adjudicó al tuyo un contrato de mil millones de dólares y tú no me das 400 shekels?”
El contrato en cuestión está relacionado con los importantes yacimientos marítimos de gas de la costa israelí.
En una muestra especialmente repugnante de su absoluto desprecio por el sexo femenino, Yair también se ofrece a proporcionarles a sus amigos los servicios sexuales de su exnovia.
La grabación suscita toda una serie de interrogantes, cada uno más desagradable que el anterior.
En primer lugar: ¿Quién es el autor de la grabación? Aparte de Yair y sus dos amigotes en el coche solo había dos personas más: el conductor y un guardaespaldas.
Esto suscita más preguntas aún. Primero: ¿Por qué este joven de 26 años necesita un guardaespaldas?, y más específicamente ¿por qué lo necesita para una ronda por los locales de striptease?
¿Quién es Yair Netanyahu? ¿Qué hace para ganarse la vida? Muy simple: nada
Yair no ostenta cargo público alguno. Ninguno de los hijos e hijas de los primeros ministros anteriores ha tenido nunca guardaespaldas. ¿Por qué tengo que pagarle un guardaespaldas a este hijo de primer ministro en particular si nada lo amenaza?
Segundo: ¿Qué hay del conductor? Yair viajaba en un coche oficial conducido por un chófer oficial. ¿Por qué? ¿Qué derecho tiene Yair a un coche y a un conductor oficial, y especialmente para semejantes correrías?
El episodio ha despertado el interés público por este hijo del privilegio.
¿Quién es Yair Netanyahu? ¿Qué hace para ganarse la vida? La respuesta a ambas preguntas es muy simple: nada.
No tiene profesión. No tiene trabajo. Vive en la residencia oficial del primer ministro en Jerusalén y come a expensas del estado.
¿Qué hay de su expediente? El único servicio que ha desempeñado es el de soldado en la oficina del portavoz del ejército, un trabajo en el que no hay mucho riesgo de cruzarse con una bala. Para conseguirse un puesto tan cómodo en el ejército hace falta un buen enchufe.
Lectores y lectoras, hagan ustedes memoria y recuerden dónde estaban a los 26 años.
En mi caso, a esa edad ya tenía a mis espaldas varios años de militancia clandestina en el Irgun, llevaba un año entero luchando en una conocida unidad de las fuerzas especiales del ejército, me habían herido en combate y estaba comenzando mi carrera de editor jefe de una beligerante revista de actualidad. Nada de lo que sentirse especialmente orgulloso. Muchos miembros de mi generación tienen un pasado parecido, excepto la dimensión periodística, claro.
Sin embargo, esta parte del affaire se explica por la personalidad del joven en cuestión. ¿Son los padres responsables del carácter de sus hijos?
Como tantos otros políticos, Bibi Netanyahu nunca tuvo tiempo para sus hijos. Es la madre la que carga con la mayor parte de la responsabilidad.
Sarah Netanyahu, conocida como “Sarah’le” (“Sarita”) no le cae bien a casi nadie. Antigua azafata de una línea aérea, “pescó” a Netanyahu en el duty-free de un aeropuerto y se convirtió en su tercera mujer. Es una persona arrogante y pendenciera, eternamente en conflicto con el personal de servicio de la residencia oficial. Algunos de esos conflictos han acabado en los tribunales.
En el fondo no estamos hablando más que de un asunto de familia, solo que suscita profundos interrogantes políticos.
¿Cuál es el entorno social de nuestro primer ministro, funcionario durante casi toda su vida e hijo de un humilde profesor universitario?
Su descendencia se relaciona con los hijos de las personas más ricas del país, que se enriquecen gracias a la ayuda activa del primer ministro. Netanyahu influye en la financiación estatal de grandes proyectos. A día de hoy, la policía está llevando a cabo cuatro investigaciones distintas de los asuntos económicos de Netanyahu.
Casi todos los socios y amigos de Netanyahu se encuentran bajo investigación policial
La práctica totalidad de los socios y amigos personales de Netanyahu también se encuentran actualmente bajo investigación policial. A su amigo más íntimo, primo y abogado, se le investiga por el asunto de la compra de cierto número de submarinos alemanes increíblemente caros. La armada afirma que no necesita tantos.
La vida privada de Netanyahu también se encuentra bajo investigación debido a las cajas de puros habanos de altísimo precio que el primer ministro lleva ya mucho tiempo recibiendo de “amigos” multimillonarios a los que ha hecho ciertos favores. Por su parte, Sarah’le está siendo investigada por el también carísimo champán rosa que otro millonario, al que también pidió que le comprara joyas, le ha estado suministrando de forma habitual a petición suya.
Este ambiente de corrupción pública y privada en los estratos más altos del estado es completamente ajeno a nuestro pasado. Es una novedad, un reflejo de la era Netanyahu.
Este tipo de cosas eran inimaginables en tiempos de David Ben Gurion. Mi revista descubrió que su hijo Amos estaba implicado en algunos asuntos turbios, pero nada ni remotamente parecido a esto.
Cuando Menachem Begin era parlamentario, vivió durante años en el mismo apartamento de dos habitaciones en el que se ocultaba cuando era el terrorista más buscado de toda la Palestina Británica. Golda Meir, Yithzak Rabin y Shimon Peres vivieron siempre modestamente.
Los israelíes de a pie llaman irónicamente a Netanyahu “el rey” e incluso “el emperador”, y a su familia “la familia real”. ¿Por qué?
Una razón es sin duda el factor tiempo. Netanyahu está ya en su cuarto mandato. Es demasiado tiempo.
Como dijo Lord Acton, el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Sustitúyase “absoluto” por “prolongado”.
Al que está en el poder lo rodean continuamente las tentaciones, los aduladores, la prevaricación, etc. Antes o después acaba cediendo a la tentación. Desgraciadamente, así es la naturaleza humana.
El afán de Netanyahu por aferrarse al poder lo lleva a vender nuestros intereses nacionales
Tras el larguísimo mandato de Franklin Delano Roosevelt, un presidente relativamente honrado y eficaz, el pueblo norteamericano tomó una medida extremadamente inteligente: limitar el mandato presidencial a dos legislaturas.
Puedo aplicarme el cuento a mí mismo. Fui parlamentario durante diez años. Al mirar atrás me doy cuenta de que ocho hubieran sido suficientes. Los dos últimos perdí mucho entusiasmo, fui menos combativo.
A diferencia de muchos israelíes, yo no odio a Binyamin Netanyahu. Sencillamente, no me interesa como persona. Sin embargo, sí creo que es un peligro para el futuro de Israel. Su afán por aferrarse al poder lo lleva a vender nuestros intereses nacionales a determinados grupos de presión, no solo a millonarios sino también a la corrupta élite religiosa y a muchos otros.
Por más que quiera, una persona así es incapaz de lograr la paz. La paz exige fortaleza de carácter, capacidad de arriesgarse incluso a perder unas elecciones. Semejante audacia no le cabe a Netanyahu en la cabeza.
Dime quién es tu hijo y te diré quién eres.
© Uri Avnery | Publicado en Gush Shalom | 13 Ener0 2018 | Traducción del inglés: Jacinto Pariente.
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