A vista de pájaro
Uri Avnery
(Basado en mi artículo ‘El Objetivo Principal’, publicado en Haaretz el 4 Mayo 2012)
El 15 de mayo, aniversario de la fundación del Estado de Israel, los ciudadanos árabes del país guardaron un día de luto por las víctimas de la Naqba (“catástrofe”): el éxodo masivo de la mitad del pueblo palestino de los territorios que se convirtieron en Israel.
Como todos los años, esto desató la furia. La Universidad de Tel Aviv permitió a los estudiantes árabes celebrar un encuentro, que fue atacado por estudiantes judíos de extrema derecha. La Universidad Haifa prohibió terminantemente el encuentro. Hace algunos años, la Knesset debatió una “Ley Naqba” que enviaría a prisión durante tres años a todos aquellos que conmemoraran este día. Esto se moderó más tarde, y todo quedó en retirar los fondos del gobierno de las instituciones que conmemoraran la Naqba.
La Knesset debatió una ley que enviaría a prisión a quienes conmemoraran la ‘Naqba’
Es posible que la Única Democracia de Oriente Medio sea la única democracia del mundo que prohíbe a sus ciudadanos rememorar un acontecimiento histórico. Olvidar es una obligación nacional.
Lo que pasa es que es duro olvidar la historia del “conflicto palestino” porque domina nuestra vida. Sesenta y cinco años después de la fundación de Israel, la mitad de los telediarios de nuestros medios de comunicación se ocupan de este asunto, directa o indirectamente.
El gobierno de Sudáfrica acaba de decretar que todos los productos procedentes de los asentamientos de Cisjordania que se vendan allí, deben estar claramente marcados. Esta medida, ya en vigor en Europa, fue duramente condenada por nuestro ministro de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman, que la calificó de “racista” (¡mira quién habla!). Sin embargo, esto se une a un boicot que comenzaron hace 15 años mis amigos israelíes y yo.
Para los sionistas del siglo XIX las personas de color no contaban como personas
La nueva coalición gubernamental ha declarado que renovará las negociaciones con los palestinos (todo el mundo sabe que se trata de una falsa promesa). A los árabes (y a los demandantes de asilo africanos) se les ha atribuido una ola de asesinatos y violaciones. Todos los candidatos a la presidencia de Egipto prometen abordar la lucha por los palestinos. Los altos oficiales del ejército israelí han revelado que Siria y Líbano están preparados para lanzar 3.500 misiles contra nuestro país, al igual que Hezbolá en el Sur del Líbano, que tiene otras decenas de miles, y todo por Palestina. Así sucesivamente, un no parar.
115 años después de la fundación del movimiento sionista, el conflicto Israel-Palestina está siempre a la cabeza en nuestros telediarios.
Los padres fundadores del sionismo adoptaron el eslogan “Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra” (acuñado mucho antes por un Sionista británico cristiano). Ellos creían que la Tierra Prometida iba a estar vacía. Sabían, por supuesto, que había gente en el país, pero los sionistas eran europeos, y para los europeos a finales del siglo XIX, cuando el imperialismo y el colonialismo estaban en auge, las personas de color (marrón, negro, amarillo, rojo o lo que sea) no contaban como personas.
Cuando Theodor Herzl propuso la idea del Estado judío, no pensó en Palestina sino en una zona de Argentina. Su intención era desalojar a toda su población nativa (pero solo después de que los nativos hubieran matado a todas las serpientes y bestias peligrosas).
En su libro Der Judenstaat no se hace mención a los árabes: no por accidente. Cuando Herzl lo escribió, todavía no había pensado en este país. El país solo aparece en un breve capítulo del libro que se añadió en el último momento, titulado “¿Palestina o Argentina?”.
Además, Herzl no habló de desalojar a la población palestina. Esto hubiera sido imposible de todas maneras, ya que Herzl pidió al sultán otomano unos estatutos para Palestina. El Sultán era un Califa, la cabeza espiritual de los musulmanes de todo el mundo. Herzl se anduvo con mucho cuidado para no hablar del tema.
