El amor y lo prohibido
Sanaa El Aji El Hanafi
Escena primera: tarde-noche. La familia está reunida alrededor del televisor para quedarse viendo una película después de cenar. Sobre la mesa quedan los restos de la cena. Vasos de té repartidos entre las manos y la mesa. En la tele, una película de guerra: se matan unos a otros, vuelan brazos y piernas. La sangre cubre la pantalla y las caras. La familia sigue la película con interés. Incluso el niño pequeño, de ocho años, que no debería ver este tipo de filmes violentos, está clavado ante la tele, absorto en la historia.
Escena segunda: tarde-noche. La familia está reunida alrededor del televisor para quedarse viendo una película después de cenar. Sobre la mesa quedan los restos de la cena. Vasos de té repartidos entre las manos y la mesa. Están poniendo una película romántica sobre una bonita historia de amor. En el momento del “te quiero”, el protagonista abraza a su amada y la besa. La madre, desconcertada y titubeante en el salón. El padre rápidamente se pone a buscar el mando a distancia. Cambia de canal. Ahora en la pantalla se ve la imagen de un documental sobre el apareamiento animal. De nuevo la madre nerviosa. De nuevo el padre, enfadado, pulsa el mando. Las noticias. Todos suspiran de alivio. Escenas de guerra en Yemen y Siria se suceden continuamente. Imágenes de destrucción, muerte, pobreza y hambre… Pero la familia está tranquila, puesto que nadie besa a nadie.
¿Cuántos de nosotros nos hemos visto en uno de estos cuadros familiares? ¿Cuántos de nosotros los hemos vivido más de una vez en casa? ¿Nos damos cuenta de hasta qué punto nos asusta el amor, y sin embargo no nos asusta la violencia? ¿Nos damos cuenta de que cambiamos de canal por ver un beso, y no lo hacemos al ver decenas de imágenes violentas?
Nos asusta el amor y nos asusta celebrarlo; nos asusta la pasión, nos da miedo abrazar y besar
Las escenas románticas, de amor o de pasión en la televisión hacen temer a nuestro guardián interior de la virtud y la moral. Sin embargo la violencia, ya sea ficticia (películas de kárate, de ciencia ficción, etc.) o real (películas propagandísticas del Daesh, noticias sobre la guerra, etc.), es una de las visiones mediáticas diarias que no molestan a las familias. Ni siquiera les perturba que sus niños pequeños las contemplen.
Hoy el mundo celebra el “día del amor” o San Valentín. Se abre de nuevo el debate: es un día comercial, es un día para los infieles. ¿Es que sólo existe un día al año para el amor o es sencillamente marketing capitalista…?
Se suceden las excusas. Excusas que demuestran que de verdad nos asusta el amor y nos asusta celebrarlo. Nos asusta el decirlo. Nos asusta la pasión. Nos da miedo abrazar y besar.
Incluso si reconocemos que es un día comercial, ¿acaso no se ha transformado el mes de ramadán en una ocasión para el mercado capitalista de vender productos alimentarios en abundancia? ¿Acaso no se ha transformado la Fiesta del Cordero en una enorme presión comercial para las familias? No obstante, esto no detiene a la mayoría de seguir celebrando ramadán o la Fiesta del Cordero, ni tampoco les frena la carga económica que estas fiestas suponen.
Entonces, ¿la parte comercial no nos molesta, a menos que esté relacionada con la celebración del amor? Sabiendo que podemos celebrar el día de San Valentín sin cargas económicas añadidas, que podemos celebrar el amor en sí mismo, que podemos celebrar esos sentimientos humanos que nos elevan…
La otra opinión al respecto habla de la prohibición de este día por ser un día para los infieles… Como si el amor fuera para los infieles y el odio para los musulmanes. Claro, la violencia que hay en nuestras calles y países no se considera ilícita, no es haram. La injusticia tampoco es haram, pero el amor se vuelve haram por la posibilidad de malicia que “habita en nosotros noche y día”, parafraseando la canción de Abd el-Halim Hafez.
Dejadnos, por favor, algún espacio para el amor y la felicidad. Dejadnos aprovechar aquellas ocasiones que podemos celebrar, fuera de la coacción impuesta por las prohibiciones, la violencia y el odio. Dejad que celebremos la pasión. Dejad que bailemos a la alegría y al amor. Dejadnos espacio para el amor. Dejad que disfrutemos las ocasiones alegres que existen para hacer frente a la fealdad que nos rodea.
¡Feliz día y que encuentres el amor tanto en tu interior como a tu alrededor!
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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Al Hurra · 5 Abril 2018 | Traducción del árabe: Carmen Gómez Orts
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