Un trago de agua que mata
Sanaa El Aji El Hanafi
Se llama Asia Bibi. Es una paquistaní cristiana, analfabeta y pobre. Es una señora que trabajaba como jornalera campesina en un campo de Pakistán. Está casada y es madre de tres hijos.
Hasta aquí podríamos decir que es una mujer normal. Se parece a millones de mujeres en cualquier parte del mundo. Pero el destino de Asia Bibi iba a cambiar de repente. Por motivo de un trago de agua.
Asia estaba trabajando en un campo cuando fue a beber agua de un pozo reservado a musulmanes. Ahí, algunas de las mujeres musulmanas que trabajaban con ella le dijeron que había “profanado” el pozo, al ser “infiel”. Asia respondió que el profeta Mahoma no estaría de acuerdo con lo que decían estas mujeres. Ahí le respondieron que acababa de “insultar la fe islámica”.
Todo esto ocurrió en el año 2009. A Asia Bibi la sentaron en el banquillo y en 2010 fue condenada a muerte en la horca. La sentencia se confirmó en la siguiente instancia en 2014, pese a que ella nunca dejaba de rechazar las acusaciones que pesaban contra ella.
Todo esto por parte de quienes se adhieren a una religión de la que dicen que no es violenta
Desde entonces, Asia Bibi se hallaba en una celda de aislamiento, como medida de protección contra las amenazas que recibía y que incitaban a asesinarla en la cárcel. A la vez, su familia vivía a escondidas, porque estaba igualmente expuesta a amenazas de muerte. Incluso respaldarla acarreaba amenazas de muerte: en 2011 fueron asesinadas dos figuras políticas por haber declarado su apoyo a Asia Bibi.
Todo esto, por un trago de agua. Y por parte de quienes se adhieren a una religión de la que dicen que no es una religión violenta.
Hasta la comida de Asia Bibi se la tenía que llevar su marido cada dos semanas, para evitar el riesgo de que la envenenasen.
Tanto Italia como Francia y España ofrecieron refugio a la familia de Asia Bibi, pero esta rechazó abandonar Pakistán mientras Asia siguiera en prisión. El miércoles 31 de octubre, el Tribunal Supremo emitió sentencia y decidió a favor de la absolución de Bibi y su inmediata puesta en libertad. Pese a esto, ella continuó en la cárcel. El motivo: si hubiera salido, muy posiblemente la habrían linchado en ese momento.
Inmediatamente después de pronunciarse la sentencia de absolución, miles de musulmanes fanáticos salieron a la calle en Pakistán para protestar contra la decisión del tribunal y para exigir que se ahorcara a Asia Bibi. Los manifestantes paralizaron el tráfico en todas las carreteras principales del país durante tres días y consiguieron una medida judicial que que prohibía a Asia Bibi abandonar el país.
Todo esto, por un trago de agua.
¿Qué maldad, qué fanatismo, qué atraso es esto?
¿Cómo puede ser que beber un trago de agua de un pozo, por muy reservado a los musulmanes que sea, se considere una ofensa de la religión islámica?
¿Es que la violencia en nombre del islam no nos concierne mientras ocurra en un país alejado?
¿Cómo puede ser que los que proclaman eslóganes tipo “El Daesh no representa el islam” y “El islam es la religión de paz y amor” no levanten la voz contra esta violencia y este fanatismo? ¿O es que la violencia en nombre del islam no nos concierne mientras ocurra en un país alejado geográficamente y culturalmente? ¿Cómo se puede afirmar que una dibujo satírico es una distorsión del islam, y no se proclama alto y claro que toda esta violencia es una distorsión mucho más grave del islam ante el mundo entero?
Esta historia dolorosa nos confronta con una serie de verdades a las que a menudo no queremos prestar atención.
La primera verdad es que el mundo es muy amplio…. La mayoría de nosotros, cuando imagina el “mundo islámico”, se limita a pensar en una mancha en el mapa que cubre Oriente Próximo y el Norte de África. Pero olvidamos que esta región en primer lugar incluye a individuos que no son musulmanes. Y olvidamos también que hay millones de musulmanes fuera de esta región islámica en el mapa. Es más: el número de musulmanes fuera de esta región geográfica supera el de musulmanes dentro. Y finalmente olvidamos que esos musulmanes experimentan muy diversas formas de florecimiento, en algunos casos,y fanatismo y atraso en otros.
Hay muchas corrientes y personas que utilizan la violencia en nombre de la defensa del islam
El segundo punto tiene que ver con nuestra relación con la violencia y el fanatismo en nombre del islam. Podemos gritar todos juntos que el islam no es una religión violenta. Pero alrededor de nosotros hay muchos ejemplos de corrientes y personas, partidos y leyes que utilizan la violencia para combatir a sus adversario o para ajustar cuentas con ellos, siempre en nombre de la defensa del islam. Esto es justamente lo que ocurre en Pakistán desde que se promulgó en el año 1986 la ley contra las “ofensas a la religión islámica”: muchos la utilizaron para arreglar sus cuentas personales o políticas con paquistaníes musulmanes o cristianos que fueron todos condenados a muerte, si bien las autoridades no llevaban a cabo las ejecuciones.
¿Cómo podemos creer que beber de un pozo es profanar el agua que contiene, por mucho que quien bebe sea de otra religión o sea ateo? ¿Cómo podemos aceptar una condena a muerte o amenazas de muerte porque alguien haya bebido un trago de agua? Es más: ¿Cómo podemos explicar que miles de paquistaníes hayan salido a manifestarse en protesta y hayan bloqueado carreteras y accesos y hayan bloqueado el tráfico en el país durante tres días para exigir que se matara a Asia Bibi… solo porque bebió agua de un pozo reservado a musulmanes? ¡Pero si hay hasta gente que prometió pagar ingentes sumas de dinero a quienquiera que la matase!
Mientras no reconozcamos que la violencia está arraigada entre nosotros y que quienes la ejercen se basan en los textos de las escrituras sagradas, mientras no ejerzamos la autocrítica, mientras no reconozcamos todos que el verdadero abuso de la religión se ejerce desde dentro y en su nombre… se repetirá la tragedia de Asia Bibi millones de veces.
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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Al Hurra · 8 Nov 2018 | Traducción del árabe: Ilya U. Topper
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