Esto explica otro hecho curioso: el movimiento sionista nunca ha dado una respuesta clara a su pregunta más básica: cómo crear un estado judío en un país habitado por otro pueblo. A esta pregunta sigue sin dársele respuesta hasta hoy.
Pero solo aparentemente. Escondida en algún lugar ahí abajo, en los bordes de la conciencia colectiva, el sionismo siempre tuvo una respuesta. Está tan patente que no era necesario pensar en ello. Solo unos pocos tuvieron la valentía de expresarla abiertamente. Está grabado en el “código genético” del movimiento sionista, por decirlo así, y de su hija, el Estado de Israel.
Este código dice: un Estado judío en toda la Tierra de Israel. Lo que conlleva la completa oposición a la creación de un estado palestino; en cualquier momento, en cualquier lugar del país, a toda costa.
Cuando Herzl propuso la idea del Estado judío pensó en una zona de Argentina
Cuando un estratega planea una guerra, primero define sus metas. Ese es el Principal Objetivo. Por consiguiente, cualquier otro objetivo debe evaluarse a la luz de aquel. Si ese concuerda con el objetivo principal, es aceptable. Si no, debe rechazarse.
El Principal Objetivo del movimiento sionista israelí es lograr un Estado judío en toda Eretz Israel (el territorio que se encuentra entre el Mar Mediterráneo y el Río Jordán). En otras palabras: la prevención de un estado árabe palestino.
Cuando uno entiende esto, todos los acontecimientos de los últimos 115 años cobran sentido. Todos los giros e imprevistos, todas las aparentes contradicciones y desviaciones, todas las decisiones aparentemente curiosas cobran sentido.
A vista de pájaro, la política sionista israelí parece un río que se esfuerza por llegar al mar. Cuando se encuentra con un obstáculo, lo sortea. El curso se desvía de izquierda a derecha, algunas veces incluso va hacia atrás. Pero persevera con increíble determinación con el fin de llegar a su objetivo.
El principio director era aceptar todo compromiso que nos dé lo que podamos conseguir en un momento dado, pero nunca perder de vista nuestro objetivo final.
Esta política nos permite comprometernos con todo, excepto con una cosa: un estado árabe palestino que confirmaría la existencia de un pueblo árabe palestino.
Todos los gobiernos israelíes han luchado contra esta idea con todos los medios disponibles. A este respecto, no existía diferencia entre David Ben-Gurion, que llevó a cabo un acuerdo secreto con el rey Abdulá de Jordán para impedir que se estableciera el estado palestino decretado por la resolución de 1947 de la Asamblea General de la ONU, y Menachem Begin, que acordó la paz con Anwar Sadat para que Egipto no volviera a tomar parte en la guerra entre Israel y Palestina. Sin mencionar la famosa sentencia de Golda Meir: “No existe ese tal pueblo palestino”. Las otras miles de decisiones tomadas por los gobiernos israelíes sucesivos han seguido la misma lógica.
El Principal Objetivo del sionismo es lograr un Estado judío del Mediterráneo al Jordán
Es posible que la única excepción sean los acuerdos de Oslo, que tampoco hacían mención a un estado palestino. Después de que se firmaran, Yitzhak Rabin no se precipitó a la hora de crear ese estado. Por el contrario, cesó de actuar repentinamente, como si se hubiera quedado aturdido por su propio atrevimiento. Dudó, no sabía qué hacer, hasta que el inevitable contraataque Sionista ganó fuerza y puso fin a ese objetivo (y a su vida).
El problema actual de los asentamientos es parte integrante de este proceso. El principal objetivo de los colonos es impedir que se cree un estado palestino. Todos los gobiernos israelíes les han apoyado, abierta y encubiertamente. Los asentamientos son, por supuesto, ilegales ante la ley internacional, pero muchos de ellos también son ilegales ante la ley israelí. Se les ha llamado de varias maneras: “ilegales”, “ilícitos”, “no permitidos”, etc. El augusto Tribunal Supremo de Israel ha ordenado el desmantelamiento de algunos de ellos y ha visto cómo el gobierno ignoraba sus decisiones.
