Frente a los guardianes del templo
Sanaa El Aji El Hanafi
Últimamente hay cierto número de debates encendidos en todos los países de la región que giran alrededor de cuestiones como la sacralidad de las colecciones de hadithes (dichos del profeta Mahoma) prestigiosas como las de Bujari y Muslim, y si es posible revisar su contenido o no. Otras enfocan la igualdad en la herencia entre mujeres y hombres, los derechos de la mujer en general, las libertades individuales (la libertad de conciencia, las libertades sexuales etc.), el papel de la religión en la vida cotidiana… Y todos estos debates son positivos, pese al manto de violencia y las tensiones que los rodean con tanta frecuencia.
Durante largos siglos, la mayoría de los musulmanes estaba convencida de que el libro ‘Sahih’ (‘Auténtico’) de Mohamed Bujari y el ‘Sahih’ de Muslim ibn Hajjaj (dos recopilaciones de hadithes redactadas en el siglo IX) son “los dos libros más veraces después del Corán”. En realidad, esa comparación ya es, en sí misma, una especie de atentado contra la religión, una manera de falsearla. Porque ¿cómo puede un creyente comparar el Corán, palabra de Dios, con las palabras que nos han transmitido dos personas normales, que no eran profetas ni mensajeros divinos ni santos? Bujari y Muslim, queramos o no, son humanos. Son dos personas que llevaron a cabo un esfuerzo humano: algo que abarco tanto aciertos como errores. En cambio, al Corán se le considera la palabra divina enviada tal cual. ¿Cómo se pueden comparar las dos cosas, incluso si colocamos ambos libros en el escalón siguiente al Corán?
¿Cómo puede ser herejía debatir o criticar libros humanos, por muy elevada que fuese la fe de sus autores?
Hasta hace muy pocos años, simplemente criticar estos dos libros ya se consideraba herejía. Lo cual también es una enorme extravagancia. ¿Cómo puede ser herejía debatir o criticar dos libros humanos, por muy elevada que fuese la fe de sus autores y por muy buena que fuera su intención?
Hoy día, muchos investigadores y pensadores discuten sobre los libros de Bujari y Muslim. Aplican sus críticas al método, al contenido, a su construcción histórica y, en algunos casos, a las contradicciones que estos libros muestran respecto al Corán. Además resaltan que carecemos de los manuscritos originales de los autores, entre otros datos a tener en cuenta.
Pero sí: estas críticas se encuentran a menudo con una respuesta violenta por parte de la oposición (que todavía sigue actuando según una lógica que excomulga a cualquiera que ose criticar “los dos libros más veraces después del Corán”). Pero en sí mismo, ese debate es sano y positivo. Aunque pasen aún décadas antes de que veamos sus frutos.
Lo mismo pasa con el debate sobre la igualdad en la herencia. Podemos imaginar fácilmente que las primeras comunidades musulmanas que abolieron normas mencionadas en el Corán (la esclavitud, la posesión de cautivos, la yihad de conquista, la ‘reconciliación de corazones’, los castigos corporales etc.) se enfrentaron a la misma violencia que hoy afrontan quienes discuten la desigualdad en la herencia, aunque aquellas comunidades, simplemente, se adaptaron a los progresos de su época y al contexto de su tiempo. Al igual que hicieron la mayoría de los califas, pocos años después de la muerte del profeta.
El califa Omar ibn Jatab ya abolió la norma de cortar la mano de un ladrón
De hecho, el califa Omar ibn Jatab, y es solo un ejemplo entre otros, abolió la norma de cortar la mano de un ladrón. Abolió el hábito de entregar una parte de las limosnas recaudadas a posibles adversarios para garantizarse su buena disposición, algo conocido como ‘reconciliación de corazones’, si bien el califa omeya Omar ibn Abdelaziz lo volvió a introducir. Sabiendo que la cuota de esta ‘reconciliación de corazones’ era una obligación fijada en el Corán: ¿nos habríamos imaginado que se cancelara una obligación coránica, con el argumento de que hay que adaptarse a los tiempos, pocos años después de la muerte del profeta?) Y estos son solo unos ejemplos entre otros muchos casos similares.
Hoy día, la realidad económica y social dicta que dividir la herencia en la manera en que se hace es injusto para la mujer. Las mujeres hoy dían participan plenamente en la economía familiar, también pagan el mismo porcentaje de impuestos y las mismas tarifas en todas las tiendas, en los transportes públicos y en todas partes. En Marruecos, por ejemplo, una quinta parte de las familias se mantienen gracias únicamente a los ingresos de la mujer; eso sin contar a las familias que sostienen hombre y mujer juntos.
Queramos o no, vivimos hoy día en sociedades cambiantes que discuten sus cambios
De nuevo, y mientras no ocurra un cambio en los próximos años, solo empezar a debatir el asunto, por convulso que sea ese debate, es en sí ya un asunto positivo porque significa que las ‘constantes’ antiguas empiezan a resquebrajarse, que surgen nuevas preguntas. A pesar de la inflexibilidad de algunos que insisten en dar siempre las mismas respuestas, aunque el tiempo ya haya erosionado por completo estas respuestas.
Lo mismo vale para las discusiones sobre la libertad de conciencia, sobre las libertades sexuales, los derechos de la mujer y otros derechos que rechazan los guardianes del templo y sus seguidores fieles.
Queramos o no, vivimos hoy día en sociedades cambiantes que discuten sus cambios. Este debate es a menudo convulso… pero con certeza llevará hacia algo distinto. Un cambio que puede tardar años en venir o décadas… pero que llegará, sin duda alguna.
El destino de las sociedades, cuando trazan un giro importante, es tardar más en trazarlo de lo que tardaría un individuo o un colectivo pequeño.
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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Al Hurra · 31 Ene 2019 | Traducción del árabe: Ilya U. Topper
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