Opinión

El triunfo de Trump

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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Un campesino viene por primera vez a la gran ciudad. Visita el zoo y está horas fascinado ante la jaula del canguro. Se pasa el rato repitiendo: “¡No existe tal animal!”

Debo confesar que yo sentí lo mismo cuando vi a Donald Trump en la televisión por primera vez y escuché que era candidato a la presidencia de Estados Unidos.

“¡Imposible!” murmuré. “¡Debe de ser una broma!”

Los estadounidenses son capaces de muchas cosas. De vez en cuando son abducidos por un hechizo de locura colectiva. Tomad a Joe McCarthy. ¡Pero no esto! ¡Esto es demasiado!

Ahora parece que Donald Trump va bien encaminado hacia la Casa Blanca.

Tengo la sensación de que el día después de las elecciones puedo despertar con Trump como presidente

Espera, me dicen. Estas siguen siendo solo las primarias. Vale, algo extraño ha ocurrido con el Partido Republicano. Pero el día de las elecciones, viéndose ante la opción real, la gran mayoría de los estadounidenses volverá a la cordura y votará por su oponente, cualquiera que sea.

Yo también pensé lo mismo.

Ya no.

Ahora simplemente no sé.

Tengo la extraña sensación de que el día después de la jornada electoral puedo despertar con Trump como presidente.

¿Inconcebible? Piénsalo otra vez.

¿Probable? Ya no estoy tan seguro.

La democracia, se dice que dijo Winston Churchill, es el peor sistema político, aparte de todos los demás.

(Churchill, quien fue elegido varias veces por diferentes partidos dijo también que para estar decepcionado con la democracia, era suficiente hablar con un votante medio).

Uno de los defectos de la democracia es que está basada en una contradicción. La capacidad para ganar unas elecciones democráticas y la habilidad para dirigir un país son dos talentos muy diferentes, y a menudo contradictorios.

Hay candidatos que son genios en ganar elecciones pero no tienen ni idea de qué hacer después

Hay candidatos que son unos completos genios en ganar elecciones. Cortejan a las masas, engatusan a los donantes ricos. Una vez elegidos, no tienen ni la menor idea de qué hacer después.

Hay candidatos que han nacido hombres o mujeres de Estado, dotados de sabiduría e intuición, pero no tienen la más mínima posibilidad de ser elegidos. Una vez se le dijo al candidato presidencial Adlai Stevenson que todas las personas inteligentes iban a votar por él. “Pero necesito obtener una mayoría”, ironizó.

Y después, por supuesto, están los muy raros casos de personas que nacen líderes, que saben como ser votados y, una vez elegidos, saben también dirigir su país con mano segura. Como Churchill, de nuevo.

Trump, me parece a mi, es del primer tipo.
De aquellos que tienen una habilidad especial para apelar a las masas, pero cuya capacidad para dirigir una potencia mundial está muy en duda. Es más, creo que es una persona muy peligrosa.

En un principio, parecía un payaso. La gente lo descartaba. Se suponía que él iba a jugar un poco y luego desaparecería. Los que lo dijeron ya se han esfumado.

Entonces, parecía un oportunista sin principios, una persona que diría en cualquier momento lo primero que se le pasa por la cabeza, incluso si fuera lo contrario de lo que dijo el día anterior. No es serio. Un tonto. Inelegible.

Trump es un luchador astuto,  con un talento asombroso para canalizar los resentimientos

Ya no. El Trump que vemos ahora es un luchador muy astuto, un ganador, un candidato que tiene un talento asombroso para canalizar los recelos, los resentimientos, la ira y la amargura de la clase más baja de los blancos, que sienten que los políticos corruptos, los negros, los hispanos y otra gentuza está quitándoles su país.

¡Espera! ¿Qué nos recuerda la última frase?

Nos recuerda a alguien que también comenzó pareciendo un payaso, después se convirtió en un luchador astuto, prometió hacer de nuevo grande a su país, hizo una carrera a costa del resentimiento hacia las minorías (judíos, en este caso, e izquierdistas, homosexuales, gitanos, extranjeros y discapacitados), que dijo todas las cosas que sus rivales tenían miedo a decir, y trajo una incalculable miseria a su país y al mundo entero.

No hace falta decir nombres, por favor.

Donald Trump es de origen alemán. Sus antepasados se apellidaban Drumpf y trabajaban en un viñedo de una pequeña localidad en la región del Rin. Su abuelo, Friedrich, emigró en 1885 a Estados Unidos. Durante la fiebre del oro en la costa oeste, puso en marcha una cadena de restaurantes para los buscadores de oro solitarios, a los que ofrecía tanto comida como servicios sexuales. Así es como se originó la fortuna de Trump.

Pero cuando Friedrich se casó con una chica de su pueblo natal, quiso volver a Alemania. Había un problema. El nuevo Reich alemán era muy estricto en los asuntos militares. Descubrieron que Friedrich había dejado Alemania justo antes de alcanzar la edad del servicio militar y que quería volver justo dos meses después de superar la edad de ser llamado a filas. No se puede hacer tal cosa. No en la Alemania del Kaiser. Así que lo mandaron por donde había venido, de vuelta a Estados Unidos.

Uno podría preguntarse, sólo por curiosidad, qué habría ocurrido si se le hubiera permitido volver a Alemania. Dirigiría Donald Drumpf ahora un partido de extrema derecha en Berlín?