Los colonos afirman que no se ha establecido ni un solo asentamiento sin el consentimiento secreto del gobierno. Y, de hecho, todos los asentamientos “ilícitos” se han conectado de inmediato a la red eléctrica y la de suministro de agua, se han construido nuevas carreteras especiales y el ejército se ha dado prisa en defenderles (de hecho, las Fuerzas de Defensa israelíes se convirtieron hace tiempo en las Fuerzas de Defensa de los asentamientos).
Una enorme cantidad de abogados y picapleitos trabajan para expropiar grandes extensiones de terrenos palestinos. Una famosa abogada descubrió una ley otomana olvidada que dice que si se grita desde un lado de un pueblo, todo el terreno desde el que no se pueden oír los gritos pertenece al sultán. Debido a que el gobierno israelí es el heredero del gobierno jordano, que fue el heredero del Sultán, esta tierra pertenece al gobierno israelí, que se la entrega a los colonos (¡No es broma!).
Mientras el conflicto Israel-Palestina parece haber caído en el olvido y “no pasa nada”, realmente continúa con mucha fuerza en el único campo de batalla que importa: el negocio de los asentamientos. Todo lo demás es insignificante, como la terrible amenaza de un ataque israelí a Irán. Como vengo diciendo, eso nunca ocurrirá. Es parte del esfuerzo por desviar la atención de la solución de los dos estados, la única solución pacífica que existe.
¿A dónde nos lleva la negación del estado palestino?
Lógicamente, solo puede llevarnos a un estado de apartheid en el país entero entre el Mediterráneo y el Jordán. A largo plazo, se convertirá en algo insostenible, que desembocará en un estado binacional cuya mayoría será árabe; lo cual será inaceptable para casi todos los judíos israelíes. Así que, ¿qué queda?
La única solución imaginable radicaría en trasladar a todos los árabes al otro lado del Jordán. En algunos círculos de ultraderecha, se habla abiertamente de ello. El monarca jordano lo teme terriblemente.
El conflicto es un enfrentamiento entre una fuerza imparable y un objeto inamovible
En 1948, ya tuvo lugar un traslado de población. La pregunta de si se llevó a cabo deliberadamente sigue siendo un tema de debate. En la primera etapa de la guerra, era claramente una necesidad militar (que pusieron en práctica ambos bandos). Más tarde, se convirtió en algo más deliberado. Pero lo más importante es que a los refugiados no se les permitió volver cuando cesaron las hostilidades. Por el contrario, se desalojaron algunos pueblos, y, aún más tarde, se destruyeron. Todo el mundo actuaba bajo la directiva invisible del Principal Objetivo, una directiva tan arraigada en la conciencia colectiva que no necesitaba de una orden específica.
Pero 1948 ya pasó hace tiempo. El mundo ha cambiado. Lo que se toleró a la pequeña y valiente Israel del post-Holocausto no se le tolerará en un futuro a la poderosa y arrogante Israel. Hoy es un sueño imposible, como los sueños del otro bando, que creen que Israel desaparecerá de alguna forma del mapa.
Esto significa que la limpieza étnica, la única alternativa a la solución de los dos estados, es imposible. El Principal Objetivo se ha quedado en punto muerto.
A menudo se dice que el conflicto Israel-Palestina es un enfrentamiento entre una fuerza imparable y un objeto inamovible. Dominará nuestras vidas y las vidas de las generaciones que quedan por venir.
A no ser que hagamos algo que parece casi imposible: cambiar el Principal Objetivo, la dirección histórica de nuestro estado. Sustituirlo por un nuevo objetivo nacional: la paz y la convivencia, la reconciliación entre el Estado de Israel y el Estado de Palestina.