Y Dios creó el disfrute (¿por error?)
Sanaa El Aji El Hanafi
Cambiarse la forma de las cejas está mal, es ilícito: es haram, puesto que supone modificar la creación divina. Incluso depilarse el vello corporal (como por ejemplo el de las piernas) es también haram.
Señora mía, ¿acaso sabe usted más que Dios? ¿Cómo se atreve a desafiar la voluntad de Dios? El la creó a usted con esa forma, incluidas sus cejas, y usted se empeña en cambiar La Creación. Es una flagrante y clara provocación de la voluntad de Dios.
Sin embargo, la ablación forma parte de la religión, y lo que es haram es negarse a practicarla. El propio Dar al-Ifta, institución egipcia que se encarga de emitir fetuas sobre asuntos religiosos, no se ha librado de las críticas por su reciente postura de rechazo a la práctica de la mutilación genital femenina.
Resumiendo: cambiarse la forma de las cejas es haram, porque supone modificar la creación de Dios, pero la mutilación genital femenina es halal, o sea, lícita y permitida, porque supone cumplir con la ley divina.
No busquen la incongruencia. Nuestros pueblos crean la contradicción y nosotros bailamos al son de sus tambores. Bueno, eso donde y cuando el baile no está considerado haram.
A decir verdad, la circuncisión masculina también debería plantearse en la mesa de debate de forma seria.
Con qué derecho privamos a la mujer del placer sexual? ¿No es Dios el que ha creado a la mujer con clítoris?
Muchos consideran esta práctica, de forma equivocada, como un deber religioso del islam para los hombres, cuando en realidad no es así, ya que la circuncisión es obligatoria en el judaísmo, pero no en el islam. Es más, para ser consecuentes con nosotros mismos hay que reconocer que, incluso si se tratara de un deber religioso, la circuncisión no deja de ser una evidente agresión a la integridad física del niño/hombre.
A día de hoy la ciencia todavía no ha podido demostrar que la circuncisión condición para una buena salud física del hombre, a no ser que supongamos que todos los hombres, excepto los musulmanes y los judíos, se hayan extinguido a causa de las enfermedades y afecciones contraídas por no habérseles practicado la circuncisión…
Existen corrientes científicas que la consideran aconsejable, y otras que opinan que no es necesario practicarla en los ambientes en los que no haya escasez de agua ni falten buenas condiciones de limpieza.
Dejemos a un lado la circuncisión para hablar de ella en otro momento, en tanto que no supone un perjuicio verdadero para el cuerpo del hombre o para su vida futura, y sin que esto signifique dejar de considerarla una agresión hacia el cuerpo masculino en la infancia, sin permiso ni voluntad consciente del niño.
La mutilación genital de las niñas, sin embargo, sí es un acto criminal, al contrario de la circuncisión, puesto que a ellas les genera un profundo daño físico y psicológico.
En primer lugar, son miles los casos en los que una hemorragia, producida durante o tras la intervención, conduce a la adolescente o a la mujer a la muerte. Por otro lado, las que no mueren acarrean deformaciones durante toda su vida, además del evidente trauma psicológico.
En Marruecos, Argelia y Túnez no han conocido la ablación ni antes ni después de la llegada del islam
¿Con qué derecho privamos a la mujer del placer sexual? ¿Quién lo decide? ¿Acaso no es Dios (el mismo que prohíbe depilarse las cejas) el que ha creado a la mujer con clítoris en su aparato reproductor y con deseo sexual? ¿O es que Dios se equivocó al poner el clítoris en los genitales femeninos? ¿Será que creó a la mujer con deseo sexual por error…?
La cifra de mujeres que fueron sometidas a la ablación entre 2004 y 2015 es del 56% en Gambia, 98% en Somalia, 93% en Yibuti, 97% en Guinea, 87% en Egipto y 49% en Indonesia.
Miles de mujeres sufren esta terrible agresión corporal y psíquica ¡en nombre de la religión! En nombre de una mentalidad masculina que teme al cuerpo de la mujer, que no se conforma con taparlo sino que llega incluso a amputarle el deseo sexual de raíz.
En países como Libia, Túnez, Argelia o Marruecos, sin embargo, no han conocido esta práctica, ni antes ni después de la llegada del islam. Y no porque las sociedades civiles de estos países hayan conseguido sensibilizar a su población y transmitirles valores de igualdad, sino, sencillamente, porque esta práctica no ha existido históricamente en la cultura de dichas sociedades.
Lo que prueba de nuevo (si es que hacía falta prueba) que la ablación es una práctica tribal en nombre de la religión.
La mutilación genital femenina es un crimen de verdadera violación que se perpetúa contra miles de mujeres de países negros y africanos. Un crimen que es necesario erradicar concienciando a la población, pero también mediante la aplicación de penas severas a los perpetradores y los promotores: médicos (que se supone que son defensores de la ciencia), juristas islámicos (que promueven esta barbarie en nombre de la religión), y también padres, maridos y mujeres que cometen este crimen contra sus propias hijas.
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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Al Hurra · 13 Feb 2020 | Traducción del árabe: Carmen Gómez Orts
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