El afortunado Bibi
Uri Avnery
“¡Tráeme generales que tengan suerte!”, exclamó una vez Napoleón. Lo que recuerda a uno de los personajes de Fausto, de Goethe, que se quejó diciendo que “los imbéciles nunca se dan cuenta de cuán conectada está la suerte con el talento”.
La suerte puede ser de gran ayuda. También puede ser la causa de una gran catástrofe. Creo recordar que uno de esos malvados dioses griegos destruían a sus víctimas humanas haciendo que tuvieran suerte.
La suerte va con la arrogancia. Y la arrogancia conduce a la enemistad. Solo hay que mirar, por ejemplo, a Benjamin Netanyahu. Un político muy afortunado, al menos de momento.
Sus predecesores se vieron ante un frente unido de países árabes, el cual estaba decidido a destruir Israel, o al menos, a ayudar al pueblo palestino a lograr la libertad y la independencia.
No queda ni la más mínima amenaza a Israel
En 1948, los Ejércitos de todos los Estados árabes vecinos entraron en Palestina un día después del fin del protectorado británico y la fundación del Estado de Israel. En 1967, tres de esos países lo intentaron otra vez, con resultados catastróficos (para ellos). En 1973, dos de ellos atacaron desde el sur y desde el norte, y fueron expulsados después de fuertes combates.
Siempre estaba el axioma de que, si surgía la oportunidad, todos esos Ejércitos atacarían Israel de nuevo para obligarnos a retirarnos de los territorios que hemos ocupado en 1967 y ayudar a los hermanos palestinos a establecer, por fin, su propio Estado nacional.
Y mira ahora a nuestro alrededor. No queda ni la más mínima amenaza a Israel. Todos los vecinos árabes están totalmente ocupados en matarse unos a otros. Siria, el hogar del nacionalismo árabe, solía ser el enemigo más decidido de Israel. Su Ejército era considerado la fuerza árabe más eficiente. ¿Qué queda de él?
El otro día un amigo me pidió con desesperación que le explicara quién está luchando contra quién en Siria. Hice referencia a las fuerzas del presidente Bashar al Asad, las distintas milicias islamistas que luchan contra Al Asad y unas contra otras, el Califato Islámico (Daesh) que combate contra todos estos y contra las fuerzas kurdas, mientras Irán y Hizbolá respaldan a Al Asad contra EEUU, pero ayuda a EEUU contra Daesh, con el apoyo de Turquía a Daesh pero al mismo tiempo ayudando a EEUU, la cual está cooperando con Rusia contra Daesh, mientras lucha contra los kurdos sirios, los cuales tiene el respaldo de EEUU…
Después de cinco minutos, mi amigo se dio por vencido. “Demasiado complicado para mí”, me dijo.
Los políticos israelíes que ven lo que está ocurriendo en Siria tratan de ocultar su alegría
Cada vez que los generales y los políticos israelíes ven lo que está ocurriendo, tratan de ocultar su alegría y actúan como si estuviesen horrorizados por las terribles imágenes que llegan sobre las atrocidades y horrores en Alepo, una vez el centro de la cultura y el comercio árabe (y una antigua comuna judía muy respetada).
Netanyahu no ha hecho absolutamente nada para crear esta situación, pero es uno de sus principales beneficiarios. No emanará ninguna amenaza para Israel desde Siria en muchos años, y mientras tanto, nos hacemos con el control de los Altos del Golán sirio, que conquistamos y anexionamos después del 1967.
Arabia Saudí se considera a sí mismo el corazón del mundo islámico, ya que controla sus dos lugares sagrados, La Meca y la Medina. Los saudíes financian células islámicas de fanáticos suníes en todo el mundo, sus imames se encuentran entre las voces más extremistas para la eliminación de esta abominación infiel, Israel.
Los príncipes saudíes (de los cuales hay literalmente miles) están ahora cortejando casi abiertamente al “Estado judío”. Y donde vaya Arabia Saudí, ahí van detrás los Estados árabes del Golfo (Kuwait, Bahrein, Qatar, Dubai… ya saben). Todos exageradamente ricos. Todos cooperando discretamente con Israel ahora.
Los imames saudíes ya han declarado que los judíos son un peligro menor para el islam de lo que lo son los chiíes, los herejes gobernantes de Irán. Por tanto, es bastante aceptable cooperar con Israel contra Irán.
Lo que es bueno y piadoso para Arabia Saudí, lo es mucho más para Egipto, el Estado y pueblo árabe más grande. Hemos tenido varias guerras contra Egipto, yo era uno de los soldados en la primera de ellas y me acuerdo una vez cruzando por mi cuenta un gran campo totalmente cubierto de cuerpos de egipcios.
Hace casi 30 años, Israel firmó un tratado de paz con Egipto, pero las relaciones han permanecido frías, casi congeladas. El pueblo egipcio tiene un sentimiento fuerte de responsabilidad con sus pobres allegados, los palestinos. No les gusta lo que Israel les están haciendo.
Pero ahora el hielo se está derritiendo entre los dos Gobiernos. Es verdad que el judoka egipcio rechazó en Rio darle la mano al campeón israelí y el ministro egipcio de Exteriores dijo algunas palabras sospechosas después de una visita a Israel, pero detrás de las cámaras, las relaciones son cercanas y cada vez lo son más, en un esfuerzo conjunto para asfixiar a Hamas en la Franja de Gaza, que tiene el apoyo de Irán y todos los demás palestinos.
Detrás de las cámaras, las relaciones entre Egipto e Israel son cercanas y cada vez lo son más
Netanyahu no ha hecho absolutamente nada para conseguir todo esto. Pero todo ha ocurrido durante su eterna guardia. Suerte, pura suerte.