No hay una definición clara del fascismo. Los fascistas no tienen un libro sagrado como El Capital

En el apogeo del fascismo italiano y alemán, el novelista estadounidense Sinclair Lewis escribió un libro llamado No puede pasar aquí. El titulo era irónico, porque el libro precisamente mostró que “ello” podía ocurrir “aquí”: el fascismo también puede ganar en Estados Unidos. Pero Lewis imaginó una copia del estilo europeo de fascismo, que era ajeno a Estados Unidos. Al igual que el escritor italiano Ignazio Silone, que también escribió un libro, La escuela de los dictadores, sobre un futuro Estados Unidos fascista.

No hay una definición clara del fascismo. Los fascistas no tienen un libro sagrado como “El Capital” de los comunistas. Se ha dicho sobre los fascistas: “Reconoceré a uno cuando lo vea”. Pero cada país tiene su propia marca de fascismo, y pueden ser bastante distintos unos de otros.

Mira a Trump. La total confianza en uno mismo de un líder. El culto al poder brutal. El nacionalismo desenfrenado. La incitación contra las minorías. El desprecio por la clase política (de ambos partidos). Sin un divertido pequeño bigote, pero con un gracioso pelo naranja.

El líder fascista francés Jean Marie Le Pen ha felicitado a Trump, y éste no se ha distanciado

Ya que los fascistas pretenden glorificar a su propia nación en contra de todas las demás naciones, se podría asumir que los fascistas de diferentes naciones son enemigos unos de otros. Pero en la practica hay algo así como una internacional fascista. Un hecho: el líder fascista francés Jean Marie Le Pen, que ha sido expulsado de la dirección de su partido por su propia hija debido a su extremismo desenfrenado (y su antisemitismo), ha felicitado a Trump, y también lo ha hecho el ex líder del grupo racista estadounidense Ku Klux Klan. Trump no se ha distanciado de ninguno de los dos. [Ver Posdata]

De hecho, cuando fue pillado citando la frase favorita de Benito Mussolini (“Es mejor vivir un día como un león que cien años como una oveja”) Trump no se disculpó. (Mussolini, el propio león, rogó por su vida antes de ser ejecutado por los partisanos italianos).

En este contexto hay que juzgar la actitud de Trump hacia el conflicto palestino-israelí. A primera vista, parece refrescante. Todos los demás candidatos de ambos partidos se arrastran ante Benjamin Netanyahu en total sumisión, pidiendo limosna a los diversos Sheldon Adelson. Trump no necesita el dinero judío. Por lo que dice lo más sensato: que quiere permanecer neutral para que, como presidente, sea capaz de actuar como un mediador neutral.

Suena bien. Pero suena diferente proviniendo de un simpatizante del Ku Klux Klan.

Todo esto le supone un dilema
a Binjamin Netanyahu. ¿Qué hacer?

Una vez, Hillary Clinton propuso un Estado palestino, pero ha corrido mucha agua por el Jordán

Netanyahu odia a Hillary Clinton, al igual que a todos los demócratas. Es cierto que, hace muchos años, como primera dama, Hillary sugirió un Estado palestino al lado de Israel. En ese momento organicé una manifestación de apoyo a Hillary frente a la embajada estadounidense en Tel Aviv. Los marines no nos permitieron acercarnos. Pero desde entonces ha corrido mucha agua por el río Jordán, y ha fluido mucho dinero de Chaim Saban y otros multimillonarios judíos. Ahora, Hillary se arrastra como el resto.

Nentanyahu es un republicano devoto. Estaría muy feliz con un presidente Rubio o un presidente Cruz. Pero, ¿un presidente Trump? ¿Un antisemita? ¿Un amante de los árabes? Bueno, peores cosas se han visto.

Según el diccionario de Oxford, ‘trump’ (triunfo) no solo es una naipe que sitúa por encima del resto de la baraja, sino también hace referencia a un sonido ensordecedor. “El último triunfo” es el sonido de la trompeta que despierta a los muertos el día del juicio.

Esperemos que los votantes estadounidenses se despiertan antes de eso.

En 1960, un asistente corrió
a ver al entonces primer ministro, Levy Eshkol.

«Levy, un desastre terrible», gritó. «¡Habrá una grave sequía!».

«¿Dónde? ¿En Texas?», preguntó Eshkol aterrado.

«¡No! Aquí en Israel! «, respondió el ayudante.

«¡Y a nosotros qué nos importa!», respondió Eshkol, aliviado.

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manos

Posdata:

Después de que se publicara esta columna, un lector atento me ha enviado la siguiente corrección:

«Donald [Trump] no es antisemita ni es simpatizante del Ku Klux Klan. Se ha distanciado de [David] Duke [el mencionado exdirigente del KKK] 19 veces en las últimas dos semanas. Ha hecho importantes donaciones a Israel, dos de sus hijos se han casado con personas judías, con su total beneplácito, y uno de ellos se ha convertido incluso al judaismo ortodoxo estricto».

De esto no se ha informado en Israel.

No me gusta diseminar por ahí falsas acusaciones de antisemitismo. Por ello pido disculpas de todo corazón.

Esto no cambia la idea que tengo de Trump. El fascismo no necesita el antisemitismo, y mucho menos cuando puede utilizar la islamofobia.

El hecho es que tenemos aquí un considerable montón de fascistas judías.