En el ámbito económico, la suerte de Netanyahu ha sido igualmente favorable. La venta de productos y servicios israelíes se está expandiendo en Asia, compensando las ligeras pérdidas en Europa y EEUU. Apenas se ha notado el boicot económico del BDS.
(La amplia campaña de BDS habría tenido mucho más éxito si se hubiese centrado en boicotear los productos de los asentamientos. La organización israelí de paz Gush Shalom, a la que pertenezco, empezó este boicot hace casi veinte años con el objetivo declarado de separar a los ciudadanos auténticos de Israel de los asentamientos, y aislar a los colonos. BDS tiene el efecto opuesto, fortaleciendo a Netanyahu y a la derecha).
El éxito económico de Israel tiene un gran efecto en el ánimo del país. La mayoría de los que critican las políticas de Netanyahu viven una vida cómoda. La gente acomodada no se revoluciona. Dan rienda suelta a su ira en conversaciones privadas entre amigos, o en las redes sociales. Unos cuantos artículos escritos en “Haaretz”. Gracias a Dios por darnos a Haaretz.
No montan barricadas.
Hoy en día, no hay una oposición efectiva a Netanyahu. Los líderes del partido laborista, herederos de Ben Gurion y Rabin, están totalmente arruinados, sin sustitutos a la vista. El Meretz es un islote encantador, feliz de que lo dejen en paz, y el Partido Árabe está más allá del bien y el mal, y tan contento de estarlo.
Hay varias decenas de organizaciones de paz y derechos humanos que hacen un trabajo admirable, luchando contra la ocupación, ayudando a los palestinos, defendiendo la democracia de muchas maneras, algo bajo su propio riesgo. Casi cada semana, aparece una nueva izando la bandera y llamando a los partidarios a sumarse.
La kneset está ahora en un estado lamentable, tanto que yo mismo la evito. Como un antiguo miembro, estoy invitado a las numerosas ceremonias solemnes. Nunca acepto. Ni siquiera para ver de cerca a las decenas de políticos infantiles de derechas que gastan su tiempo (y el dinero de los contribuyentes) presentando proyectos de ley ridículos, tales como el de “protegiendo la bandera”. El presidente del Estado tiene prohibido formar parte de cualquier acto público en el que la bandera de Israel no esté claramente visible. Uno se pregunta si existe la posibilidad de que esta kneset pueda hacer un trabajo serio.
Todo esto ha llevado a muchos israelíes bienintencionados a la desesperación de cambiar Israel desde el interior y confiar en “presiones extranjeras”. La esperanza es que “el mundo” (EEUU, la ONU, la UE o cualquier colección de mayúsculas) “obligue” a Israel a cambiar de rumbo.
La esperanza es que “el mundo” “obligue” a Israel a cambiar de rumbo.
¿Cómo? A través de condenas políticas, sanciones económicas, boicots científicos y otras vías similares.
Esta es, por supuesto, una esperanza conveniente. No obliga a nadie en Israel a hacer nada.
Hace muchos años, me invitaron a formar parte de un fórum internacional en Portugal sobre la paz en Oriente Medio. Otro invitado fue el político español Miguel Moratinos. En mi discurso, culpé a la Unión Europea de habernos abandonado en nuestra lucha por la paz palestino-israelí, en lugar de intervenir con fuerza para exigir al Gobierno israelí a cambio de rumbo.
En lugar de las disculpas habituales, Moratinos me atacó y me dijo algo así como “¿Qué tipo de impertinencia es esta, preguntándole a Europa que haga tu trabajo? Está en manos de los israelíes cambiar su Gobierno. Deja de ir por ahí quejándote sobre tu Gobierno. ¡Ve y haz algo al respecto!”.
Le contesté muy enfadado, aunque en mi corazón supiese que tenía razón. ¿Por qué nadie debería preocuparse? ¿Por qué debería Barack Obama gastarse su capital político para salvar a Israel de sí mismo, cuando ni siquiera nosotros mismos lo hacemos? ¿Por qué debería Europa imponer sanciones a Israel y ser acusada de antisemita, cuando no hay nadie en la kneset que forme una oposición activa y real?
En la actual y ridícula campaña electoral en EEUU, ambos candidatos (alguien los llamó “el loco y la corrupta”) compiten en halagar al Gobierno israelí. Donald Trump incluso amenazó con hacernos una visita pronto. (Si yo fuera un estadounidense, estaría avergonzado. ¿Es realmente esto lo mejor que tiene una nación de 320 millones de personas?)
Ambos candidatos de EEUU compiten por halagar al Gobierno israelí
Pero en este contexto, depositar cualquier esperanza en “la presión estadounidense” o “la presión extranjera” es ridículo. A los extranjeros les importa un pepino Netanyahu, afortunado o no. Nos dicen, en muchas palabras: “Lo habéis elegido vosotros, vosotros os deshacéis de él”.
Vladimir Putin, este gran cínico, está incluso listo para alabarle con cumplidos, con tal de fastidiar a sus colegas occidentales. ¿Por qué no? Puede hacerlo muy bien, con o sin Netanyahu. Nichevo.
Tenemos que aguantar a Netanyahu. Otro viejo proverbio griego dice que “los dioses cumplen los deseos de aquellos a los que quieren destruir”. Esto podría explicar la ocupación israelí. A menos que emerja una nueva fuerza política en Israel para cambiar de rumbo, a pesar de toda la suerte. Me gustaría saber a qué Dios debo rezar.
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